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lunes, 21 de enero de 2008

Calderón: Machismo discursivo

Revista Proceso

México, D.F. (apro).- Los cambios en el gabinete presidencial y la convulsión en que han dejado a Tijuana, y al país entero, los sangrientos encontronazos entre sicarios del narcotráfico y militares y policías, dejaron poco espacio para ponerle el reflector al discurso del presidente Felipe Calderón, del miércoles pasado en Acapulco, en el que, con un desbordado optimismo, prácticamente aseguró que la muy probable recesión en Estados Unidos le hará a la economía mexicana lo que el viento a Juárez: nada.

Y si el viento fuera tan fuerte como para despeinarnos –como auguran muchos--, tenemos suficiente y buena vaselina para aplacarnos el pelo, como dicen que hacía el Benemérito.

Calderón se reunió con representantes del gremio financiero mexicano y de otros 25 países, para inaugurar la edición 12 de la Conferencia Anual Latinoamericana del Grupo Santander.

Francisco Luzón López, consejero y director general de la División América de ese conglomerado financiero con sede en España, le puso la pelota al presidente:

“Pese a nuestro optimismo racional sobre el futuro a corto plazo de la economía internacional, ninguno de nosotros le recomendaríamos que descartara totalmente un escenario peor de lo esperado, con menos crecimiento, más inflación y mucha mayor volatilidad. Pese a que su probabilidad de suceso sea baja hoy, siempre hay que estar preparado para lo peor, porque lo peor puede ocurrir. En ese entorno internacional francamente hostil, sería inevitable que México creciese menos de lo que le anticipamos, y sería también inevitable de que pese a que el shock sea externo, usted y su gobierno se afanasen por buscar medidas que acortasen la intensidad y la duración de la fase recesiva.”

Y Calderón se prendió, a tal grado que improvisó un larguísimo discurso --en el que hasta mezcló aptitudes personales que no venían al caso-- para decir que México saldrá indemne si hay recesión en Estados Unidos.

Dijo: como “yo, en lo personal, me he especializado en navegar a contracorriente –primero adentro de mi partido, luego en la campaña electoral--, pues a mí esto del escenario preocupante del 2008, realmente hasta me emociona un poquito y me asegura que vamos a salir extraordinariamente bien este año”.

Exultante, aseguró que aun cuando haya un escenario adverso, el país tiene “la posibilidad y la capacidad de salir adelante”. Hay quienes –dijo-- ante un escenario bajo presión, pierden la paciencia y la habilidad, pero también hay quienes ante él se retan, se desafían y agudizan el instinto para salir adelante. Es, dijo, el caso de quienes están al frente de su gobierno: “A nosotros nos acomoda bien (trabajar bajo presión) y nos gusta y nos agudiza el desempeño… estamos hechos a la adversidad”, afirmó.

Y todo esto, dijo, no es un asunto voluntarista. Hay razones para estar confiados: “En el plano macroeconómico hemos hecho la tarea: tenemos una economía en orden, finanzas públicas sólidas, que nos ha costado enormemente a los mexicanos, sí, pero hemos resuelto en lo fundamental los problemas que tienen que ver, precisamente, con el manejo macroeconómico de las finanzas nacionales”.

Por ello, confió, “ante una tormenta, por fuerte que se avecine, tenemos un navío de gran calado, que tiene una enorme estabilidad, una balastra que es capaz de sostenerla y sostenerla con rumbo ante cualquier circunstancia que enfrente”.

Es correcto, y hasta loable, que un presidente quiera infundir confianza en sus gobernados; mal haría en imbuir pesimismo. Pero poner oídos sordos o no querer ver una realidad tan inquietante es tanto como querer ocultar las cosas o, peor, engañar a la gente.

Ya es inocultable el creciente nerviosismo entre analistas, inversionistas, empresarios y funcionarios gubernamentales de Estados Unidos –igual se empieza a ver más preocupación en México--, que ven muy probable un escenario de recesión en su economía.

Justo el fantasma de la recesión en Estados Unidos ha provocado en lo que va del año una fuerte caída en los mercados bursátiles de ese país, que arrastra a la Bolsa mexicana y contagia a los mercados del resto del mundo. Al cierre de las jornadas bursátiles del viernes 18, el índice Dow Jones llevaba pérdidas acumuladas de 8.33%, registro que no se daba desde el 2000.

Igual la Bolsa Mexicana de Valores, cuyo principal indicador acumula un pérdida de 9.6%, nivel que no se registraba en las primeras dos semanas de un nuevo año.

El jueves, tras otro bajón de las bolsas estadunidenses, el presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke, reconoció abiertamente que el panorama económico en Estados Unidos había empeorado notoriamente. En estos días, su antecesor, Alan Greesnspan, dijo que “los síntomas están claros; las recesiones no ocurren de manera suave y suelen estar indicadas por una discontinuidad en el mercado”, que es lo que está pasando con el problema de la crisis hipotecaria y del crédito en aquel país, así como por los altos precios internacionales del petróleo. Para Greenspan –aunque no para Bernanke--, Estados Unidos no va rumbo a la recesión: ya está dentro de ella.

Y es tal la preocupación por el futuro inmediato de la economía estadunidense, que no sólo Bernanke ha tenido que declarar públicamente más seguido para calmar a los mercados, sino que el propio presidente George Bush debió anunciar, el viernes, un paquete de rescate económico, en el que incluyó exenciones fiscales –para alentar la inversión en las empresas y el gasto de los consumidores--, junto con otras medidas, que implican para la hacienda una inyección de 145 nil millones de dólares para estimular la economía.

Obviamente la preocupación no sólo es en Estados Unidos, sino en todo el mundo, y ningún analista se atreve a decir que las economías, sobre todo las del continente, saldrán indemnes de una recesión estadunidense.

Ni siquiera en México hay el optimismo de Calderón. Y no sólo empresarios y analistas advierten de los peligros y las consecuencias de una recesión allá: el propio secretario de Hacienda, Agustín Carstens, reconoció que si se materializa la recesión en Estados Unidos, la actividad económica nacional se enfriará.

De hecho, ya hay datos que anuncian esa circunstancia: la actividad industrial en noviembre apenas creció 0.8%, cuando un mes antes había crecido 3.2, según información oficial. El cálculo de los especialistas es que la actividad industrial en todo 2007 habrá crecido 2%, en promedio, cuando en 2006 creció 5%.

Y si a ello se agrega que el envío de remesas está bajando consistentemente, y que la entrada de inversión extranjera directa pierde ritmo –hecho que reconoce la Secretaría de Economía--, además de que el INEGI reportó un mayor desempleo el año pasado, pues las cosas no están como para que se diga que no pasa nada y que no va a pasar nada.

Es cierto que la economía tiene hoy defensas de las que carecía en episodios anteriores de recesión estadunidense. Pero aun así, es más propio y serio hablar con cautela, reconocer las debilidades y las fortalezas internas.

El machismo discursivo del presidente sólo encubre y engaña.