LA TELEVISION EN MEXICO CON PODER GUBERNAMENTAL
MacheTearTe
Con motivo del asesinato de Jorge Francisco Stanley Albaitero, hace ocho años, la audiencia de Tv Azteca escuchó azorada un llamado de Ricardo Salinas Pliego a desconocer a dos de los tres poderes de la Unión y la práctica más extendida de la democracia representativa, las elecciones. La convocatoria y la actitud de rebelión del empresario que emergió a la plutocracia bajo el gobierno de Carlos Salinas de Gortari, y en particular con los préstamos multimillonarios a la palabra de su hermano Raúl, duró meses aunque concentrado en destruir al gobierno de Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano en el Distrito Federal y al procurador Samuel Ignacio del Villar Kretchmar sólo porque evidenció al cómico como burrero.
Un octenio después, la Suprema Corte de Justicia de la Nación realizó una vigorosa rectificación de la ley Televisa: la subasta como medio para acceder a las concesiones, la ausencia de normatividad en materia de licitaciones y permisos, la ausencia de los medios comunitarios y la cancelación de todo automatismo para incorporar nuevos servicios sin contraprestación alguna al Estado. A diferencia de la Cámara de Diputados --que la aprobó en siete minutos el 1 de diciembre de 2005, con 327 votos a favor y ninguno en contra de los legisladores de todos los partidos políticos, presionados seguramente por sus candidatos presidenciales. Y que el 28 de marzo de 2006 fue aprobada, sin el cambio siquiera de una coma, por 81 votos de los senadores, 40 en contra y cuatro abstenciones--, la Suprema Corte no dejó la menor duda que el espacio radioeléctrico es un bien público inalienable que pertenece a la nación. Como recuerda Adolfo Sánchez Rebolledo: “Cuando una concesión termina o se suspende por mal uso, nada se expropia y ésta vuelve a su única y legítima propietaria: la nación, representada por el Estado”. En México y en Venezuela, digo yo. El socio principal de lo que constituye la cola del duopolio televisivo --del que es columna vertebral la Televisa de Emilio Azcárraga Jean y 14 plutócratas más--, postulaba hace unos años la idea de que así como se paga por obtener una concesión televisiva debería cobrarse al voceador por ocupar la banqueta o la calle para vender periódicos y revistas.
No importa si es ignorancia, ocio o mala fe. Importa y mucho que “El alegato de la Corte devuelve al Estado la rectoría fijada en la Constitución y anula en los hechos uno de los pilares del ‘Estado empresarial', tan caro a las elites que han hecho de la República un remedo de sus Consejos de Administración”, como bien resume Sánchez Rebolledo el significado mayor de los días sin precedente que vive la SCJN en sus trabajos y deliberaciones que estimulan su reencuentro con la sociedad. Es preciso no omitir que cuando la Corte concluya sus análisis, devolverá el engendro legislativo a la Cámara de Diputados y al Senado para su adecuación y depuración que estará a cargo, entre otros, de 21 diputados que eran senadores cuando se plegaron a los estrechos intereses del duopolio televisivo y el oligopolio radiofónico, destacadamente Emilio Gamboa Patrón y Héctor Larios Córdova. También de 19 senadores que en su condición de diputados –hace 18 meses-- la aprobaron en siete minutos. Excepto el rechazo de la opinión pública y publicada, auspiciada ejemplarmente por 40 exsenadores panistas, perredistas y priístas, y la aportación de la Corte , nada garantiza que con los mismos actores pero despachando en distintos recintos parlamentarios, la cobardía de la partidocracia y las complicidades de diversos legisladores con la telecracia, no reediten en la nueva legislación los intereses de ésta, tan espurios como confrontados con los nacionales. Acuse de recibo Comenta el periodista Rodolfo González Sarrelangue: “Un ejemplo clarísimo de intolerancia y, quizás, de masoquismo, es el del señor Francisco Fonseca, quien nos da una cátedra de lo que son las falacias en la argumentación al referirse a tu ‘columneja', a los 'profunditos', a tu ‘no muy sesuda' exposición y al nombrarte ‘comandante Ibarra'. En fin, me da mucho gusto que golpearas con el guante blanco de la libertad de expresión al señor Fonseca, quien no tuvo limitaciones para expresar su punto de vista, cuestionable y quizás muchos no estemos de acuerdo con él, pero como diría Voltaire, respetamos su derecho a decirlo. En el mismo tenor que el señor Fonseca, su superficialidad crítica lo lleva volverse masoquista ‘de vez en vez', cada que lee la columneja que, sin pedírselo, se la envía un amigo suyo. En fin, mi querido Eduardo, jugó usted de diez al dejar que nuestro amigo Fonseca se hiciera harakiri con su propia argumentación”... La promotora de los derechos humanos Gracia Moheno dice: “Yo me sumo a los agradecimientos del general de brigada Samuel Lara Villa y aprovecho para enviarte un saludo”... Escribe el doctor Enrique Bonilla Rodríguez: “No conozco al señor Francisco Fonseca, pero me puedo orientar que debe ser un hijo de la revolución o un posible empresario en la lista de los panaderos”.