INDICADOR POLITICO
Carlos Ramírez
Espino y el cascabel al PAN priísta
Absurdo regresar a partido de Estado
En esos giros extraños que da la política, los críticos del partido del Estado en los tiempos del PRI son hoy los censuradores de la independencia del presidente del PAN respecto al presidente panista de la república y los que piden el sometimiento de Manuel Espino a Felipe Calderón.
Los conflictos de Calderón con el presidente nacional del PAN tienen un trasfondo de definiciones: el presidente de la república cayó en la tentación de someter a su partido a los dictados del gobierno, justamente todo contra lo que luchó el PAN en el pasado. Así, el PAN sería el neo PRI: el PAN como el partido de Estado.
A mediano plazo, la disputa por el PAN entre Calderón y Espino revela referencias sucesorias: Calderón quiere someter al PAN para imponer las candidaturas a gobernador, legisladores y la presidencial del 2006. Como en los tiempos del PRI, Calderón aspira al poder metaconstitucional de jefe de Estado, jefe de gobierno y jefe máximo de su partido.
Espino, en cambio, representa las tradiciones del PAN: un partido ajeno a la estructura del Estado y del gobierno. El PAN nació como partido para enfrentar el viejo vicio priísta de articular el partido al Estado, a costa de restarle autonomía política a la sociedad y a la militancia. Inclusive, el PAN como partido eludió una estructuración masiva, corporativa y militante y se consagró a la apertura de espacios políticos para la sociedad.
Las fricciones de Calderón-Espino tienen que ver con la relación del partido con el gobierno federal. El presidente Calderón no parece haber aprendido las lecciones del priísmo en cuya estructura el presidente de la república --por el poder político, el control presupuestal y el dominio electoral-- dominaba a su partido. En ese contexto surgió el concepto del presidente de la república como el jefe máximo del partido en el poder.
Pero esa estructura de poder contribuyó a anular al PRI como partido político y a dejarlo como apéndice del ejecutivo federal. Los colapsos en el PRI fueron provocados por situaciones de autonomía del presidente del partido respecto al presidente de la república. El caso más simbólico fue el de Carlos A. Madrazo con el presidente Díaz Ordaz.
La declinación política del PRI fue correlativa a su subordinación a la autoridad presidencial. Los presidentes de la república trataron a los presidentes de partido como empleados de segunda. Pero lo grave fue que el partido dejó de ser un espacio de organización real de los grupos sociales y la estructura de poder del Estado priísta comenzó a desgastarse.
Las diferencias Calderón-Espino tienen que ver con la definición del papel del PAN en el segundo sexenio panista en el poder presidencial. Fox quiso manipular al partido pero la dinámica de grupos y corrientes se lo impidió: no pudo conseguir la presidencia del CEN, su candidato presidencial Santiago Creel salió derrotado en la elección interna democrática y perdió la batalla para empanizar a su esposa Marta Sahagún.
Ahora viene la ofensiva de Calderón, olvidando que la autonomía del PAN pudo darle la candidatura presidencial. La imposición de Mariana Gómez del Campo, prima hermana de su esposa Margarita Zavala, como dirigente del PAN en el DF dejó las pistas de un PAN dominado por la estructura familiar del presidente de la república. Luego vino la reconvención presidencial a una opinión de Espino sobre a lucha contra el terrorismo.
El fondo radica en la decisión de Calderón de someter al PAN a las decisiones presidenciales y convertir al partido en un brazo del poder ejecutivo. Espino, en cambio, quiere posicionar al PAN en su propio espacio político e ideológico en el cual los intereses y limitaciones del gobierno federal serían un lastre. Calderón quiere un PAN igual al PRI del pasado en la estructura de poder del Estado y del gobierno. Espino tiene el espacio de un papel más activo del PAN en las relaciones internacionales por su dirigencia de la democracia cristiana internacional.
El incidente en torno a la declaración de Espino sobre las negociaciones del presidente socialista español Rodríguez Zapatero con el grupo terrorista de la ETA mostró el fondo del asunto: el presidente Calderón asumió la opinión del PAN como parte del discurso político del gobierno, es decir, sometido a los intereses del Estado. Sin embargo, Espino es presidente de un partido, no funcionario público.
Si Calderón no le deja espacio de maniobra a Espino en el PAN, entonces los panistas y aspirantes van a convertir el despacho presidencial de Los Pinos en el centro de la decisión de candidaturas panistas. Y Calderón tendrá que pagar los costos de repetir el error priísta de disminuir al partido en aras de la concentración de poder.
Y ahí se localiza una de las paradojas de Calderón: haber llegado a la candidatura presidencial panista en un acto de rebeldía contra el dominio presidencial sobre el PAN, pero ejercer el poder de la presidencia para someter al PAN a los caprichos del presidente de la república. Si el PAN pierde su autonomía del Estado y del gobierno, entonces habrá de pagar el costo político en las urnas porque la sociedad mexicana quedó harta del partido en el poder como apéndice de los caprichos del gobernante en turno.
Pero Calderón parece decidido a comportarse como un presidente de la república con los vicios priístas y convertir al PAN en un instrumento del poder presidencial. Sólo que los críticos del viejo PRI como apéndice del estado hoy regañan a Espino por su independencia.
Absurdo regresar a partido de Estado
En esos giros extraños que da la política, los críticos del partido del Estado en los tiempos del PRI son hoy los censuradores de la independencia del presidente del PAN respecto al presidente panista de la república y los que piden el sometimiento de Manuel Espino a Felipe Calderón.
Los conflictos de Calderón con el presidente nacional del PAN tienen un trasfondo de definiciones: el presidente de la república cayó en la tentación de someter a su partido a los dictados del gobierno, justamente todo contra lo que luchó el PAN en el pasado. Así, el PAN sería el neo PRI: el PAN como el partido de Estado.
A mediano plazo, la disputa por el PAN entre Calderón y Espino revela referencias sucesorias: Calderón quiere someter al PAN para imponer las candidaturas a gobernador, legisladores y la presidencial del 2006. Como en los tiempos del PRI, Calderón aspira al poder metaconstitucional de jefe de Estado, jefe de gobierno y jefe máximo de su partido.
Espino, en cambio, representa las tradiciones del PAN: un partido ajeno a la estructura del Estado y del gobierno. El PAN nació como partido para enfrentar el viejo vicio priísta de articular el partido al Estado, a costa de restarle autonomía política a la sociedad y a la militancia. Inclusive, el PAN como partido eludió una estructuración masiva, corporativa y militante y se consagró a la apertura de espacios políticos para la sociedad.
Las fricciones de Calderón-Espino tienen que ver con la relación del partido con el gobierno federal. El presidente Calderón no parece haber aprendido las lecciones del priísmo en cuya estructura el presidente de la república --por el poder político, el control presupuestal y el dominio electoral-- dominaba a su partido. En ese contexto surgió el concepto del presidente de la república como el jefe máximo del partido en el poder.
Pero esa estructura de poder contribuyó a anular al PRI como partido político y a dejarlo como apéndice del ejecutivo federal. Los colapsos en el PRI fueron provocados por situaciones de autonomía del presidente del partido respecto al presidente de la república. El caso más simbólico fue el de Carlos A. Madrazo con el presidente Díaz Ordaz.
La declinación política del PRI fue correlativa a su subordinación a la autoridad presidencial. Los presidentes de la república trataron a los presidentes de partido como empleados de segunda. Pero lo grave fue que el partido dejó de ser un espacio de organización real de los grupos sociales y la estructura de poder del Estado priísta comenzó a desgastarse.
Las diferencias Calderón-Espino tienen que ver con la definición del papel del PAN en el segundo sexenio panista en el poder presidencial. Fox quiso manipular al partido pero la dinámica de grupos y corrientes se lo impidió: no pudo conseguir la presidencia del CEN, su candidato presidencial Santiago Creel salió derrotado en la elección interna democrática y perdió la batalla para empanizar a su esposa Marta Sahagún.
Ahora viene la ofensiva de Calderón, olvidando que la autonomía del PAN pudo darle la candidatura presidencial. La imposición de Mariana Gómez del Campo, prima hermana de su esposa Margarita Zavala, como dirigente del PAN en el DF dejó las pistas de un PAN dominado por la estructura familiar del presidente de la república. Luego vino la reconvención presidencial a una opinión de Espino sobre a lucha contra el terrorismo.
El fondo radica en la decisión de Calderón de someter al PAN a las decisiones presidenciales y convertir al partido en un brazo del poder ejecutivo. Espino, en cambio, quiere posicionar al PAN en su propio espacio político e ideológico en el cual los intereses y limitaciones del gobierno federal serían un lastre. Calderón quiere un PAN igual al PRI del pasado en la estructura de poder del Estado y del gobierno. Espino tiene el espacio de un papel más activo del PAN en las relaciones internacionales por su dirigencia de la democracia cristiana internacional.
El incidente en torno a la declaración de Espino sobre las negociaciones del presidente socialista español Rodríguez Zapatero con el grupo terrorista de la ETA mostró el fondo del asunto: el presidente Calderón asumió la opinión del PAN como parte del discurso político del gobierno, es decir, sometido a los intereses del Estado. Sin embargo, Espino es presidente de un partido, no funcionario público.
Si Calderón no le deja espacio de maniobra a Espino en el PAN, entonces los panistas y aspirantes van a convertir el despacho presidencial de Los Pinos en el centro de la decisión de candidaturas panistas. Y Calderón tendrá que pagar los costos de repetir el error priísta de disminuir al partido en aras de la concentración de poder.
Y ahí se localiza una de las paradojas de Calderón: haber llegado a la candidatura presidencial panista en un acto de rebeldía contra el dominio presidencial sobre el PAN, pero ejercer el poder de la presidencia para someter al PAN a los caprichos del presidente de la república. Si el PAN pierde su autonomía del Estado y del gobierno, entonces habrá de pagar el costo político en las urnas porque la sociedad mexicana quedó harta del partido en el poder como apéndice de los caprichos del gobernante en turno.
Pero Calderón parece decidido a comportarse como un presidente de la república con los vicios priístas y convertir al PAN en un instrumento del poder presidencial. Sólo que los críticos del viejo PRI como apéndice del estado hoy regañan a Espino por su independencia.