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miércoles, 23 de enero de 2008

Calderonomics o la nanocracia

Proceso / jenaro villamil

México, D.F., 23 de enero (apo).- Durante el sexenio de Miguel de la Madrid se acuñó el término tecnocracia para describir a la nueva generación de funcionarios de primer nivel, con un cúmulo de maestrías y doctorados en universidades extranjeras, especialistas en economía pero sin ningún cargo de elección popular previo.

Su sucesor, Carlos Salinas, el tecnócrata por excelencia, negó siempre este término por considerarlo peyorativo, y se inventó a sí mismo el mote de “modernizador”. Ernesto Zedillo llegó al poder con las mismas herramientas que De la Madrid y Salinas: su dogmatismo monetarista y su desdén hacia la política tradicional.

Con Vicente Fox los tecnócratas siguieron controlando los centros neurálgicos de las decisiones económicas, diplomáticas y sociales, en conflictiva relación con los “gerentes” o empresarios que se incorporaron al gobierno sin ninguna experiencia previa en gestión pública.

Francisco Gil Díaz, el maestro de una generación de funcionarios de las finanzas públicas, se mantuvo al frente de la Secretaría de Hacienda durante seis años, extraño privilegio que sólo compartió con Pedro Cerisola, titular de Comunicaciones y Transportes.

El gobierno de Felipe Calderón se ha ido transformando ya no en un gobierno de gerentes o de tecnócratas sino en una nueva generación de funcionarios que se perfilan como la involución de la tecnocracia y de los gerentes: los nanócratas. Es decir, el gobierno de los estudiosos en el control y manipulación de las micropartículas de las áreas públicas, sin visión de Estado ni de elite ni de nación.

El término nanocracia proviene de nanotecnología, palabra común en las ciencias médicas para designar a los especialistas en computación cuántica y motores moleculares.

Los nanócratas en la política no ven la realidad sino como un nano (la mil millonésima parte de un metro) y prefieren venderse no como especialistas en algo sino como artesanos de la operación corta. Del poder del picaporte al picaporte con poder.

Los cambios recientes en el gabinete configuran a esta nueva generación de nanócratas: Juan Camilo Mouriño, nuevo titular de Gobernación; Ernesto Cordero, flamante secretario de Desarrollo Social, y los jóvenes del entorno calderonista: César Nava, jefe de la oficina presidencial; Alejandra Sota Mirafuentes, responsable ahora del discurso presidencial, imagen y análisis político, y Patricia Flores Elizondo, titular de la Coordinación de Administración de Los Pinos.

El problema de esta nueva generación de funcionarios no radica en su juventud sino en la ausencia de un currículum tecnocrático, gerencial o partidista que los acredite para los cargos de alto nivel de responsabilidad.

Se les conoce en función de su cercanía con Calderón, no en razón de sus méritos burocráticos, legislativos o intelectuales. Son nanócratas porque se han vuelto parte del entorno milimétrico de Los Pinos que confunde la realidad del país con las necesidades de control y de liderazgo a corto plazo de la casa presidencial.

El caso más emblemático es el de Juan Camilo Mouriño. Más allá de si es madrileño, gallego o campechano, Mouriño Terrazo encabezará la secretaría responsable de las áreas claves de la política y la seguridad nacionales sin tener una trayectoria mínima para ello.

Su paso por alguna universidad de Tampa, Florida, su papel como diputado y su cercanía a Calderón desde la Secretaría de Energía lo perfilan como un buen colaborador del presidente, no como un ministro del Interior.

Mouriño ni siquiera cuenta con el perfil tradicional de un panista sino de un eficaz gestor de recursos que le sirvió a Calderón para la campaña electoral.

Una especie de Lino Korrodi al que pretenden convertir por golpe de suerte en la reencarnación del mismísimo Fernando Gutiérrez Barrios. Sus promotores, con más lambisconería que realismo, ya lo perfilan como aspirante presidencial para el 2012.

El otro caso es el de Ernesto Cordero. Como Mouriño, al licenciado en Actuaría por el ITAM no lo distingue su conocimiento de la política social y mucho menos del combate a la pobreza, sino su breve trayectoria burocrática a la sombra de Calderón.

Fue subsecretario de Planeación Energética y Desarrollo Tecnológico cuando el actual presidente era titular de Energía. Luego fue director de Administración Integral de Riesgos en Banobras cuando Calderón estuvo al frente de este organismo, y finalmente se desempeñó como director general de la fundación “Miguel Estrada Iturbide” de la fracción panista en la Cámara de Diputados, durante la época en que Calderón coordinaba la fracción.

La nanocracia tiene ahora la responsabilidad de los dos pilares gubernamentales: política interior y política social.

En los asuntos públicos pueden reproducir los mismos riesgos que la nanotecnología: caer en una alta toxicidad potencial a partir de las nanosustancias que distorsionan las moléculas y el sistema inmunológico. Eso es mucho más riesgoso para la salud política de un país que reclama estadistas y no microprocesadores de las decisiones públicas.