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martes, 20 de febrero de 2007

DESAFIO

Diario Libertad: Rafael Loret de Mola

*Plazo para Gobernar
*Confesiones Inútiles
*Los Tontuelos de Fox

Dicen que los plazos se cumplen; y los señores senadores ya tienen uno con la aprobación de una larga mayoría. Doce meses para proveer al Estado mexicano de una reforma integral capaz de desatar los candados de la ingobernabilidad, la mayor de las herencias del antiguo régimen que la primera alternancia aumentó. El anecdotario político recogerá que fue un priísta de viejo cuño, el sonorense Manlio Fabio Beltrones, cuya veleidosa conducta tras el asesinato de Luis Donaldo Colosio en 1994 exhibió el amafiado comportamiento de los hombres del poder, el autor de la iniciativa. Los malos de la película aparecen ahora como los “buenos” -–a ver quien se los cree-- por obra y gracia de la evolución nacional sin libreto posible.

Al parecer se trata de encontrar las coincidencias dormidas entre los protagonistas de la vida institucional con el propósito de superar la polarización paralizante. De allí la euforia con la que se planteó, de inicio, la moción camaral: se dijo que se demostraba con ella el impulso legislativo destinado a superar la crispación. Todavía en diciembre pasado tal perspectiva, alegó Beltrones, parecía inalcanzable. Sólo que, desde luego, faltan los consensos porque, por ahora, sólo se aprecian intenciones.

No estamos muy convencidos, por ejemplo, que perredistas y panistas puedan coincidir en el origen del mal; los primeros arremeterán contra los rescoldos del presidencialismo antidemocrático y los segundos, claro, insistirá en la relevancia de consolidar el mandato del Ejecutivo federal. Los priístas, por su parte, son fieles amigos de la demagogia y podrán hacer cohabitar el discurso en pro de la democracia con la praxis cernida al viejo modelo de la fortaleza de la voluntad central. Los hilos conductores no alcanzan para dirimir una controversia de esta magnitud.

Ya hemos anotado que, en serio, el único cambio sustantivo sería variar de régimen, esto es finiquitando al autoritarismo concentrador de funciones y privilegios ara dar cauce a un parlamentarismo maduro en el que los acentos sectarios fuesen sólo referencias superficiales y los acuerdos se dieran en obsequio a los intereses colectivos, esto es libres de los prejuicios partidistas y los propósitos de vendettas tantas veces infecundas. El asunto es quién se animará a dar el primer paso porque los opositores más desbordados, digamos los perredistas intransigentes, son también rehenes de los mesianismos y calculan que su abanderado, autonombrado “presidente legítimo”, debe llegar al poder con todas las prerrogativas del caso para poner en orden a la derecha y lanzarse a la aventura de un proyecto alternativo cargado hacia la izquierda.

De hecho, el mayor de los conflictos es la deformación política entre los mexicanos que impide observar cualidades en los adversarios políticos y concentra las virtudes en el grupo propio. El maniqueísmo de siempre, situados todos entre el bien y el mal absolutos, que eleva los niveles de crispación y actualiza las viejas pugnas entre liberales y conservadores que arrastramos desde la proclamación de la Independencia y mucho más atrás también.

Otra cosa: será imposible avanzar hacia los consensos necesarios si no se dan los deslindes históricos fundamentales no sólo para condenar a los predadores del pasado sino, sobre todo, para zanjar las controversias sobre las desviaciones funestas que nos arrojaron al precipicio. Mientras no se dé este paso, las palabras serán únicamente flores del mal, esto es de la demagogia.

Debate

Cuando Miguel de la Madrid, por televisión y en cadena nacional, aceptó que su partido, el PRI, había perdido las elecciones presidenciales de 1988, en una confesión de parte que, por supuesto, debió ser base para un seguimiento político y hasta judicial –se trastornó, nada menos, el destino nacional-, únicamente optó, a toro pasado, por rectificar sus palabras aduciendo que se habían mal interpretado aun cuando la grabación no dejaba lugar a dudas: la confirmación flagrante del fraude comicial por el cual pudo instalarse en la Presidencia su heredero, Carlos Salinas.

El señor Vicente Fox, sin separarse de su oráculo femenino y a imitación de quien fue su antecesor, tardó menos en evidenciarse, apenas dos meses y medio tras su finiquito presidencial. El más reciente de los “ex” declaró, sin rubor alguno, que con la “victoria” de Calderón él, Vicente, se había “desquitado” de Andrés Manuel López Obrador. Esto es, por supuesto, la aceptación, también flagrante, de la intervención del poder central para asegurar la continuidad política a modo y, con ella, la consumación de un nuevo fraude contra la democracia. Es decir, en la misma línea del señor De la Madrid por mucho que luego intente acomodar sus palabras para evadirse de la tremenda confesión.

Con estos antecedentes, ofensivos y cínicos, ¿será posible avanzar hacia la conciliación necesaria sin librarnos de los lastres de la impudicia, la complicidad partidista y el amafiamiento desde el poder? Y otra cosa, ¿encuentran loa amables lectores alguna diferencia entre el proceder del priísta De la Madrid y el panista Fox, separados sólo por dieciocho años de actuaciones paralelas? Salta a la vista el engaño mayúsculo que deriva de la proclamación del cambio democrático.

Recuérdese que, desde el punto de vista jurídico, el reconocimiento histórico a un gobierno de facto, esto es de no de derecho sino de hecho, podría desembocar en una crisis institucional de efectos devastadores: la anulación de cuanto se hubiese firmado en los periodos respectivos, confirmada la ilegitimidad de sus orígenes. Y, con ello, estaríamos ante una auténtica revolución jurídica, estructural diríamos, sin necesidad de brutales derramamientos de sangre. Menos mal, apunto, que los tiempos son otros.

Además, ¿qué se espera para iniciar los respectivos procesos contra los defraudadores confesos?¿Qué se les extienda, como en el caso de Echeverría, la impunidad por ancianidad y decrepitud mental? De la Madrid y Fox todavía tienen capacidad de responder pero no será por mucho tiempo; por fortuna, no son inmortales.

El Reto

En fin, quiérase o no, el Congreso, cuando menos el Senado, ya hizo su parte así fuese a iniciativa de la fracción priísta que tampoco urde sobre su pasado. ¿Y el titular del Ejecutivo federal, cuándo? Él tiene la posibilidad de optar por el consabido espaldarazo a su antecesor o cumplir con su deber primigenio, esto es la construcción de una verdadera democracia a partir de derrumbar los cimientos podridos de la sostenida demagogia. Para lo primero sólo requiere extender la complicidad; para lo segundo, un severo acto de contrición por el cual compartiría culpas electorales para intentar, tras la penitencia, ganar la historia. Es el desafío que determinará si Felipe Calderón es, sencillamente, un político común, cortado con la tijera de la colusión, o un hombre de Estado con visión de futuro. No es poca cosa.

Por otra parte, que nadie se rasgue las vestiduras si se persigue, en serio, a alguno de los ex mandatarios predadores. La experiencia en Latinoamérica confirma que las depuraciones profundas acaban por ser excepcionalmente útiles y no destructivas, como se cree en México, por el prurito de proteger la imagen presidencial extendiendo las complicidades. Como Echeverría, asido a la fatalidad cronológica, ya eludió a la justicia y a cuantos le señalan como genocida, toca el turno a los grades defraudadores electorales y a quienes, por ellos, se convirtieron, nada más, en usurpadores.

La Anécdota

Miércoles 16 de mayo de 2001, en la oficina del presidente de la República en Los Pinos. Vicente Fox se atreve a reflexionar ante este columnista –“Confidencias Peligrosas”, Océano, 2002-:

--Ellos (los del PAN), en plan de puros pen....., querían que no ofreciera ni prometiera nada. ¿Y como íbamos entonces a ganar las elecciones?

La confidencia, difundida hace casi cinco años ya, sirve hoy de antecedente para unir el arranque con el final escandaloso del mandatario “del cambio”. Y, además, ofrece la oportunidad única de medir, al mismo tiempo, lo que significa para un ególatra la estructura de su partido con todo y sus correligionarios, útiles sólo para su propia exaltación. ¿Democracia? Por favor, no la difamemos más.