ASIMETRIAS
Fausto Fernández Ponte
Sin Contrato Social
I
Miles de mexicanos en casi todo el país salieron a la calle el miércoles pasado para protestar por la imparable carestía de bienes y servicios de consumo básico y exigirle al gobierno que la revierta.
Esa manifestación fue, sin duda, espectacularmente muy gruesa en la capital del país, caracterizándose por su civilidad y, desde luego, por sus demandas justísimas y, sobre todo, por sus propuestas.
Los manifestantes se identifican por una peculiaridad: son, en su mayoría, hombres y mujeres cuyo ingreso --salarios, principalmente-- ha sufrido una erosión brutal de su capacidad adquisitiva.
Son víctimas, cabría subrayarse sin dubitaciones, de una perversión sistémica que los oprime. Los oprime una forma de organización económica --un sistema, pues-- sin viabilidad social.
En efecto, ese sistema carece de viabilidad social porque desprivilegia los intereses trascendentes y estratégicos de la sociedad mexicana. Vulnera esos intereses. Los socava.
Por contrapartida, dicho sistema privilegia a una élite de pudientes económica y políticamente dedicados, no sin impunidad, al saqueo de México y a la explotación aviesa del recurso humano.
Dadas esas peculiaridades del sistema, la inviabilidad social de éste es evidentísima. Es una forma de organización viable, sin duda, para la élite, la cual conforma gobierno e incluso al Estado mismo.
II
La secuela conforma un peso abrumadoramente insoslayable --por oneroso-- para el pueblo. La percepción popular es la de que el Gobierno actual y el Estado mexicano sólo sirven a los opresores.
Esa percepción se muestra en las manifestaciones como la habida a media semana, la cual tiene significados que ponen énfasis en lo propositivo para salir de la crisis: salarios de emergencia.
Pero la misma actitud propositiva de la sociedad no encuentra correspondencia en el Estado y el Gobierno, en el cual persisten una inexistencia de voluntad política para analizar las propuestas.
Esto nos lleva de sopetón --como imperativo dialéctico-- a las causales de esa ausencia de voluntad política: los intereses creados que tienen secuestrados al poder formal.
Así se ve. El estado no sólo no puede hacer nada porque los intereses creados que representa se lo impiden, pero tampoco quiere hacer algo al respecto por un su propia naturaleza elitista.
No huelga señalar que el Presidente Felipe Calderón --a quien millones de sus compatriotas consideran espurio y rehén de intereses ajenos a los del pueblo-- trató de desvirtuar la movilización.
Cierto. Don Felipe --que nos ha demostrado una grotesca vena demoagógica y oportunista-- dio instrucciones en su gobierno para, dígase sin intención sarcástica, detener la espiral alcista.
III
Por supuesto, esas instrucciones no han sido acatadas por nadie en el gabinete calderonista de secretarios de despacho, entre otras razones porque el Presidente carece de autoridad moral.
Y no solamente por eso, sino también porque son valores sobreentendidos. Los secretarios de despacho del Presidente así interpretan esas instrucciones del señor Calderón.
Pensaríase que son instrucciones giradas de dientes para afuera, como bien dícese coloquialmente, reflejando la malicia y la suspicacia del pueblo con respecto a las acciones de gobierno.
Así es. Ese escepticismo popular es, a la vez, causal y efecto. Como causal, atiza las fogaratas de la desconfianza de millones de mexicanos que emblematizan con fidelidad su composición sociocultural.
Y esa composición es la de la pobreza. El pueblo de México es un pueblo pobre, pues vive opreso en un entramado --una jaula, en realidad-- de falacias, socaliñas y añagazas de dudosa juridicidad.
Y la principal opresión es la desigualdad económica, a la que seguirían la injusticia social, por un lado, y por otro, la iniquidad en el ejercicio del poder formal y el cinismo del poder fáctico.
Podríase entender que la manifestación descorre los velos, una vez más, de que en México la convivencia social es ajena a los imperativos políticos de un contrato social. Este no existe. Y eso es peligroso.
Glosario:
Añagaza: Señuelo para coger aves. Artificio para atraer con engaño.
Aviesas: Al revés, puesto al contrario.
I
Miles de mexicanos en casi todo el país salieron a la calle el miércoles pasado para protestar por la imparable carestía de bienes y servicios de consumo básico y exigirle al gobierno que la revierta.
Esa manifestación fue, sin duda, espectacularmente muy gruesa en la capital del país, caracterizándose por su civilidad y, desde luego, por sus demandas justísimas y, sobre todo, por sus propuestas.
Los manifestantes se identifican por una peculiaridad: son, en su mayoría, hombres y mujeres cuyo ingreso --salarios, principalmente-- ha sufrido una erosión brutal de su capacidad adquisitiva.
Son víctimas, cabría subrayarse sin dubitaciones, de una perversión sistémica que los oprime. Los oprime una forma de organización económica --un sistema, pues-- sin viabilidad social.
En efecto, ese sistema carece de viabilidad social porque desprivilegia los intereses trascendentes y estratégicos de la sociedad mexicana. Vulnera esos intereses. Los socava.
Por contrapartida, dicho sistema privilegia a una élite de pudientes económica y políticamente dedicados, no sin impunidad, al saqueo de México y a la explotación aviesa del recurso humano.
Dadas esas peculiaridades del sistema, la inviabilidad social de éste es evidentísima. Es una forma de organización viable, sin duda, para la élite, la cual conforma gobierno e incluso al Estado mismo.
II
La secuela conforma un peso abrumadoramente insoslayable --por oneroso-- para el pueblo. La percepción popular es la de que el Gobierno actual y el Estado mexicano sólo sirven a los opresores.
Esa percepción se muestra en las manifestaciones como la habida a media semana, la cual tiene significados que ponen énfasis en lo propositivo para salir de la crisis: salarios de emergencia.
Pero la misma actitud propositiva de la sociedad no encuentra correspondencia en el Estado y el Gobierno, en el cual persisten una inexistencia de voluntad política para analizar las propuestas.
Esto nos lleva de sopetón --como imperativo dialéctico-- a las causales de esa ausencia de voluntad política: los intereses creados que tienen secuestrados al poder formal.
Así se ve. El estado no sólo no puede hacer nada porque los intereses creados que representa se lo impiden, pero tampoco quiere hacer algo al respecto por un su propia naturaleza elitista.
No huelga señalar que el Presidente Felipe Calderón --a quien millones de sus compatriotas consideran espurio y rehén de intereses ajenos a los del pueblo-- trató de desvirtuar la movilización.
Cierto. Don Felipe --que nos ha demostrado una grotesca vena demoagógica y oportunista-- dio instrucciones en su gobierno para, dígase sin intención sarcástica, detener la espiral alcista.
III
Por supuesto, esas instrucciones no han sido acatadas por nadie en el gabinete calderonista de secretarios de despacho, entre otras razones porque el Presidente carece de autoridad moral.
Y no solamente por eso, sino también porque son valores sobreentendidos. Los secretarios de despacho del Presidente así interpretan esas instrucciones del señor Calderón.
Pensaríase que son instrucciones giradas de dientes para afuera, como bien dícese coloquialmente, reflejando la malicia y la suspicacia del pueblo con respecto a las acciones de gobierno.
Así es. Ese escepticismo popular es, a la vez, causal y efecto. Como causal, atiza las fogaratas de la desconfianza de millones de mexicanos que emblematizan con fidelidad su composición sociocultural.
Y esa composición es la de la pobreza. El pueblo de México es un pueblo pobre, pues vive opreso en un entramado --una jaula, en realidad-- de falacias, socaliñas y añagazas de dudosa juridicidad.
Y la principal opresión es la desigualdad económica, a la que seguirían la injusticia social, por un lado, y por otro, la iniquidad en el ejercicio del poder formal y el cinismo del poder fáctico.
Podríase entender que la manifestación descorre los velos, una vez más, de que en México la convivencia social es ajena a los imperativos políticos de un contrato social. Este no existe. Y eso es peligroso.
Glosario:
Añagaza: Señuelo para coger aves. Artificio para atraer con engaño.
Aviesas: Al revés, puesto al contrario.