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martes, 31 de julio de 2007

LA CASCARA DE LA HISTORIA


“La caridad es humillante porque se ejerce verticalmente y desde arriba; la solidaridad es horizontal e implica respeto mutuo”
Eduardo Galeano

La protagónica reforma fiscal hoy implica una posibilidad de tributar de otra manera, en la que muchos dicen que pierden o, como dijera un legislador panista, “es natural que se quejen… se les está afectando”, en un razonamiento kantiano impecable.

Las que hoy se han quejado poco y sí están en el patíbulo del cabildeo legislativo, son las organizaciones de la sociedad civil (OSC). Si la reforma pasa tal cual está, la nueva forma de pagar impuestos (CETU) las dejaría con poquísimos donantes para sus causas, pues estas contribuciones ya no serían deducibles de impuestos.

Y sí, de acuerdo estoy con el presidente Felipe Calderón que dijo a los empresarios: “La desigualdad no se va a revertir, perdónenme ustedes, únicamente con acciones filantrópicas”. Pero, perdóneme el Presidente, tampoco será sólo con políticas públicas, como se ha demostrado en muchos casos y países.

La filantropía es sólo una parte de lo que las OSC hacen, y no es nada más un tema caritativo. Las organizaciones también trabajan en temas ecológicos, de derechos humanos, salud, educación, desarrollo económico… Si usted está leyendo rubros fundamentales que el Estado debería garantizar, atinó: las OSC cumplen una función complementaria a lo que el Estado “debería” atender. Y lo pongo en relativo porque en los Estados modernos la sociedad organizada es un complemento fundamental en la que recae el interés común solidario, una de las fuerzas de organización de mayor alcance que se conoce hoy.

Sí, argumentarán los detentadores del principio de la no-deducibilidad, “detrás de muchas organizaciones sólo hay un papel que sirve para evadir impuestos”. Es cierto, hay muchos de esos casos. Que “cuántas de ellas tienen un impacto real en la solución de los grandes problemas”. Aún pocas, les respondería. Que “mejor ese dinero lo paguen al fisco y se destine a las áreas gubernamentales que atienden los grandes temas nacionales”. No sirve, les diría. Hoy el Estado apenas puede con su agenda de pendientes. No es eficiente, ni cercano y tiene muy lenta respuesta. En un Estado moderno, las OSC atienden problemas cercanos a la gente, y alejados, muy alejados de las burocracias.

No veo a la Secretaría de Salud encargándose de lo que hace el Teletón, por ejemplo, con todo lo criticable que es para muchos su esquema de recaudación lacrimógeno.

Hoy Teletón en su macroevento anual recauda más de 30 millones de dólares, gran parte de ellos provenientes de sectores que deberían ser beneficiarios de programas y sin embargo van al banco a depositar a la cuenta de la cancioncita pegajosa. ¿Sucede lo mismo al momento de tener que pagar impuestos? Es un tema complejo, sin duda.

La evasión y la elusión fiscal son fenómenos cuyas causas atraviesan como aves de blanco plumaje por los pantanos legales, de percepción, culturales, de impartición de justicia, y no salen incólumes. Hay que combatir a los que usan figuras permitidas a las OSC para librarse de sus obligaciones sociales y defraudar al fisco. Hay que fiscalizar mejor a esas empresas, pero no es ahogando a todas las OSC como esas prácticas terminarán.

Incluso, las OSC requieren de un mejor marco legal. Actualmente la ley les permite destinar sólo 5 por ciento de su recaudación para gastos operativos y de administración ¿Cómo crear un Tercer Sector más fuerte si no puede pagar a profesionales bilingües para atraer la cooperación internacional? El trabajo voluntario es un elemento valioso, pero no es la base para crecer en estas épocas y en nuestro país, donde los retos requieren de resultados.

Sí, las OSC necesitan profesionalizarse, expandir su visión, jugar un papel más activo como tercera parte en los asuntos nacionales, ser ejemplo de eficiencia y participación para las generaciones que hoy se educan, etcétera. A todos los demás nos falta saber más de ellas, qué son en realidad y qué tanto requieren nuestra ayuda, credibilidad y… chequera.

La deducibilidad es un incentivo que hace que los donantes lo sean con regularidad y en cantidades planeables. La deducibilidad hoy facilita el camino para que muchos empresarios se acerquen y se involucren con causas en las que nos va el futuro de todos. Hay una aceptable relación ganar-ganar cuando un donante se convierte en el motor financiero de una causa a cambio de pagar menos impuestos.

No me imagino los importantes recortes a donativos que los patronos de muchas estupendas causas tendrán que hacer por falta de incentivos fiscales. Un Estado moderno no puede apostarle a la caridad de unos cuantos para hacer que su sociedad se fortalezca, participe y provoque cambios.

Y esto, porque tampoco tenemos todavía un sector empresarial que encuentre su ganancia en un prado verde, en un niño bien alimentado y educado, en un cielo más azul, en mujeres más felices y con futuro. No tenemos la certeza de que la desigualdad se acabará con políticas de Estado. Es claro: hay más opciones. Dedúzcalas, por favor, señor Presidente.

Héctor M. Llerena