Mancillada, la libertad de expresión
Revista Proceso
México, D.F., 17 de enero (apro-cimac).- Carmen Aristegui es, sin lugar a dudas, una destacada y brillante periodista. Por ahora su voz fue acallada. Esperemos que no por mucho tiempo.
El sábado 5 dejó de existir María Victoria Llamas, otra destacada comunicadora que llevó a la televisión mexicana temas de sexualidad y feminismo en los setenta y ochenta, cuando los medios electrónicos temían hablar de esos temas emergentes, les llaman, que hoy han conseguido un lugar de discusión en la opinión pública.
Las voces de Mariví y Carmen, cegadas al comenzar 2008, nos llenan de dolor e indignación. Mariví terminó su ciclo vital y será recordada por quienes la conocimos y escuchamos sin tregua durante varias décadas. La seguiremos recordando por su valor e inteligencia.
Nos duele su partida, entre otras cosas, porque se destacó en la lucha por abrir espacios de expresión, sin derrotarse o autocensurarse.
Por eso la negativa de Televisa-Prisa a reanudar el contrato de Carmen Aristegui en W Radio es una llamada de atención.
Unidas por la defensa de los derechos de expresión e información a Mariví, nos ponen un foco rojo para no olvidar que la circulación de las ideas libres es un asunto fundamental para mantener viva la esperanza de la democracia en México.
Pero no es así. Cegar por ahora la voz y el trabajo profesional de Aristegui es la evidencia de que en México no hay estado de derecho y peligran las garantías de libertad de expresión e información.
Cada vez que los intereses particulares o empresariales cierran un espacio informativo plural, responsable, donde los hechos se informan y se investigan, se atenta contra el derecho de todas y todos los informadores y también de los oyentes y las y los ciudadanos que tienen muy pocas opciones para saber lo que realmente sucede en el país.
Lo sucedido con Hoy por Hoy, bajo la dirección y el estilo editorial de Carmen Aristegui, es un buen ejemplo de lo que nos pasa, de lo que puede seguir sucediendo en otros muchos campos de la democracia. Por ello es tan importante decirlo y ponerse al frente de la defensa de nuestro marco constitucional que garantiza esos derechos.
Aristegui durante un lustro consiguió profundizar el cometido de la radio. Este, el de la radio, es un espacio privilegiado y capaz de llegar a los lugares más lejanos del país. Eso lo saben los señores del poder. Por eso había que callarla, precisamente cuando Hoy por Hoy se había destacado por un inmensa audiencia.
Y no se trata solamente de los temas que Carmen destacaba en sus informativos, muchos de los cuales han sido sustanciados por una franja de personas y medios que pelean día a día por contar, sin eufemismos ni triquiñuelas, lo que pasa a las y los mexicanos; desde W Radio no sólo se hablaba de temas fundamentales, sino se abría el micrófono para la expresión de sus víctimas y de sus actores, dando la oportunidad a la formación de una verdadera opinión pública.
Ya antes había salido el programa de la señal de cable Sky, bajo el pretexto de un problema técnico; seguramente hubo otras discusiones. Carmen, valiente, inteligente, crítica, profesional, había conseguido mantenerse en el aire. Lo que más impresiona de su modo de trabajo es su templanza y su profesionalismo.
¿Qué quiero decir? Que Carmen no corresponde a un perfil victimista. Simplemente cumplía su labor con sabiduría y con capacidad. Cosa, estoy segura, que seguirá haciendo. Es una periodista, no una conductora más, y mucho menos una de esas voces plañideras donde el adjetivo se convierte en el recurso más sencillo de abordar.
Carmen no necesita eso. Como buena periodista indaga, investiga, sustancia, demuestra, todos elementos básicos para el buen periodismo, en el que están de más los lloriqueos y las conclusiones fáciles.
Carmen Aristegui, que mantiene su espacio en CNN y en un diario nacional, seguirá siendo la periodista que es.
La pérdida es para el auditorio, que todos los días, en la radio, soporta una cadena de voces irresponsables que lanzan juicios y más juicios, que se erigen en “orientadores” de la opinión pública, que prestan sus micrófonos, ésos sí, para difamar o para proteger a los del poder.
Y este es el problema. Documentar con seriedad y templanza la realidad es una virtud de los periodistas que rebasan escándalos y modas, porque los documentales de la realidad suelen ser mucho más dramáticos que el muro de lamentaciones al que acuden el amarillismo y el estilo que abusa del sentimentalismo de las personas.
Un periodismo serio es el que checa fuentes, consigue documentos, se adentra en cada ángulo de los acontecimientos y mira distante la victimización, para dar paso a hechos bien investigados. Ese periodismo es el que está perdido en nuestro medio. El que averigua antes de concluir o definir una situación, el que interroga a todos los actores y deja a un lado una falsa moralidad.
Aquí pesó el interés del “cuñado incómodo” de Felipe Calderón, el señor Juan Ignacio Zavala, representante de Prisa en México, el consorcio comunicativo de los españoles que en Europa han hecho alarde de objetividad y profesionalismo, pero que en México se han sumado a los intereses mezquinos de la familia de Los Pinos.
Tiempos difíciles se anuncian en el 2008, porque ahora las y los ciudadanos hemos visto reducida esa posibilidad de saber, al menos a través de W Radio. Los espacios se van achicando, día a día, en tiempos en que la conflictividad nacional es un gran tema, una medida para tomarle el pulso a la nación.
Yo digo, con otros colegas hombres y mujeres, que no podemos permitir este cierre de espacios. Los tenemos que ganar día a día, con nuestro trabajo serio y profesional. Si eso hacemos, lo de Carmen pronto será una anécdota porque la tendremos a ella, con su voz, su estilo y su trabajo en otro espacio. El 2008 no será por suerte el último escalón de la batalla por la democracia, al contrario, estaremos ahí, muchas y muchos.
México, D.F., 17 de enero (apro-cimac).- Carmen Aristegui es, sin lugar a dudas, una destacada y brillante periodista. Por ahora su voz fue acallada. Esperemos que no por mucho tiempo.
El sábado 5 dejó de existir María Victoria Llamas, otra destacada comunicadora que llevó a la televisión mexicana temas de sexualidad y feminismo en los setenta y ochenta, cuando los medios electrónicos temían hablar de esos temas emergentes, les llaman, que hoy han conseguido un lugar de discusión en la opinión pública.
Las voces de Mariví y Carmen, cegadas al comenzar 2008, nos llenan de dolor e indignación. Mariví terminó su ciclo vital y será recordada por quienes la conocimos y escuchamos sin tregua durante varias décadas. La seguiremos recordando por su valor e inteligencia.
Nos duele su partida, entre otras cosas, porque se destacó en la lucha por abrir espacios de expresión, sin derrotarse o autocensurarse.
Por eso la negativa de Televisa-Prisa a reanudar el contrato de Carmen Aristegui en W Radio es una llamada de atención.
Unidas por la defensa de los derechos de expresión e información a Mariví, nos ponen un foco rojo para no olvidar que la circulación de las ideas libres es un asunto fundamental para mantener viva la esperanza de la democracia en México.
Pero no es así. Cegar por ahora la voz y el trabajo profesional de Aristegui es la evidencia de que en México no hay estado de derecho y peligran las garantías de libertad de expresión e información.
Cada vez que los intereses particulares o empresariales cierran un espacio informativo plural, responsable, donde los hechos se informan y se investigan, se atenta contra el derecho de todas y todos los informadores y también de los oyentes y las y los ciudadanos que tienen muy pocas opciones para saber lo que realmente sucede en el país.
Lo sucedido con Hoy por Hoy, bajo la dirección y el estilo editorial de Carmen Aristegui, es un buen ejemplo de lo que nos pasa, de lo que puede seguir sucediendo en otros muchos campos de la democracia. Por ello es tan importante decirlo y ponerse al frente de la defensa de nuestro marco constitucional que garantiza esos derechos.
Aristegui durante un lustro consiguió profundizar el cometido de la radio. Este, el de la radio, es un espacio privilegiado y capaz de llegar a los lugares más lejanos del país. Eso lo saben los señores del poder. Por eso había que callarla, precisamente cuando Hoy por Hoy se había destacado por un inmensa audiencia.
Y no se trata solamente de los temas que Carmen destacaba en sus informativos, muchos de los cuales han sido sustanciados por una franja de personas y medios que pelean día a día por contar, sin eufemismos ni triquiñuelas, lo que pasa a las y los mexicanos; desde W Radio no sólo se hablaba de temas fundamentales, sino se abría el micrófono para la expresión de sus víctimas y de sus actores, dando la oportunidad a la formación de una verdadera opinión pública.
Ya antes había salido el programa de la señal de cable Sky, bajo el pretexto de un problema técnico; seguramente hubo otras discusiones. Carmen, valiente, inteligente, crítica, profesional, había conseguido mantenerse en el aire. Lo que más impresiona de su modo de trabajo es su templanza y su profesionalismo.
¿Qué quiero decir? Que Carmen no corresponde a un perfil victimista. Simplemente cumplía su labor con sabiduría y con capacidad. Cosa, estoy segura, que seguirá haciendo. Es una periodista, no una conductora más, y mucho menos una de esas voces plañideras donde el adjetivo se convierte en el recurso más sencillo de abordar.
Carmen no necesita eso. Como buena periodista indaga, investiga, sustancia, demuestra, todos elementos básicos para el buen periodismo, en el que están de más los lloriqueos y las conclusiones fáciles.
Carmen Aristegui, que mantiene su espacio en CNN y en un diario nacional, seguirá siendo la periodista que es.
La pérdida es para el auditorio, que todos los días, en la radio, soporta una cadena de voces irresponsables que lanzan juicios y más juicios, que se erigen en “orientadores” de la opinión pública, que prestan sus micrófonos, ésos sí, para difamar o para proteger a los del poder.
Y este es el problema. Documentar con seriedad y templanza la realidad es una virtud de los periodistas que rebasan escándalos y modas, porque los documentales de la realidad suelen ser mucho más dramáticos que el muro de lamentaciones al que acuden el amarillismo y el estilo que abusa del sentimentalismo de las personas.
Un periodismo serio es el que checa fuentes, consigue documentos, se adentra en cada ángulo de los acontecimientos y mira distante la victimización, para dar paso a hechos bien investigados. Ese periodismo es el que está perdido en nuestro medio. El que averigua antes de concluir o definir una situación, el que interroga a todos los actores y deja a un lado una falsa moralidad.
Aquí pesó el interés del “cuñado incómodo” de Felipe Calderón, el señor Juan Ignacio Zavala, representante de Prisa en México, el consorcio comunicativo de los españoles que en Europa han hecho alarde de objetividad y profesionalismo, pero que en México se han sumado a los intereses mezquinos de la familia de Los Pinos.
Tiempos difíciles se anuncian en el 2008, porque ahora las y los ciudadanos hemos visto reducida esa posibilidad de saber, al menos a través de W Radio. Los espacios se van achicando, día a día, en tiempos en que la conflictividad nacional es un gran tema, una medida para tomarle el pulso a la nación.
Yo digo, con otros colegas hombres y mujeres, que no podemos permitir este cierre de espacios. Los tenemos que ganar día a día, con nuestro trabajo serio y profesional. Si eso hacemos, lo de Carmen pronto será una anécdota porque la tendremos a ella, con su voz, su estilo y su trabajo en otro espacio. El 2008 no será por suerte el último escalón de la batalla por la democracia, al contrario, estaremos ahí, muchas y muchos.