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viernes, 9 de febrero de 2007

DESAFIO

Rafael Loret de Mola

* Vicios Resistentes
* Gobernadores Sucios
* Sentencia Histórica

Por la democracia, desde luego, no puede justificarse la permanencia en cargos ejecutivos superiores de aquellos elementos repudiados, sin defensa posible, asidos a los veneros del poder mediante negociaciones reñidas con ética e ideología. Así, en Puebla, un mandatario se sostiene en contra del clamor popular y del olor nauseabundo de las redes de pederastas tan bien protegidas; en Oaxaca, a su vez, otro se considera “vencedor” y extiende premios pecuniarios a quienes fueron ajenos a los señalamientos sobre la pérdida sustantiva de su autoridad moral a golpes de represión, altanería e insensibilidad. En otra perspectiva, lo mismo en Aguascalientes que en Yucatán –sobre casi toda la geografía patria-, la nueva clase política confirma, a cada rato, la resistencia de los viejos vicios, corregidos y aumentados, exaltando los usos autoritarios como sustentos de continuidad o cruzando chantajes en la cúpula del poder.

Una democracia madura, contra lo que postulan los justificadores de oficio, no termina en las urnas ni puede consolidarse a punta de acuerdos soterrados obviamente reñidos con el mandato emanado de la soberanía popular. Para algunos, acaso tales términos sólo confirman la caducidad de los conceptos. ¿Soberanía popular sobre la evidencia de que una apretada minoría, no mayor al 35 por ciento de cuantos sufragaron en julio pasado, es la que gobierna sin la menor intención de abrir las puertas a la pluralidad salvo cuando se requiera, más bien, el aliento de la complicidad?

Una democracia viva, y vigente, debe construirse cada día si bien los excesos son igualmente deformadores. No se olviden, como muestra, los ejercicios de Andrés Manuel López Obrador, cuando se instaló en el Palacio del Ayuntamiento de la ciudad de México, destinados a preguntarles a sus gobernados hasta si aceptaban o no los husos horarios. La pretendida consulta permanente, fundamentada en lo que el mencionado personaje consideraba su “vocación democrática”, causó baja rápidamente sobre todo porque el dispendio de recursos derivó en una pobre, más bien nimia respuesta dela sociedad hastiada de convocatorias con sabor a kermés pueblerina.

Sin llegar a los extremos es evidente que quienes ocupan cargos sometidos al aval de la ciudadanía –la práctica debiera extenderse al aparato judicial en lo que toca, por ejemplo, a los ministros de la Corte, los magistrados y también, en la esfera del Ejecutivo, al procurador general-, caminan en sentido contrario a los proyectos avalados por los votantes si bien se dicen recipiendarios del apoyo colectivo como si los sufragios fueran una patente de corso contra cualquier auditoría política. ¿Y si se separan de sus deberes y caen en lo contrario de lo que postularon cuando buscaban el voto ciudadano? Suele ocurrir, porque el poder transforma, que el síndrome del redentor se mantenga aun cuando se nieguen los principios torales y, por ejemplo, la cruzada por el cambio se empantane en pro de la continuidad, su antónimo. Pongan los nombres, amables lectores.

La anterior podría ser una apretada síntesis de cuanto ha sido la evolución de nuestro sistema pese a la alternancia de 2000 y las amargas secuelas de 2006. Las estentóreas arengas de campaña duran lo que un suspiro bajo el peso de las negociaciones sectarias. Así, el vencido PRI se salió con la suya: los execrables permanecen, en los gobiernos estatales y también en el Congreso, como muestra fehaciente de que el sistema resiste y arrastra los antiguos vicios con los que asegura la manipulación colectiva.

Debate

Las protestas no cesan, y podrán ser o no multitudinarias sin que la “soberanía popular” se imponga. Y, claro, las interpretaciones hacen lo suyo. ¿Recuerdan e desdén con el cual López Obrador, el mayor de los manifestantes de México, observó al masivo pronunciamiento contra la violencia urbana en el Distrito Federal unos meses antes de iniciar su andadura hacia la candidatura presidencial? Pese a la contundencia y vehemencia de la larga marcha de protesta no cesó en minimizarla arguyendo que se trataba de una campaña sesgada en su contra. En cambio, ¡cuánto valor le concedió a la concentración, también masiva, en contra de su desafuero unas semanas después!

Los nubarrones del sectarismo no permiten determinar, de manera puntual y certera, hasta que punto la voz popular debe ser vista como un mandato ineludible. Y el mal no es exclusivo de México. Hace unos días, por ejemplo, Madrid fue escenario de sendas marchas contra el terrorismo; la primera, con el aval del gobierno “socialista”, no registró una condena tajante contra el grupo terrorista ETA; la segunda, con el aval del derechista Partido Popular, centró en la demanda de cese a cualquier negociación su fundamento si bien aquello terminó con una dura repulsa al jefe del gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, demasiado listo y demasiado tibio con relación al angustiante asunto. Cada quien vio los resultados de cada manifestación de acuerdo a su propio cristal. Y la ciudadanía, como en México, quedó atrapada entre los usos e interpretaciones facciosas.

Así, en nuestro país. ¿Es razonable que Mario Marín Torres, el poblano protector de empresarios sin moral pero muy generosos en materia de financiamiento proselitista, permanezca en el gobierno de su entidad contra el evidente rechazo no sólo de sus coterráneos, o de la evidente mayoría de éstos, sino de la opinión publica nacional? Y, por favor, que no se pretenda marginar a los demás mexicanos negándoles el derecho a opinar sobre los “asuntos internos” den una entidad “soberana” cuando el numen del asunto nos involucra, dolorosamente, a todos. No más hipocresías.

En la misma línea, la permanencia de Ulises Ruiz en Oaxaca es contraria a toda lógica política. Más bien enferma por la ausencia de autoridad moral y la pobre ética de quienes medran con su sostenimiento considerándolo “necesario” para frenar los caminos de la anarquía... cuando fue evidente la incapacidad del personaje frente a la crisis desatada desde el centro del país con evidente dedicatoria política. El chantaje dio lugar a otro y, de nueva cuenta, la ciudadanía se quedó en medio, en estado de indefensión ante la fuerza inescrutable del poder reflejo.

El Reto

Pasa algo similar entre los gobernadores de filiación panista. En Aguascalientes, un mandatario, Luis Armando Reynoso Femat, se insubordina contra su partido, procede sin consensos y después negocia con la cúpula central para asegurarse impunidad y recorrido. Le basta con la bendición presidencial y los controles estatales sin someterse al designio general.

Y en Yucatán, otro mandatario panista, Patricio Patrón Laviada, demasiado blando con el cacicazgo cerverista que le precedió acabó siguiendo el antiguo libreto para extender cooptaciones partidistas y asegurar con ellas la continuidad a modo. Las consecuencias están a la vista. Los yucatecos son testigos del episodio más grotesco de los tiempos de las negociaciones sin sustento ideológico ni moral: una ex panista, la señorita Ana Rosa Payán, de ultraderecha, se presenta como abanderada de una causa a la que ella misma llamó “comunistoide”. El revoltijo es francamente escandaloso y nauseabundo.

¿Es ésta, pues, la democracia a la que aspiramos? Es decir un modelo en el que la soberanía popular es sólo un recurso retórico y no una máxima, dijéramos una doctrina fundamental. Lo peor es que los sufragantes siguen siendo víctimas propiciatorias del peor de los antídotos: la amnesia colectiva. Abundaremos.

La Anécdota

A la llegada de Fox a la Presidencia se vindicó el derecho de los mandatarios estatales a aspirar a la Primera magistratura del país. Ya lo había dicho, a finales de la década de los cincuenta, el ex presidente Miguel Alemán al analizar las cualidades del candidato priísta, Adolfo López Mateos:

--¡Lástima que no ha sido gobernador...! –exclamó, para puntualizar la importancia de haber ejercido algún mando territorial como sólida academia para intentar llegar a mayores alturas-.

Felipe Calderón lo intentó pero se quedó en el camino: fue tercero en la lid por la gubernatura de Michoacán, hace doce años, vencido por los abanderados del PRI y el PRD. Y no pudo ganar en su entidad como aspirante a la Presidencia aun cuando, de acuerdo a las estadísticas oficiales, fuese el triunfador en la lid nacional.

Quizá esta falla en su formación política pudiera ser la clave para determinar y explicar los vaivenes de su carácter.