EN CASA DEL HERRERO, ASADON DE PALO
La Jornada
Ana María Aragonés
Con qué cara se puede hablar de migración
La nota de La Jornada (11 de febrero) en la que se muestra la bestialidad de los agentes federales y del Instituto Nacional de Migración al interceptar un ferrocarril de la linea Chiapas-Mayab en el que viajaban cerca de 500 indocumentados centroamericanos es inaceptable. En este tren había también mujeres -una de ellas embarazada- y niños, y a pesar de ello, todos fueron detenidos con lujo de violencia. Una gran parte resultó con lesiones y a una mujer le tuvo que ser amputado un pie. Fueron vejados y golpeados; los testimonios señalan que se veía a los indocumentados saltar del tren y correr para no ser detenidos. Esto no puede aceptarse. Menos aún cuando sabemos que se trata de operativos apoyados por las autoridades, ya que es la respuesta del gobierno de México ante las exigencias estadunidenses de ser el cuello de botella para hacerle el trabajo sucio. ¡Y sí que lo hacen sucio!
Pero, ¿cómo se puede armar una estrategia con personas que tienen las mismas necesidades de los migrantes mexicanos o de cualquier parte del mundo? Es aberrante que el gobierno mexicano, cuando se trata de trabajadores mexicanos que intentan pasar al otro lado de la frontera en forma indocumentada señale que son personas decentes, que sólo buscan un trabajo para poder apoyar a sus familias, pero, ¿qué pasa con los centroamericanos? ¿No son también personas decentes que únicamente quieren alcanzar una vida mejor? Qué terrible tener que aceptar que "afortunadamente" muchos de nuestros migrantes pueden pasar la frontera norte, y aunque se enfrentan a terribles peligros, como los Minuteman, la Patrulla Fronteriza, el caudal del río, pero que nada de eso es comparable con lo que sufrirán los migrantes que intentan pasar por el sur, señalado por muchos autores como la frontera maldita.
México participa en forma creciente en el fenómeno migratorio, y lo más lamentable es que vamos a seguir aportando fuerza de trabajo a la potencia del norte, pues, por un lado, Estados Unidos tiene enormes requerimientos laborales y, por el otro, el proyecto nacional de Felipe Calderón no logrará revertir la pobreza ni las desigualdades sociales. No se han aumentado los recursos aplicados a programas sociales ni se está incrementando la infraestructura en sectores tales como educación y salud, ni se plantea incorporar en forma productiva a los diversos sectores de la sociedad con lo que se superarían esas graves formas de asistencialismo.
Calderón apuesta a la inversión extranjera directa para superar los problemas de empleo y pobreza, tal como planteaba Salinas de Gortari en su momento y que resultó equivocado, como muestra la historia reciente del país. Por ejemplo, la inversión extranjera directa creció de 1994 a 2005 en 72.5 por ciento, en tanto que el salario mínimo real disminuyó en 21.4 por ciento en el mismo periodo. El personal ocupado en la industria manufacturera para los mismos años disminuyó 9.7 por ciento y fueron las maquiladoras las que mostraron un incremento de 100 por ciento en el personal ocupado, o sea, que nuestra capacidad industrial es bajísima, por no decir nula. En tanto, el desempleo abierto creció en 2.2 por ciento entre 1994-2004. En consecuencia, la población migrante temporal creció 54.7 por ciento de 1995 a 2003, es decir, pasó de 387 mil 66 personas a 598 mil 954. Esto sin contar a los indocumentados, que para estas fechas ya eran cerca de 6 millones de trabajadores.
Por otra parte, pensar que en diez años "Estados Unidos nos va a suplicar que enviemos trabajadores", tal como alguien señaló en un arranque de optimismo, porque las condiciones demográficas de México van a incidir en los flujos migratorios, resulta muy poco probable. Si el llamado bono demográfico no viene acompañado de un crecimiento económico importante, esta ventaja se diluye, pues la declinación de las tasas de fecundidad en sí mismas no son garantía de prosperidad. Para sacar provecho al bono demográfico se necesitan políticas efectivas en áreas como la educación, la economía y la gobernación, según señala un informe reciente del proyecto Population Matters.
Las políticas de gobierno deben tomar en cuenta que estabilizar las condiciones macroeconómicas deben proporcionar al mismo tiempo trabajo productivo y bien remunerado. Sólo así estaríamos en camino de revertir la tendencia migratoria y de eliminar de una vez por todas las tragedias y vejaciones de nuestras fronteras, de este mundo injusto y violador de los derechos humanos. Y sólo así se podría tener otra cara al hablar de migración.
¿Para cuándo, señores del gobierno?
Ana María Aragonés
La nota de La Jornada (11 de febrero) en la que se muestra la bestialidad de los agentes federales y del Instituto Nacional de Migración al interceptar un ferrocarril de la linea Chiapas-Mayab en el que viajaban cerca de 500 indocumentados centroamericanos es inaceptable. En este tren había también mujeres -una de ellas embarazada- y niños, y a pesar de ello, todos fueron detenidos con lujo de violencia. Una gran parte resultó con lesiones y a una mujer le tuvo que ser amputado un pie. Fueron vejados y golpeados; los testimonios señalan que se veía a los indocumentados saltar del tren y correr para no ser detenidos. Esto no puede aceptarse. Menos aún cuando sabemos que se trata de operativos apoyados por las autoridades, ya que es la respuesta del gobierno de México ante las exigencias estadunidenses de ser el cuello de botella para hacerle el trabajo sucio. ¡Y sí que lo hacen sucio!
Pero, ¿cómo se puede armar una estrategia con personas que tienen las mismas necesidades de los migrantes mexicanos o de cualquier parte del mundo? Es aberrante que el gobierno mexicano, cuando se trata de trabajadores mexicanos que intentan pasar al otro lado de la frontera en forma indocumentada señale que son personas decentes, que sólo buscan un trabajo para poder apoyar a sus familias, pero, ¿qué pasa con los centroamericanos? ¿No son también personas decentes que únicamente quieren alcanzar una vida mejor? Qué terrible tener que aceptar que "afortunadamente" muchos de nuestros migrantes pueden pasar la frontera norte, y aunque se enfrentan a terribles peligros, como los Minuteman, la Patrulla Fronteriza, el caudal del río, pero que nada de eso es comparable con lo que sufrirán los migrantes que intentan pasar por el sur, señalado por muchos autores como la frontera maldita.
México participa en forma creciente en el fenómeno migratorio, y lo más lamentable es que vamos a seguir aportando fuerza de trabajo a la potencia del norte, pues, por un lado, Estados Unidos tiene enormes requerimientos laborales y, por el otro, el proyecto nacional de Felipe Calderón no logrará revertir la pobreza ni las desigualdades sociales. No se han aumentado los recursos aplicados a programas sociales ni se está incrementando la infraestructura en sectores tales como educación y salud, ni se plantea incorporar en forma productiva a los diversos sectores de la sociedad con lo que se superarían esas graves formas de asistencialismo.
Calderón apuesta a la inversión extranjera directa para superar los problemas de empleo y pobreza, tal como planteaba Salinas de Gortari en su momento y que resultó equivocado, como muestra la historia reciente del país. Por ejemplo, la inversión extranjera directa creció de 1994 a 2005 en 72.5 por ciento, en tanto que el salario mínimo real disminuyó en 21.4 por ciento en el mismo periodo. El personal ocupado en la industria manufacturera para los mismos años disminuyó 9.7 por ciento y fueron las maquiladoras las que mostraron un incremento de 100 por ciento en el personal ocupado, o sea, que nuestra capacidad industrial es bajísima, por no decir nula. En tanto, el desempleo abierto creció en 2.2 por ciento entre 1994-2004. En consecuencia, la población migrante temporal creció 54.7 por ciento de 1995 a 2003, es decir, pasó de 387 mil 66 personas a 598 mil 954. Esto sin contar a los indocumentados, que para estas fechas ya eran cerca de 6 millones de trabajadores.
Por otra parte, pensar que en diez años "Estados Unidos nos va a suplicar que enviemos trabajadores", tal como alguien señaló en un arranque de optimismo, porque las condiciones demográficas de México van a incidir en los flujos migratorios, resulta muy poco probable. Si el llamado bono demográfico no viene acompañado de un crecimiento económico importante, esta ventaja se diluye, pues la declinación de las tasas de fecundidad en sí mismas no son garantía de prosperidad. Para sacar provecho al bono demográfico se necesitan políticas efectivas en áreas como la educación, la economía y la gobernación, según señala un informe reciente del proyecto Population Matters.
Las políticas de gobierno deben tomar en cuenta que estabilizar las condiciones macroeconómicas deben proporcionar al mismo tiempo trabajo productivo y bien remunerado. Sólo así estaríamos en camino de revertir la tendencia migratoria y de eliminar de una vez por todas las tragedias y vejaciones de nuestras fronteras, de este mundo injusto y violador de los derechos humanos. Y sólo así se podría tener otra cara al hablar de migración.
¿Para cuándo, señores del gobierno?