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lunes, 5 de marzo de 2007

EL ESPURIO ALCOHOLICO TROPEZO DE NUEVO Y .....

Con la misma piedra

Por: Eduardo Ibarra Aguirre
Fecha publicación: 05/03/2007


El ser humano es el único animal -racional, por supuesto- que se tropieza con la misma piedra. Y no una, sino repetidas veces.

Con la misma piedra decide toparse Felipe de Jesús Calderón Hinojosa cuando todavía no se cumple la primera década del rescate carretero.

El rescate fue ordenado por el entonces presidente Ernesto Zedillo Ponce de León -actualmente empleado plurinominal, porque cobra en varias nóminas de trasnacionales como Union Pacific a la que primero benefició como inquilino de Los Pinos-, con el decreto del 27 de agosto de 1997 para el fomento de vías concesionadas, mediante pagarés de indemnización de carreteras, que ordenaba también que las instituciones del Estado tomaran la deuda de los concesionarios, que hoy supera los 170 mil millones de pesos y que son administrados por el Fideicomiso de Apoyo para el Rescate de Autopistas Concesionadas.

Rescates para los dueños de México: carretero, bancario, azucarero y lo que la ciudadanía permita que se acumule.

Subsidios para los pobres y los miserables, o pobres extremos para decirlo en lenguaje políticamente correcto. El ejercicio recurrente de estas políticas puede conducir al populismo, al decir de la gobernante derecha mexicana que 25 años después persiste en la mercadolatría y el acatamiento de los lineamientos del denominado Consenso de Washington.

Calderón Hinojosa y el grupo gobernante reproducen, contumaces, el No hay más ruta que la nuestra que inauguró Miguel de la Madrid Hurtado a costa de escindir al Revolucionario Institucional. Reprodujo ilimitadamente Carlos Salinas de Gortari previa caída del sistema del 6 de julio de 1988, la aniquilación física de cientos de adversarios y el posterior enriquecimiento monumental de sus socios, amigos y él en primer lugar. Continuó eficazmente Zedillo sin cuidar ni las formas al emplearse con los corporativos que favoreció como presidente. Y persistió con Vicente Fox Quesada, quien con todo y la imagen de bufón e ignorante no obstó para que entregara nuevas porciones de la riqueza energética al gran capital.

Como “una inversión histórica” en la construcción y mantenimiento de las redes de comunicación, llama el michoacano al objetivo de su administración en la materia.

“Palabra cumplida. 4 mil 75 kilómetros de autopistas”, ostentaban Salinas de Gortari y Emilio Gamboa Patrón, “lo que equivale a cuatro veces más lo realizado por nuestro país en un cuarto de siglo” (Forum 23, XII-93).

Y tres años más tarde la historia del “Estado es, por naturaleza, un administrador ineficiente y corrupto”, se venía por los suelos, junto con la promesa de los precios bajos para el usuario, merced a la eficiencia y la rentabilidad que auspiciaría la libre competencia.

El rescate carretero, enseguida el bancario -el peor saqueo que ha padecido México en toda su historia- y el azucarero mostraron que la iniciativa privada no es necesariamente una administradora más eficiente ni menos corrupta que el gobierno. Y que éste último puede hacerlo mejor si está rodeado del equilibrio de poderes, la participación ciudadana y por mecanismos institucionales de transparencia y rendición de cuentas.

Ahora el argumento es la falta de dinero, “el presupuesto no alcanza” y “conseguir dinero de un solo golpe”.

Ni en el discurso oficial ni en las prácticas gubernamentales, ni en la formación académica ni en la ideológica de Calderón Hinojosa, tienen cabida una verdadera política de austeridad republicana, gravar de manera justa a la riqueza extrema, recaudar impuestos entre los dueños de México que nunca los han pagado, eliminar las exenciones para las operaciones bursátiles, el duopolio televisivo y el oligopolio radiofónico, por ejemplo.

Los apoyos en campaña electoral cuestan y esas facturas se pagan.