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Calderón y legisladores panistas
incumplieron su palabra

José Fonseca

La palabra dada no se recoge.
Quinto Horacio Flaco.

Los desacuerdos surgidos por las reforma electoral y fiscal tienen mar de fondo.

Es un hecho que había un acuerdo para conseguir su aprobación. También es evidente que alguien no está cumpliendo la palabra empeñada.

Había un consenso de promover las reformas. Eran parte vital de la farragosa negociación que facilitó al Presidente de la República, Felipe Calderón, remontar las ceremonias del Informe Presidencial con relativa tranquilidad.

De pronto, el consenso empieza a diluirse, el compromiso ya no es tan firme. Total, ya se celebró la entrega del Informe por escrito al Congreso y se leyó el mensaje a la nación en Palacio Nacional.

No fue solamente lo que el secretario de Gobernación, Francisco Ramírez Acuña, llamó “la falla técnica” que suprimió el discurso de la presidenta de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados, Ruth Zavaleta, de la cadena nacional de televisión del 1 de septiembre.

Eso sería asunto menor, si no fuera porque fue el primer indicio de que al gobierno calderonista y al PAN se les enfrió el entusiasmo por cumplir los acuerdos sobre las reformas mostrado antes del Informe Presidencial.

Sin duda que es polémica la propuesta de la iniciativa de reforma electoral que incluye el relevo escalonado de los consejeros del IFE. Quien esto escribe ha dejado consignado su desacuerdo con ese relevo; pero la reforma electoral como la fiscal, forma parte del acuerdo inicial y ahora el gobierno calderonista y los legisladores panistas no se muestran dispuestos a cumplirlo.

En pocas palabras, el gobierno calderonista y los legisladores panistas han incumplido su palabra.

Han montado una campaña mediática, hasta con desplegados de prensa, para no cumplir la palabra empeñada y buscan enfrentar a los partidos representados en el Congreso con una opinión pública hostil.

Quizá a eso se refería el senador priísta Manlio Fabio Beltrones cuando habló de mano negra.

En la política, como en la vida, hay quienes han sustentado exitosas carreras sólo en honrar siempre la palabra empeñada.

Con esos políticos se puede negociar lo que sea, porque una vez que se llega a un acuerdo y empeñan su palabra, es un hecho que la cumplirán, sin importar las circunstancias o la oposición.

Faltan muchas negociaciones, muchos temas a negociar con el Congreso. Si ahora no cumplen el gobierno y su partido la palabra empeñada, será difícil que la oposición vuelva a confiar en ellos.

Y entonces sí verán lo que es el encarecimiento de las negociaciones.

Y, de paso, descubrirán los pragmáticos calderonistas la sabiduría del poeta latino Publio Sirio hace dos mil años, cuando preguntó: ¿Qué queda cuando se ha perdido el honor?