DESAFIO
Rafael Loret de Mola
*Liderazgo Perdido
*Segundas Ediciones
*Celebridad Mexicana
México, por obra y gracia de las asimetrías políticas, no marcha en la misma dirección de las hermanas naciones de Latinoamérica. Y yo no sé si sea para bien. Es un hecho incontrovertible la tendencia a favor de la izquierda como efecto natural no sólo del rechazo al gobierno de Washington, descalificado por su atroz injerentismo y su exaltada vocación belicista, sino también como explicable validación a los movimientos sociales a favor de las vindicaciones populares siquiera para contrarrestar la proverbial desigualdad clasista tan arraigada en la región. Vamos, en este sentido, contra la historia.
Recientemente, en Davós, Suiza –el país de las redituables neutralidades-, los mandatarios de México y Brasil, Felipe Calderón y Lula da Silva, mantuvieron posiciones equidistantes, acaso irreconciliables, sobre el porvenir de nuestro continente. El primero, con inocultable ansiedad oportunista, intentó llamar la atención sobre la seguridad que ofrece nuestro país a los inversionistas foráneos porque “no se expropia nada” en una sentencia claramente tendenciosa; Lula replicó, con mano suave y tono enérgico, que en todo caso los presidentes de Venezuela y Bolivia, en donde sí es marcada la política hacia la estatización de empresas estratégicas administradas con alevosía –esto es sin consideraciones sociales-, habían sido electos sin sospecha, democráticamente y, en el caso de Hugo Chávez, hasta tres veces. Esto es como si la reelección fuese una expresión saludable de democracia madura. ¿Lo es, realmente, a pesar de las viejas y conocidas historias de caudillos y caciques?
A la pretendida apertura financiera exaltada y promovida por las autoridades mexicanas se le apareció el espectro de la cerrazón política cuyo saldo continuista no permite observar la perspectiva sin acentos sectarios, esto es liberada de prejuicios y lugares comunes que situaron como “peligros” todas las expresiones políticas contrarias a la derecha. No se olvide que la misma cantaleta utilizada para denostar al abanderado de la coalición en el ámbito nacional, sirvió también para vencer al priísta Arturo Zamora en Jalisco sin que después de la contienda electoral se fincara a éste responsiva alguna por los múltiples señalamientos sobre presuntos vínculos criminales. Palabras, como sombras, nada más.
El lastre que arrastra la administración de Calderón es obviamente muy pesado, tanto que en el exterior se revierten los términos: los empresarios alemanes, por ejemplo, observaron como “peligroso” el convite en donde Calderón sería invitado y optaron por cancelarlo en la víspera misma. La imagen que se está dando hacia fuera no es la de la plataforma ideal para las inversiones sin riesgos de expropiaciones a mediano y largo plazo. Esto es como si en México jamás se hubiera dado un paso semejante en la apretada historia de la centuria anterior. Habría que recordar lo sucedido con la industria petrolera, en 1938, la electricidad, en la década de los sesenta, y los bancos en 1982. Como si se tratara de ciclos fatales.
Tampoco pueden olvidarse las consecuencias. Así como el general Lázaro Cárdenas, tras lanzar fuera de nuestras fronteras a las compañías inglesas que explotaban nuestro subsuelo, fue elevado hacia la heroicidad, a José López Portillo, quien decidió discrecionalmente nacionalizar los bancos, los dueños del gran capital no sólo no lo perdonaron sino lo convirtieron en una dantesca caricatura bajo el simplismo de su propia frivolidad. No hablamos de dos naciones, sí de dos caminos bifurcados.
Debate
La loza que sigue pesando, y una barbaridad, es la de la ilegitimidad política aun cuando el referente ya parezca cantaleta desgastada. Fue de esta dura condición de la que se asió Lula como un velado reproche a su colega mexicano cuando éste lanzó en el Foro Económico Mundial las “garantías” que México ofrecía como señales de estabilidad frente a las turbulencias del sur del continente atrapadas por la politización, en ocasiones extremas, y el retorno del sueño bolivariano como opción latinoamericana ante la globalización imparable.
No es razonable, por tanto, que el representante de la nación que exaltó la defensa de su patrimonio, incluso de su soberanía, contra la ilimitada ambición de los colonizadores insensibles casi al finalizar la década de los treinta y en el turbulento lapso entre las dos guerras mundiales, sea hoy quien decida rechazar, de modo discrecional subrayo, cualquier reordenación fundamentada en la concepción nacionalista no siempre feliz. Dicho esto, cabe reiterar, convencidos de que las medidas extremas por lo general resultan contraproducentes, más aún en una época en donde el poder no tiene contrapesos y en un territorio tan tremendamente competido.
Esto es como si la historia de México hubiese comenzado en el 2000 y sin desviaciones además. ¿Será esta razón por la cual el señor Calderón busca a su antecesor para lisonjearle aun cuando éste extendió los pantanos en los que a punto estuvo de encallar la continuidad de la derecha en el poder presidencial? No se olvide cuanto traicionó el rancherito de San Cristóbal quien, quizá aletargado por la chillona voz de su consorte, pretende retornar para aprovechar, él sí, la otra tendencia de la izquierda latinoamericana, la reeleccionista, y sus derivados populistas extremos, como los del peruano Alan García.
Los políticos mexicanos, por desgracia, suelen imitar lo malo aunque, muchas veces, se quedan a mitad del camino. Por ejemplo, la fallida estatización de la banca, cuyo fracaso se adjudicó al aristocrático López Portillo quien se lanzó contra las porfirianas estirpes, negando sus raíces pero sin separarse de los acentos gregarios –por esta paradoja se condenó a sí mismo-, no culminó ni fue redituable para el país, más bien lo contrario, a causa de la penosa, automática regresión de Miguel de la Madrid, el sucesor, quien acabó premiando, con la más escandalosa indemnización de la historia –esto es contra el patrimonio de los mexicanos- a los expropiados que supieron poner sus fortunas a buen recaudo, extendiéndolas.
El gobierno y los políticos se equivocan, a cada rato; pero quienes perdemos somos los mexicanos. Hacia la derecha o la izquierda.
El Reto
El lujo que no pueden permitirse México y su gobierno es el de pretender vivir en una burbuja tan vulnerable como las de jabón. Porque, para colmo, tampoco hay claridad en la visión oficial hacia el norte pues se han elevado las condiciones del agio internacional por efecto mismo de la vulnerabilidad del aparato oficial. La ansiedad, que domina a Felipe Calderón, a quien tanto se le dificulta mostrarse como líder capaz de aglutinar, se tradujo, en su reciente periplo europeo, en más y más ofertas mexicanas con escasos beneficios hacia dentro; la especulación siempre se traduce en fugas de capitales.
Una cosa son las buenas intenciones –“escobita nueva siempre barre bien”-, y otra muy distinta la capacidad operativa de un gobierno que lo mismo insiste en la urgencia de “recuperar” el papel de liderazgo de México en Latinoamérica –perdido, se entiende, por los costosos traspiés de la derecha-, que pretende desfondar los proyectos ajenos con una actitud tan oportunista como falsaria. Los verdaderos líderes marchan juntos con quienes aglutina y no en sentido contrario.
*Liderazgo Perdido
*Segundas Ediciones
*Celebridad Mexicana
México, por obra y gracia de las asimetrías políticas, no marcha en la misma dirección de las hermanas naciones de Latinoamérica. Y yo no sé si sea para bien. Es un hecho incontrovertible la tendencia a favor de la izquierda como efecto natural no sólo del rechazo al gobierno de Washington, descalificado por su atroz injerentismo y su exaltada vocación belicista, sino también como explicable validación a los movimientos sociales a favor de las vindicaciones populares siquiera para contrarrestar la proverbial desigualdad clasista tan arraigada en la región. Vamos, en este sentido, contra la historia.
Recientemente, en Davós, Suiza –el país de las redituables neutralidades-, los mandatarios de México y Brasil, Felipe Calderón y Lula da Silva, mantuvieron posiciones equidistantes, acaso irreconciliables, sobre el porvenir de nuestro continente. El primero, con inocultable ansiedad oportunista, intentó llamar la atención sobre la seguridad que ofrece nuestro país a los inversionistas foráneos porque “no se expropia nada” en una sentencia claramente tendenciosa; Lula replicó, con mano suave y tono enérgico, que en todo caso los presidentes de Venezuela y Bolivia, en donde sí es marcada la política hacia la estatización de empresas estratégicas administradas con alevosía –esto es sin consideraciones sociales-, habían sido electos sin sospecha, democráticamente y, en el caso de Hugo Chávez, hasta tres veces. Esto es como si la reelección fuese una expresión saludable de democracia madura. ¿Lo es, realmente, a pesar de las viejas y conocidas historias de caudillos y caciques?
A la pretendida apertura financiera exaltada y promovida por las autoridades mexicanas se le apareció el espectro de la cerrazón política cuyo saldo continuista no permite observar la perspectiva sin acentos sectarios, esto es liberada de prejuicios y lugares comunes que situaron como “peligros” todas las expresiones políticas contrarias a la derecha. No se olvide que la misma cantaleta utilizada para denostar al abanderado de la coalición en el ámbito nacional, sirvió también para vencer al priísta Arturo Zamora en Jalisco sin que después de la contienda electoral se fincara a éste responsiva alguna por los múltiples señalamientos sobre presuntos vínculos criminales. Palabras, como sombras, nada más.
El lastre que arrastra la administración de Calderón es obviamente muy pesado, tanto que en el exterior se revierten los términos: los empresarios alemanes, por ejemplo, observaron como “peligroso” el convite en donde Calderón sería invitado y optaron por cancelarlo en la víspera misma. La imagen que se está dando hacia fuera no es la de la plataforma ideal para las inversiones sin riesgos de expropiaciones a mediano y largo plazo. Esto es como si en México jamás se hubiera dado un paso semejante en la apretada historia de la centuria anterior. Habría que recordar lo sucedido con la industria petrolera, en 1938, la electricidad, en la década de los sesenta, y los bancos en 1982. Como si se tratara de ciclos fatales.
Tampoco pueden olvidarse las consecuencias. Así como el general Lázaro Cárdenas, tras lanzar fuera de nuestras fronteras a las compañías inglesas que explotaban nuestro subsuelo, fue elevado hacia la heroicidad, a José López Portillo, quien decidió discrecionalmente nacionalizar los bancos, los dueños del gran capital no sólo no lo perdonaron sino lo convirtieron en una dantesca caricatura bajo el simplismo de su propia frivolidad. No hablamos de dos naciones, sí de dos caminos bifurcados.
Debate
La loza que sigue pesando, y una barbaridad, es la de la ilegitimidad política aun cuando el referente ya parezca cantaleta desgastada. Fue de esta dura condición de la que se asió Lula como un velado reproche a su colega mexicano cuando éste lanzó en el Foro Económico Mundial las “garantías” que México ofrecía como señales de estabilidad frente a las turbulencias del sur del continente atrapadas por la politización, en ocasiones extremas, y el retorno del sueño bolivariano como opción latinoamericana ante la globalización imparable.
No es razonable, por tanto, que el representante de la nación que exaltó la defensa de su patrimonio, incluso de su soberanía, contra la ilimitada ambición de los colonizadores insensibles casi al finalizar la década de los treinta y en el turbulento lapso entre las dos guerras mundiales, sea hoy quien decida rechazar, de modo discrecional subrayo, cualquier reordenación fundamentada en la concepción nacionalista no siempre feliz. Dicho esto, cabe reiterar, convencidos de que las medidas extremas por lo general resultan contraproducentes, más aún en una época en donde el poder no tiene contrapesos y en un territorio tan tremendamente competido.
Esto es como si la historia de México hubiese comenzado en el 2000 y sin desviaciones además. ¿Será esta razón por la cual el señor Calderón busca a su antecesor para lisonjearle aun cuando éste extendió los pantanos en los que a punto estuvo de encallar la continuidad de la derecha en el poder presidencial? No se olvide cuanto traicionó el rancherito de San Cristóbal quien, quizá aletargado por la chillona voz de su consorte, pretende retornar para aprovechar, él sí, la otra tendencia de la izquierda latinoamericana, la reeleccionista, y sus derivados populistas extremos, como los del peruano Alan García.
Los políticos mexicanos, por desgracia, suelen imitar lo malo aunque, muchas veces, se quedan a mitad del camino. Por ejemplo, la fallida estatización de la banca, cuyo fracaso se adjudicó al aristocrático López Portillo quien se lanzó contra las porfirianas estirpes, negando sus raíces pero sin separarse de los acentos gregarios –por esta paradoja se condenó a sí mismo-, no culminó ni fue redituable para el país, más bien lo contrario, a causa de la penosa, automática regresión de Miguel de la Madrid, el sucesor, quien acabó premiando, con la más escandalosa indemnización de la historia –esto es contra el patrimonio de los mexicanos- a los expropiados que supieron poner sus fortunas a buen recaudo, extendiéndolas.
El gobierno y los políticos se equivocan, a cada rato; pero quienes perdemos somos los mexicanos. Hacia la derecha o la izquierda.
El Reto
El lujo que no pueden permitirse México y su gobierno es el de pretender vivir en una burbuja tan vulnerable como las de jabón. Porque, para colmo, tampoco hay claridad en la visión oficial hacia el norte pues se han elevado las condiciones del agio internacional por efecto mismo de la vulnerabilidad del aparato oficial. La ansiedad, que domina a Felipe Calderón, a quien tanto se le dificulta mostrarse como líder capaz de aglutinar, se tradujo, en su reciente periplo europeo, en más y más ofertas mexicanas con escasos beneficios hacia dentro; la especulación siempre se traduce en fugas de capitales.
Una cosa son las buenas intenciones –“escobita nueva siempre barre bien”-, y otra muy distinta la capacidad operativa de un gobierno que lo mismo insiste en la urgencia de “recuperar” el papel de liderazgo de México en Latinoamérica –perdido, se entiende, por los costosos traspiés de la derecha-, que pretende desfondar los proyectos ajenos con una actitud tan oportunista como falsaria. Los verdaderos líderes marchan juntos con quienes aglutina y no en sentido contrario.
Es la hora de las definiciones para el presidente Calderón.
La Anécdota
En las vísperas de la visita del mandatario mexicano a España, los medios de comunicación ibéricos no mostraron en exhibir cuál es, según ellos, el “verdadero” rostro de nuestro país a través de los conocidos estigmas.
La Anécdota
En las vísperas de la visita del mandatario mexicano a España, los medios de comunicación ibéricos no mostraron en exhibir cuál es, según ellos, el “verdadero” rostro de nuestro país a través de los conocidos estigmas.
Así, Televisión Española difundió, en horario nocturno estelar, sendos reportajes sobre las mujeres asesinadas de Ciudad Juárez –sin mencionar que en su territorio los crímenes de género son cotidianos y en una media muy superior a la registrada en la permanentemente señalada urbe fronteriza-, y las madres que “venden” a sus hijos en Chiapas para resolver así el flagelo de la miseria. Dos rostros brutales que, sin duda, generaron interés entre los inversionistas especuladores.
Y el diario ABC de Madrid dedicó toda su contraportada, nada menos, a la muy célebre Juana Barraza Samperio con un titular conmovedor: “Un año sin la Mataviejitas”. Los malosos que no faltan, estudiantes mexicanos para ser específicos, filtraron el complemento a la sentencia: “Pero dos meses con Felipe”.
El perfil negativo de la nación sirve para debilitar la capacidad negociadora de su gobierno. Abundaremos.