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miércoles, 28 de febrero de 2007

DESDE SU NACIMIENTO EL PRD HA SALIDO ADELANTE CONTRA VIENTO Y MAREA

Una mayoría de izquierda

Alejandro Encinas Rodríguez
28 de febrero de 2007

Tras la represión al movimiento estudiantil de 1968 y la guerra sucia de los años 70, la izquierda mexicana ha experimentado al menos dos grandes transformaciones que la condujeron a su incorporación a la vida política electoral y a alcanzar niveles importantes de competitividad y de representación política.

La primera de ellas parte de la decisión del Partido Comunista Mexicano de postular en las elecciones federales de 1976 a Valentín Campa Salazar como candidato independiente a la Presidencia de la República.

Cuentan los dirigentes comunistas de entonces que en una reunión tras el proceso electoral con el secretario de Gobernación, Jesús Reyes Heroles, éste reconoció una copiosa y poco esperada votación a favor de Campa Salazar, estimada en miles de votos, lo que aunado al agotamiento de un sistema político profundamente autoritario que hacía crisis con la candidatura única del partido de Estado, abriría la puerta a una reforma política que incorporaba a nuevos partidos al espectro político y en particular a los comunistas a la lucha legal.

Aunado a ello, los comunistas desarrollaron un replanteamiento ideológico que cuestionaba los viejos paradigmas que habían regido su discurso durante décadas. Dogmas como el de "dictadura del proletariado" cedían paso a la reivindicación democrática y a la búsqueda de transformaciones políticas y sociales por la vía electoral. La izquierda hacía suyo el discurso de la democracia.

Ello condujo a las primeras representaciones en órganos legislativos, federales, locales y municipales, y a los primeros triunfos en diversos ayuntamientos del país, y propició la unificación de diversas organizaciones políticas que se sumaban a la lucha democrática. Así, tras la Coalición de Izquierda que participó en las elecciones de 1979, se crea el Partido Socialista Unificado de México y más adelante al Partido Mexicano Socialista (PMS).

Una segunda transformación se da a partir de la ruptura de la Corriente Democrática con el PRI y la formación del Frente Democrático Nacional, al que se suma el PMS, tras la declinación de la candidatura de Heberto Castillo en favor de Cuauhtémoc Cárdenas.

Tras los resultados electorales y al borde de una crisis política, se convoca a la formación de un nuevo partido, lo que canaliza en gran medida al movimiento popular que acompañó al ingeniero Cárdenas, y si bien no logra mantener la cohesión del FDN e incorporar al amplio espectro social que apoyó el proceso electoral, permitió enfrentar una ofensiva que pretendía impedir la formación del nuevo partido, el PRD, al que se negó el registro legal -por lo que el PMS cedió su registro- y se le persiguió violentamente mediante el asesinato de cientos de perredistas en el país.

Pese a la adversidad, el PRD se acreditó en la política nacional, amplió su presencia territorial y los resultados electorales favorables en los municipios, se traducen pronto en victorias estatales, de manera particular el triunfo en 1997 en la ciudad de México le da un posicionamiento fundamental.

En este contexto, más allá de la valoración de los recientes resultados electorales, la izquierda se encuentra frente a una tercera gran transformación, cuyo eje -además de enfrentar al igual que en 88 la ofensiva de una derecha intolerante- reside en dar un paso definitivo para conformar una mayoría y conducir al país.

A diferencia de 1988, la coalición Por el Bien de Todos se ha mantenido a partir de la creación del Frente Amplio Progresista, figura que si logra superar el ámbito de las alianzas electorales coyunturales puede conformarse en un proyecto político de largo plazo, capaz de aglutinar una fuerza mayoritaria. A la par, la Convención Nacional Democrática y el "gobierno legítimo, encauzan un movimiento social que ha rebasado las estructuras de los partidos y articulan nuevas formas de organización y movilización política.

Por ello debe entenderse este movimiento -que ha hecho una afrenta a las instituciones- como uno que plantea la transformación radical del sistema político vigente, con un ingrediente adicional, inherente a su posibilidad de éxito: como un movimiento cívico y pacífico.

En este contexto, el papel del FAP y en especial del PRD es el de acompañar la iniciativa de un proyecto que requiere dejar atrás los linderos partidarios para abrirse a nuevas expresiones de la sociedad. Lo peor que le puede suceder hoy al PRD es la instauración de una corriente hegemónica que por sí misma no garantice los cambios que se necesitan -lo que además lo llevaría a una ruptura inevitable-, pues la experiencia demuestra que cuando un grupo se enquista en el aparato partidario, prevalece el interés de grupo por encima del proyecto transformador, pues toda corriente hegemónica es por su propia naturaleza conservadora.