EL FILM MEXICANO MAS PREMIADO EN EL EXTRANJERO
Un anciano hermoso, de ojos que se apagan y encienden entrañables, con el rostro en carne viva de tan piedra y tierra abierta en surcos, un abuelo dios antiquísimo de fuego y luna llena, canta alrededor de una última fogata con el hijo de su hijo, y se reconoce –el abuelo– en la impaciencia del nieto, en sus travesuras elementales por las que el futuro entrevé la rebelión insosegable, perennemente aplastada, de los desheredados de la tierra, la pesadilla que nunca termina, el perfume persistente de la miseria de los hombres y mujeres del campo. ¿Por qué el mal del mundo, el mal radical, perverso, por qué ricos tan ricos y pobres tan pobres, por qué esa turba de soldados hijos de puta que asesinan a nuestros padres y a nuestras madres, apenas jóvenes soñadores que ya jamás llegarán a ser abuelos de fuego o luna?, se pregunta el pequeño con sus ojos de sorpresa, con un por qué solitario y elocuente, cargado de miedo y frío, “¿por qué, abuelo?”
Y la voz del padre mayor debiera ser un canto de violín serrano, un sonecito huasteco que de tan alegre te hiciera llorar o caer en un ensueño de bosque y milpas multitudinarias, pero el violín de viento y amaneceres le ha sido secuestrado por el comandante de aquel pelotón de militares que han subido a la sierra a decapitar todo asomo de insurgencia, a asesinar, incendiar, violar mujeres jóvenes y abuelas, como en Zongolica o en las montañas de Chiapas o Guerrero, a pisotear cualquier reclamo de dignidad, porque es que ya no se puede vivir así y, sin embargo, se vive..., sobrevive, pero ya es tiempo de que no, del ya nunca más al pie de la muerte estéril, comiendo lodo y heces con los nietos y los hijos en este mundo podrido, ¡carajo! Pero papá grande no calla, también tiene cantos para conjurar el frío de las noches, e historias aún más antiguas traídas del pasado, desde el tras más allá de sus abuelos fundacionales, desde el panteón de los originarios, y le contesta al pequeño que, en el principio, los hombres eran hombres, así nomás, hasta que un dios juguetón y maligno hubo de inventar a los hombres egoístas, a los caníbales del propio ser, y estos sumirían al mundo en la oscuridad, en la noche del miedo y el robo. Entonces, la gente de paz, los primeros hombres de aquellos tiempos, o más hacia estos días, hoy, tal vez mañana o trasmañana, cuando lleguen tiempos mejores en la piel de nuestros descendientes, tendrán que dejar ellos de ser hombres y mujeres de paz para volverse guerreros, para intentar traer de nuevo la paz a la tierra, para que el hombre vuelva a ser hombre, así nomás.
Pero los hombres devoradores de hombres son poderosos, y tienen a su servicio ejércitos completos de perros rabiosos, de inteligencias perturbadas. La batalla será larga y terrible, tal vez nunca termine. Por ello el abuelo debe ir a lomo de borrico por su violín y su música, mientras sus hijos apuestan su vida y pierden, porque esto es una guerra.
El Violín.
El Violín es un poema fílmico, teñido en un blanco y negro de cinema verité de belleza terrible, es la mirada de un niño que lleva el canto del papá grande más allá de su muerte absurda, a pesar de que para el abuelo hermoso “se acabó la música”, El violín es un niño que lleva las armas truncadas de su padre más allá del olor de la pólvora, más allá de las torturas y la infamia y la locura y la estupidez y la maldad.
No, la música no se acabó, la llevo aquí en un callejón adolorido del alma, junto al violín de nuestro abuelo.
emeequis