ENTRE EL PUEBLO ESPAÑOL / ENTRE CUSTODIOS MEXICANOS

María Teresa Jardí
miércoles, 23 de mayo de 2007

Dos Méxicos ¿irreconciliables?

Empiezo por decir, parodiando a Amparo Ochoa, que "un rey a estas alturas no puede (no debiera) ser". Pero tampoco tendría que ser la cabeza del imperio yanqui un loco fascista. Ni menos, a estas alturas, siglo XXI, nadie tendría que usurpar la Presidencia de un país que se quiere vender como democrático, legalizando el fraude la complicidad de otro poder, el Judicial, y aceptando la toma de protesta el tercer poder, es decir, el Legislativo, en un búnker militarizado, en tres minutos, y sin cubrir ni siquiera el elemental requisito de pase de lista y más inconcebible es aún la usurpación en un país donde el elegido legítimamente por la mayoría ciudadana en las urnas, habría impulsado el mismo sistema político. Aclaración necesaria de cara a las críticas, siempre bienvenidas, que suelo recibir cada vez que hago alguna alusión a algún evento o miembro de la monarquía española.

Hace unos días la televisión española y parte de la internacional mostraban al príncipe de España llegando con su mujer embarazada a la clínica donde nacería su segunda hija. El príncipe de Asturias conducía el auto y la mujer iba sentada a su lado. Los comunicadores de prensa que esperaban fuera, eran saludados desde el auto y cuando nació la infanta y llegaron otros familiares, incluso se paraban a declarar alguna cosa o a recibir las felicitaciones de rigor.

La reina, por ejemplo, decía que la emocionaba que hubieran decidido llamarla Sofía. Y para entonces los comunicadores de prensa habían sido engrosados con la llegada de los muchos vecinos curiosos, también ávidos de noticias.

Y el médico y el príncipe salían a agradecer las muestras de afecto y de interés y a comentar, sin vallas ni policías, el peso, la talla, la buena salud de la madre y de la hija. Y llegado el momento de salir, el príncipe y su mujer, la princesa Letizia, caminando solos con las dos hijas en brazos, salieron de la clínica, a buscar el auto, por la puerta de delante, agradeciendo a los comunicadores y a los ciudadanos españoles aglutinados, pasando por entre la gente a la que no temen porque nada deben como gobernantes.

Lo destacable es la ausencia de miedo de los gobernantes españoles, incluidos los reyes, al pueblo español.

Por los mismos días se casó en Quintana Roo una exponente de la farándula mexicana llamada Paulina Rubio con un famoso español. No puedo decir, sin mentir, si canta bien o si la "fama" de la cantante es producto de la telecracia bien pagada.

Pero lo que queda claro es que sin hinchas no es y sin embargo lo destacable de las reseñas de esa boda publicadas incluso en el POR ESTO! --donde yo la leí-- eran la cantidad de vallas usadas (al estilo de las usadas en Mérida cuando la venida y recibida del asesino Bush), para impedir el acercamiento de la gente (los fanáticos de los que vive por lo visto muy, muy bien) y la cantidad de policías de seguridad privada contratados para cuidar a la pareja y a sus invitados.

Más allá de la indignidad que evidencia (medios de chismes de la farándula incluidos de los que sólo aceptaron a algunos representantes como invitados, porque habían vendido la exclusiva a uno de ellos en millones de euros), el que sigan apoyando a esa cantante los tan maltratados fanáticos, que la hacen ser, el hecho refleja los dos Méxicos en que nos vamos convirtiendo. El de los que tienen dinero, pero temen a los otros. Y el de los que encumbran y permiten el robo de a los que todo les sobra y son marginados y maltratados y tratados como basura incluso por aquellos que sin el otro no son nada.