POR LA PUERTA GRANDE
María Teresa Jardí
Mientras Fecalpillo, restaurada que ha sido por él la dictadura imperial, se aumenta el millonario sueldo que cobra como usurpador del Poder Ejecutivo de la nación, por aquello de que, visto está, los Calderón Zavala no están dispuestos a salir ni un ápice menos ricos que los bribones Bribiesca Sahagún de Fox. El único Presidente Legítimo que México tiene, Andrés Manuel López Obrador, sin militares y por la puerta de enfrente entra al recinto del Poder Legislativo de la Nación y pronuncia el discurso que el pueblo espera de quien ha sido elegido como Presidente de la República.
Poder, el Legislativo, que, hay que reconocer, el mismo 11 de septiembre en que AMLO entra por la puerta grande del Congreso, se viste también de luces vía Pablo Gómez, quien revive las horas de gloria perdidas, desde Belisario Domínguez, al menos, por el Poder Legislativo Mexicano.
Y no precisamente por la referencia que hacían del prócer mexicano los que, a nombre de la CIRT, intervenían en la sesión también televisada para manipular al pueblo y mutilada asimismo por Tv Azteca y por Televisa. Lo que sigue es que el Congreso exija que su Canal pase por la Televisión abierta.
Patéticos, por decir lo menos, los empleados de la telebasura, quienes, uno tras otro, mentían diciendo que a nombre propio decían lo que sus amos los obligan a defender para no perder ni un peso al imponer a dictadores imperiales.
Hasta el alma les duele que la empresa no pueda ya pagarles las campañas emprendidas por la telebasura en contra del elegido por el pueblo.
Monísimo con su suéter rosa mexicano para destacar aunque sea por la prenda, entre los otros con traje, López Dóriga confundiendo, de la mano de Tv Azteca, manipulación con libertad de expresión, por aquello de que efectivamente son un subproducto, de la incultura nacional, añado yo. Y aunque no se haya referido a eso Pablo Gómez al hablar del subproducto como el placer que se pudiera sentir al cobrar una traición de los que habiéndoles aprobado, a costa de su prestigio y el de su partido, la Ley Televisa, atacaron a AMLO de mala manera sumándose al fraude impulsado por el IFE, legalizado por el TRIFE, con el que se impuso al usurpador que, ya como dictador, se aumenta el millonario salario que él mismo se asigna.
Fuera caretas, se acabó la "austeridad republicana".
Sí, la telebasura mexicana es un subproducto de la incultura con la que al país se amenaza desde el televisor encendido en cada casa. Y qué bueno que se asuman como subproducto ellos mismos poniéndose la chaqueta que tan bien les queda, vendedores que son, también de la aceptación a la entrega que el fecalismo viene haciendo de la paraestatal que produce la única, como quien dice, riqueza que a la nación mexicana le queda, luego de la entrega literalmente consumada hasta de la imagen de la Virgen de Guadalupe, pasando por los corales y los pequeños animalitos que usaban nuestros antepasados para pintar de manera natural la ropa.
Es apátrida la derecha neoliberal y por ende capaz de cometer el peor de los crímenes sin inmutarse.
Perdieron la conciencia al renunciar por dinero a los principios y a los valores. Son irrecuperables para la sociedad los tecnócratas neoliberales mexicanos integrados también por los subproductos televisivos mexicanos, igual que lo son los Kaibiles y los Zetas, ejemplos de la amplia gama de mercenarios asesinos que en el mundo existen. Son canallas por elección y por decisión de serlo.
Y por eso el 11 de septiembre de 2007 podría quedar inscrito --al lado del recuerdo del asesinato del presidente Allende y del día también fatídico para la humanidad en que Bush se tumbó las Torres Gemelas, para justificar el robo, entre otras cosas, del petróleo a Irak-- de cara a la historia como el día en que AMLO y Pablo Gómez demostraron que, si quieren, pueden alcanzar la talla de los estadistas.