CONTRAPODER
Álvaro Cepeda Neri
Época de lluvias. Y a los panistas les “llovió sobre mojado”, cuando más felices estaban en su fiesta privada, celebrando con su invitado Felipe Calderón (y ninguneando a Manuel Espino, el yunquista foxista traidor al calderonismo), el día que hace un año Luis Carlos Ugalde, presidente del desacreditado Instituto Federal Electoral (IFE), organizó el putsch (golpe reaccionario exitoso) para declarar presidente al ahora inquilino de Los Pinos.
Chisme o verdad: deslinde que se sabrá hasta que concluyan las investigaciones. Las declaraciones del chino-mexicano Zhenli Ye Gon, implicándolos en la propiedad de los 205 millones de dólares que le encontraron en su mansión de Las Lomas de Chapultepec, han sido como una bomba atómica que hizo volar por los aires lo que resta de la legitimidad de Calderón y cuestiona a fondo su endeble legalidad.
Tambaleándose de por sí sobre el filo de la renuncia presidencial, por cuanto que Calderón y los calderonistas no las tienen todas consigo ante tantos frentes abiertos, y sus acuerdos y negociaciones clavados con alfileres, porque a la izquierda no cede la combativa oposición y, al centro-derecha, el priismo está vendiendo muy cara su posición de fiel de la balanza (como partido bisagra para abrir o cerrar la puerta), lo que dificulta la gobernabilidad a través de las instituciones (para acabarla de amolar, éstas en la mira de la reforma del Estado) y el mantenimiento de la estabilidad política con tantos fierros de la inseguridad en la lumbre.
Para un estadista, los conflictos políticos, económicos y sociales, antes que obstáculos insalvables, son problemas a resolver en una democracia-republicana, con base en la divisa de la estrategia política de Al Smith: “resolver con más democracia los problemas de la democracia”. Pero Calderón está demostrando que no tiene esa dimensión, que carece del conocimiento y de la voluntad política que han caracterizado, históricamente, a los estadistas. Y lo mayormente decepcionante es que no parece tener ni las mínimas virtudes de un político medio. Se está viendo un Calderón mediocre, rodeado de un puñado de incondicionales sin preparación ni ganas para el trabajo po-lí-ti-co.
Cargado, en ese apretado catálogo de insuficiencias, de graves imputaciones de ilegitimidad; debilitado desde dentro de su propio partido por las intrigas de Vicente Fox y las altanerías de Manuel Espino, las imputaciones de Ye Gon, en el sentido de que esa millonada de dólares perteneció a la campaña electoral de Calderón y el PAN, vinculando directamente al expriista Javier Lozano Alarcón, secretario del Trabajo y Previsión Social, que lo habría amenazado con “coopelas o cuello”, ha puesto a los panistas en el poder presidencial entre la espada del “difama que algo queda” y la pared de que exista veracidad en las declaraciones que han sido ratificadas.
No es lo que se dice un “cuento chino”. Habladurías, como pareció en un principio a los panistas, en la PGR tendrán, como nunca, que esmerarse en llevar a cabo una investigación impecable y consignar la averiguación, integrada rigurosamente, ante tribunales para todas sus consecuencias procesales-penales. Está de por medio lo que les resta de credibilidad y si algo y todo resulta verídico, entonces se vulnerará más la cuestionada legalidad y estaríamos ante la eventual renuncia o defenestración de Calderón por la posibilidad de fincarle responsabilidades en un juicio político y que sería el segundo en la historia del presidencialismo, después del fincado a Santa Anna y sancionado por infidencia tras la denuncia de Juárez contra el dictador ante el Congreso General.
Escondido en nuestro país o huido al extranjero, Ye Gon y sus abogados estadunidenses, mientras la defensa mexicana se hace bolas, lograron, en un acto terrorista publicitario –ciertas o falsas sus declaraciones–, que los panistas cesaron de echar a vuelo las campanas y estén tratando de saber cómo les lanzaron esa bomba. Y, sobre todo, saber si es más que un chisme, donde haya un secreto puesto al descubierto. Está visto que la narcopolítica se integra de políticos en el poder público (estatal, municipal y federal) y sus complicidades con la delincuencia organizada, dentro del esquema de mutuos favores: sobornos a cambio de protección. No sería raro que el chino-mexicano –pillado, pero dejado en libertad una vez que fue aprehendido– haya tenido que delatar a sus socios.
El herraje made in China, para su comercio ilegal y la piratería, es ya una marca conocida en los mercados mexicanos, dentro y al margen de la ley. Faltaba la intromisión china en la política para cerrar el círculo del neoliberalismo económico con el candado de la corrupción. El calderonismo está metido, quizá más arriba del cuello, en un lío que cuestiona su origen electoral, ya de por sí tachado de ilegitimidad. Y ahora un bombazo a su endeble legalidad.