DESAFIO
Diario Libertad: Rafael Loret de Mola
*Juegos de Palabras
*Política Superflua
*Una Vieja Crónica
Los gobernados saben, muy bien, que sólo los ingenuos creen en los ampulosos discursos de los políticos. Podría aplicarse aquella antigua sentencia usada para socavar a los nacionales de un país del sur del continente: se puede comprar a un político por el valor de lo que hace y venderlo de acuerdo a lo que dice. El negocio sería redondo, excepcionalmente redituable. Porque, desde luego, en más de una ocasión la reiteración de las frases y el énfasis puesto en ellas es suficiente para modificar la visión de los hechos sobre todo en los pueblos poco informados y en los que, además, se extiende la idea de cuán aburrido resulta el análisis político.
Detrás de las cortinas de la fraseología desbordada se concentran, las más de las veces, las verdaderas intenciones. Y sólo en algunas ocasiones el subconsciente traiciona a los oradores siempre preocupados por sus propios perfiles y los grados de simpatía que despiertan en los demás. Y es en este punto en donde la revisión de ciertos discursos resulta, cuando menos, divertida.
He seguido, en los últimos días, las secuencias retóricas de tres jefes de gobierno: el de México, Felipe Calderón, el de los Estados Unidos, George Bush junior, y el de España, José Luis Rodríguez Zapatero. Y en los tres he encontrado una coincidencia notable: bajo presión develan, si bien con el camuflaje de los galimatías, algunas circunstancias que permanecen ocultas a la vista de los profanos. Sin duda descubrirlas permite ahondar un poco hasta superar la sostenida superficialidad de la política moderna tan arraigada en los terrenos de la demagogia.
Tres frases:
1.- Rodríguez Zapatero -¡a tus zapatos!, piden los ibéricos cansados de sus vaivenes-, aseveró hace algunos días, pausadamente y con relación a las denuncias de la oposición sobre sus posibles negociaciones soterradas con el grupo terrorista ETA: “Este gobierno –por el suyo- no es el primero que cede ante ETA...” La intención, claro, era plantear que la administración del derechista y chaplinesco José María Aznar, siempre preocupado por arreglarse el cabello cuando discursa, igualmente había brindado salidas a los extremistas vascos y ahora carecen de autoridad moral para acusar al régimen de izquierda empeñado en arreglar la conflictiva... hasta las elecciones del año venidero, claro.
2.- Felipe Calderón Hinojosa, en la víspera de su encuentro con el norteamericano Bush en Yucatán, deslizó, con fervor nacionalista, que jamás aceptaría el papel de “ariete” a favor de los intereses estadounidenses. Con ello, naturalmente, abrió la especulación acerca de quienes, entre sus antecesores, sí habían cumplido con tal misión además de reconocer, así fuese veladamente, haber sido convocado para seguir la línea... acaso como parte del pago de facturas.
3.- George junior, por su parte, produjo varias sentencias controvertidas durante su visita a suelo mexicano. Primero, insistió en que “los mexicanos deben ser tratados con dignidad”. Esto es una orientación a futuro porque en el presente, sencillamente, tal no se da en donde dominan y gobiernan los poderosos e insondables agentes de la Border Patrol y sus asesores, los “minuteman”. Después, se comprometió a “hacer todo lo que yo pueda” para procurar una nueva relación hacia los inmigrantes mexicanos en los Estados Unidos, trasladando con ello la responsabilidad por restricciones y persecuciones al Congreso en donde manda la mayoría demócrata. Muy conveniente, por supuesto.
Debate
En cada caso y en cada escenario se evidencia la fácil demagogia de los políticos empeñados en ganar tiempo, perdiéndolo. También la cada vez mayor polarización política que acaso deviene de un entorno dominado por las visiones fundamentalistas. Lo mismo cuando se enfrentan el occidente y las naciones del Islam, en lo que los líderes de éstas llaman “una guerra santa” extendiendo el horror sobre los inocentes atrapados por los “daños colaterales”, que al calor de las discusiones bizantinas con contenidos verbales explosivos.
Una muestra: desde el atentado de ETA en el aeropuerto de Madrid, el 30 de diciembre de 2006, los “caudillos” –parafraseemos a los franquistas- de los dos partidos con mayor representatividad se han concentrado en un diálogo entre sordos para dirimir controversias tan profundas como, por ejemplo, la incorporación de la palabra “libertad” en las leyendas que deberían airearse con motivo de la manifestación multitudinaria contra los terroristas asesinos. Por encima del debate de fondo, las formas dispuestas para justificar ausencias y armar marchas paralelas con el sello partidista por delante. Las interpretaciones consiguieron mayor cobertura que el dolor de víctimas y afrentados.
En la misma línea, los mandatarios de México y los Estados Unidos urdieron la manera de ganar reflectores sin extender compromisos en serio, salvo repetir las mismas cantaletas de siempre sobre los vínculos vecinales y la preocupación del poderoso por la postración del débil. Todo ello en medio de las bataholas desatadas por la presencia del jefe de la Casa Blanca quien, seguramente, debe haber medido, en carne propia, cuanto rencor acumulado priva en Latinoamérica y por qué, en cuanto se trata de elevar el rostro ante la prepotencia, cualquier mesiánico puede convertirse en líder si repite los lugares comunes contra el gobierno de Washington.
Pero, ¿qué es eso de ser ariete?¿Acaso la confirmación de los condicionamientos de la gran potencia universal para asegurar el porvenir de quienes le sirven? Esto es, si se asumen como “arietes” los mandatarios estarán a salvo, como lo están, por ejemplo, Carlos Salinas, Ernesto Zedillo y Vicente Fox, nómadas entre foros diversos que se entretienen con la pasarela de personajes controvertidos a quienes nadie persigue, ni molesta, a pesar de los saldos deficitarios, brutales diríamos, de sus actuaciones presidenciales.
Ahora bien, si Calderón rechaza tal papel, diferenciándose de sus antecesores se entiende, ¿cuál es su proyecto alternativo para amortizar las presiones del vecino insondable?¿Sólo “exigirle” un nuevo trato como si pudiera México poner condiciones? Del histrionismo a la ingenuidad sólo parece haber un paso.
El Reto
La demagogia reina sobre las interrelaciones políticas de nuestra era. Más todavía cuando los protagonistas de la vida pública intentan quedar bien con los auditorios circunstanciales sin medir las consecuencias de sus discursos. No se olvide lo que le sucedió al Papa Benedicto XVI al acudir a una universidad anglosajona y permitirse una sentencia sobre el “mal” representado por el Islam. Ni la rectificación ni las disculpas, con la proverbial humildad de los Pontífices, amortiguaron las reacciones públicas de quienes se sintieron lastimados por aquellas palabras. No es, desde luego, Jesús arrojando a los fariseos del templo.
Lo grave del asunto es que, desde abajo, por donde deambulamos los comunes, cada vez es mayor la confusión al tiempo de que se hace imperativo interpretar, cada quien de acuerdo a su personal criterio, hechos y filípicas. De allí, por supuesto, la polarización que se extrema en naciones, como México y España, en donde las facciones se vuelven intransigentes dando la impresión de que ni siquiera comparten el mismo idioma.
La sociedad, eso sí, paga siempre por los errores de cálculo y las palabras ligeras con que los demagogos se cubren las espaldas.
La Anécdota
Sobre el valor de las palabras aprendí, hace ya muchos años, que un mero error de imprenta puede causar un estropicio mayor. Escribía, en la lejana década de los setenta, croniquillas sobre el espectáculo taurino, hoy bajo el debate igualmente sectario. Y me permití enviar una nota con una cabeza así:
“Se anuncia cartelazo para el 22”
La participación del artista inolvidable, Manolo Martínez, al lado de Eloy Cavazos, motivaba la sentencia. Sin embargo, la nota cayó en manos de un corrector poco diestro en materia taurina y, al final de cuentas, se publicó bajo el encabezado siguiente:
“Se anuncia cuartelazo en la 22”.
Las calles son nombradas por números en no pocas ciudades del interior del país. Y, desde luego, en donde leyeron la información en cuestión comenzaron a instalar barricadas. Una sola vocal hizo la diferencia.
*Juegos de Palabras
*Política Superflua
*Una Vieja Crónica
Los gobernados saben, muy bien, que sólo los ingenuos creen en los ampulosos discursos de los políticos. Podría aplicarse aquella antigua sentencia usada para socavar a los nacionales de un país del sur del continente: se puede comprar a un político por el valor de lo que hace y venderlo de acuerdo a lo que dice. El negocio sería redondo, excepcionalmente redituable. Porque, desde luego, en más de una ocasión la reiteración de las frases y el énfasis puesto en ellas es suficiente para modificar la visión de los hechos sobre todo en los pueblos poco informados y en los que, además, se extiende la idea de cuán aburrido resulta el análisis político.
Detrás de las cortinas de la fraseología desbordada se concentran, las más de las veces, las verdaderas intenciones. Y sólo en algunas ocasiones el subconsciente traiciona a los oradores siempre preocupados por sus propios perfiles y los grados de simpatía que despiertan en los demás. Y es en este punto en donde la revisión de ciertos discursos resulta, cuando menos, divertida.
He seguido, en los últimos días, las secuencias retóricas de tres jefes de gobierno: el de México, Felipe Calderón, el de los Estados Unidos, George Bush junior, y el de España, José Luis Rodríguez Zapatero. Y en los tres he encontrado una coincidencia notable: bajo presión develan, si bien con el camuflaje de los galimatías, algunas circunstancias que permanecen ocultas a la vista de los profanos. Sin duda descubrirlas permite ahondar un poco hasta superar la sostenida superficialidad de la política moderna tan arraigada en los terrenos de la demagogia.
Tres frases:
1.- Rodríguez Zapatero -¡a tus zapatos!, piden los ibéricos cansados de sus vaivenes-, aseveró hace algunos días, pausadamente y con relación a las denuncias de la oposición sobre sus posibles negociaciones soterradas con el grupo terrorista ETA: “Este gobierno –por el suyo- no es el primero que cede ante ETA...” La intención, claro, era plantear que la administración del derechista y chaplinesco José María Aznar, siempre preocupado por arreglarse el cabello cuando discursa, igualmente había brindado salidas a los extremistas vascos y ahora carecen de autoridad moral para acusar al régimen de izquierda empeñado en arreglar la conflictiva... hasta las elecciones del año venidero, claro.
2.- Felipe Calderón Hinojosa, en la víspera de su encuentro con el norteamericano Bush en Yucatán, deslizó, con fervor nacionalista, que jamás aceptaría el papel de “ariete” a favor de los intereses estadounidenses. Con ello, naturalmente, abrió la especulación acerca de quienes, entre sus antecesores, sí habían cumplido con tal misión además de reconocer, así fuese veladamente, haber sido convocado para seguir la línea... acaso como parte del pago de facturas.
3.- George junior, por su parte, produjo varias sentencias controvertidas durante su visita a suelo mexicano. Primero, insistió en que “los mexicanos deben ser tratados con dignidad”. Esto es una orientación a futuro porque en el presente, sencillamente, tal no se da en donde dominan y gobiernan los poderosos e insondables agentes de la Border Patrol y sus asesores, los “minuteman”. Después, se comprometió a “hacer todo lo que yo pueda” para procurar una nueva relación hacia los inmigrantes mexicanos en los Estados Unidos, trasladando con ello la responsabilidad por restricciones y persecuciones al Congreso en donde manda la mayoría demócrata. Muy conveniente, por supuesto.
Debate
En cada caso y en cada escenario se evidencia la fácil demagogia de los políticos empeñados en ganar tiempo, perdiéndolo. También la cada vez mayor polarización política que acaso deviene de un entorno dominado por las visiones fundamentalistas. Lo mismo cuando se enfrentan el occidente y las naciones del Islam, en lo que los líderes de éstas llaman “una guerra santa” extendiendo el horror sobre los inocentes atrapados por los “daños colaterales”, que al calor de las discusiones bizantinas con contenidos verbales explosivos.
Una muestra: desde el atentado de ETA en el aeropuerto de Madrid, el 30 de diciembre de 2006, los “caudillos” –parafraseemos a los franquistas- de los dos partidos con mayor representatividad se han concentrado en un diálogo entre sordos para dirimir controversias tan profundas como, por ejemplo, la incorporación de la palabra “libertad” en las leyendas que deberían airearse con motivo de la manifestación multitudinaria contra los terroristas asesinos. Por encima del debate de fondo, las formas dispuestas para justificar ausencias y armar marchas paralelas con el sello partidista por delante. Las interpretaciones consiguieron mayor cobertura que el dolor de víctimas y afrentados.
En la misma línea, los mandatarios de México y los Estados Unidos urdieron la manera de ganar reflectores sin extender compromisos en serio, salvo repetir las mismas cantaletas de siempre sobre los vínculos vecinales y la preocupación del poderoso por la postración del débil. Todo ello en medio de las bataholas desatadas por la presencia del jefe de la Casa Blanca quien, seguramente, debe haber medido, en carne propia, cuanto rencor acumulado priva en Latinoamérica y por qué, en cuanto se trata de elevar el rostro ante la prepotencia, cualquier mesiánico puede convertirse en líder si repite los lugares comunes contra el gobierno de Washington.
Pero, ¿qué es eso de ser ariete?¿Acaso la confirmación de los condicionamientos de la gran potencia universal para asegurar el porvenir de quienes le sirven? Esto es, si se asumen como “arietes” los mandatarios estarán a salvo, como lo están, por ejemplo, Carlos Salinas, Ernesto Zedillo y Vicente Fox, nómadas entre foros diversos que se entretienen con la pasarela de personajes controvertidos a quienes nadie persigue, ni molesta, a pesar de los saldos deficitarios, brutales diríamos, de sus actuaciones presidenciales.
Ahora bien, si Calderón rechaza tal papel, diferenciándose de sus antecesores se entiende, ¿cuál es su proyecto alternativo para amortizar las presiones del vecino insondable?¿Sólo “exigirle” un nuevo trato como si pudiera México poner condiciones? Del histrionismo a la ingenuidad sólo parece haber un paso.
El Reto
La demagogia reina sobre las interrelaciones políticas de nuestra era. Más todavía cuando los protagonistas de la vida pública intentan quedar bien con los auditorios circunstanciales sin medir las consecuencias de sus discursos. No se olvide lo que le sucedió al Papa Benedicto XVI al acudir a una universidad anglosajona y permitirse una sentencia sobre el “mal” representado por el Islam. Ni la rectificación ni las disculpas, con la proverbial humildad de los Pontífices, amortiguaron las reacciones públicas de quienes se sintieron lastimados por aquellas palabras. No es, desde luego, Jesús arrojando a los fariseos del templo.
Lo grave del asunto es que, desde abajo, por donde deambulamos los comunes, cada vez es mayor la confusión al tiempo de que se hace imperativo interpretar, cada quien de acuerdo a su personal criterio, hechos y filípicas. De allí, por supuesto, la polarización que se extrema en naciones, como México y España, en donde las facciones se vuelven intransigentes dando la impresión de que ni siquiera comparten el mismo idioma.
La sociedad, eso sí, paga siempre por los errores de cálculo y las palabras ligeras con que los demagogos se cubren las espaldas.
La Anécdota
Sobre el valor de las palabras aprendí, hace ya muchos años, que un mero error de imprenta puede causar un estropicio mayor. Escribía, en la lejana década de los setenta, croniquillas sobre el espectáculo taurino, hoy bajo el debate igualmente sectario. Y me permití enviar una nota con una cabeza así:
“Se anuncia cartelazo para el 22”
La participación del artista inolvidable, Manolo Martínez, al lado de Eloy Cavazos, motivaba la sentencia. Sin embargo, la nota cayó en manos de un corrector poco diestro en materia taurina y, al final de cuentas, se publicó bajo el encabezado siguiente:
“Se anuncia cuartelazo en la 22”.
Las calles son nombradas por números en no pocas ciudades del interior del país. Y, desde luego, en donde leyeron la información en cuestión comenzaron a instalar barricadas. Una sola vocal hizo la diferencia.