QUE ALGUIEN DIGA DE QUE NO SE CREEN DUEÑOS LOS YUNQUISTAS!!
Revista Siempre
El presidente de Acción Nacional, Manuel Espino, ha tomado demasiado en serio el artículo 67 de los estatutos del PAN: “El presidente de Acción Nacional lo será también del Comité Ejecutivo Nacional, de la Asamblea Nacional, de la Convención Nacional y del Consejo Nacional”. Es decir, se cree dueño del partido al que pertenece.
Las tronantes declaraciones que acaba de dar en Mérida, Yucatán, vuelven a exhibirlo como un hombre más cercano a una derecha fascista e intolerante, radical y rupturista que al humanismo democrático redactado en los documentos básicos de Acción Nacional.
A la manera de un fiscal de la SS nazi lanzó amenazas y acusaciones con la evidente finalidad de amedrentar al presidente Felipe Calderón y, de paso, al secretario de Gobernación: “… está claro lo que es el Partido Acción Nacional y lo que es el gobierno y que no pretendan buscar un esquema de partido de Estado”. Por ello, vino la reacción inmediata de Ramírez Acuña: “Que presente las pruebas”.
Más que una conciencia, Espino es un ultra que busca, él sí, convertir al PAN en refugio de los intereses foxistas. El senador Federico Döring lo dijo con claridad: “Espino carece de calidad moral para hacer ese tipo de señalamientos. El fue impuesto por Los Pinos”. Léase: por la pareja presidencial, lo que lleva a concluir que el ex presidente y la ex vicepresidenta buscan manipular, ellos sí, la vida interna del PAN para contrarrestar el poder de Calderón.
El activismo de la pareja para mantener y hacer crecer su poder económico-político es evidente. Lo hace sin discreción, consideración o escrúpulo alguno al gobierno actual. Las presiones a Los Pinos deben ser tan fuertes que Calderón y su gabinete han comenzado a hacer algunos intentos para deslindarse del gobierno foxista. En la gira por Juchitán, Oaxaca, aprovechó para decir: “México es distinto a como era hace apenas cuatro o cinco meses, cuando estuvo en peligro por un enorme vacío de liderazgo y el abandono de los asuntos públicos”.
Las observaciones que la Auditoría Superior de la Federación acaba de hacer a la Cuenta Pública 2005 demuestran que el gobierno de Fox se distinguió por la corrupción y el tráfico de influencias. ¿De qué tamaño serán las irregularidades que Calderón, para pintar su raya, ordenó que las secretarías y dependencias den respuesta inmediata a las observaciones hechas? Dicho de otra manera, hubo un claro mensaje para Fox y su esposa: mi gobierno no es tapadera de nadie.
Espino acierta al señalar que el blanquiazul no debe convertirse en un partido de Estado, pero se equivoca al pretender esclavizar al Ejecutivo federal. En ningún país del mundo un partido pone grilletes o bozal a sus funcionarios públicos. Una cosa es que el Consejo Político del PAN exija a sus militantes, especialmente al Presidente de la República, no desviarse de los principios básicos del órgano que lo llevó al poder, y otra que Espino pretenda convertir al partido en el poder en un juzgado medioeval, donde, él, por supuesto, sería el inquisidor para pasar por la hoguera a todo panista que le caiga mal.
En las amenazas de Espino subyace la tradicional tentación que ha existido en muchos ex presidentes por seguir gobernando y la necesidad del nuevo mandatario por defender su autonomía y liderazgo. Calderón, como Presidente de la República, tiene derecho a influir sobre su partido. Esas son las reglas no escritas del poder. Reglas que no debería desconocer Espino, sobre todo por su estrecha relación con el Partido Popular español; un partido que aceptó del entonces presidente José María Aznar todo tipo de regaños, sugerencias, imposiciones e influencias. ¿Acaso no lo hizo aprobar la participación de España en la arbitraria invasión a Irak?
Lo interesante de la disputa es definir no sólo para el PAN, sino para el PRD y el PRI, ¿cuál debe ser —en la naciente democracia mexicana— la relación entre un jefe de Estado y su partido político? ¿La sana distancia con la que Ernesto Zedillo confinó al PRI al ostracismo y a la pobreza o el sano acercamiento al que se refirió recientemente Calderón?
Así como ha comenzado a redefinirse y a modernizarse la relación entre el Poder Ejecutivo, Legislativo y Judicial con miras a pasar de la parálisis a la construcción de acuerdos, así también tendrá que encontrarse un punto de equilibrio entre el Presidente de la República en turno y el partido que lo puso en Los Pinos.
Espino, por lo tanto, debería estar concentrado en reunirse con la militancia panista, estudiosos y académicos para tratar de construir una propuesta novedosa que pudiera imprimir mayor madurez política a relaciones que, por su naturaleza, siempre resultan conflictivas. ¿Quién es el líder ideológico y político, el presidente del partido o el Presidente de la República? ¿Qué papel debe jugar uno y otro ante la militancia y la sociedad?
A Espino, sin embargo, únicamente le preocupa su futuro personal y por supuesto el de quienes, con toda y su supuesta lucha por la autodeterminación del PAN, lo pusieron donde está.