EL MONSTRUO DE LA LAGUNA VERDE
Marco Rascón
El monstruo no es como lo pintan
Según los vencidos, los vencedores son un monstruo, devorador horrible, que viene a destruir todo lo bueno que no fue posible. Lo bueno ha quedado en el extratiempo del "hubiera". Al ganar el monstruo, su poder no busca destruir, sino devorar e incluir.
De acuerdo con la ciencia teratológica (estudio de los monstruos), éstos han existido como producto del hombre para representar el mal a lo largo de todos los tiempos y en todas las culturas. Hay monstruos "teratinos", que son de imagen anormal y horrible; hay otros, los "andropinos", de forma humana, que son los más peligrosos, porque no los distinguimos como ostentos ni portentos, sino como la continuidad de la vida normal. La creación de monstruos está ligada al pensamiento religioso, a la ética, a lo cultural y por ello mismo, a la filosofía, el sicoanálisis y la política.
La creación de un monstruo que puede atraparnos o nos tiene atrapados ayuda a quien lo inventa para definirse a sí mismo como la parte distinta al monstruo: la derecha diciendo que el adversario es un "peligro para México"; la respuesta fue "vota, por el menos peor" . El monstruo y el héroe que lo combate estarán ligados por esencia. Es decir, si yo digo que la fuente de todos los males "es la derecha" o "la izquierda" y hago de mi adversario la representación del monstruo, eso tiene dos cualidades: la primera es hacer que me autodefina como "lo bueno" y me anteponga a "lo malo" sin tener que probarlo, lo cual sirve para que todos los que abracen mi causa limpien su expediente y pasen a estar del lado del héroe que lucha contra el monstruo. La segunda permite justificar al derrotado todos los errores y actos ante la existencia del monstruo que viene a destruirnos.
Para ello el monstruo es dibujado por los derrotados, en forma babeante, con un horno crematorio y esvásticas nazis, destruyendo la vida laica y civil, por un pensamiento arcaico feudal, religioso y fanático. Todos los que votaron contra él dice el héroe vivirán el holocausto.
Es voz general en los saludos comentar de golpe "¿cómo la ves?", y una respuesta segura es: "de la chingada", como si el pensamiento conservador, la intolerancia política y la represión no hubieran estado ahí desde hace décadas, imponiéndose bajo el régimen priísta y su anticomunismo.
Felipe Calderón es un hombre conservador y de derechas; es un monstruo distinto a Vicente Fox, cuya ventaja es que es un monstruo distinto al caricaturizado e inexacto que define el lopezobradorismo para justificar sus pifias y definirse como opción frente al "mal". Calderón es un monstruo eficiente, un antropino, cuya misión no es la destrucción, sino la continuidad.
En la teratología el peor monstruo no es el de forma más aterradora o el fácilmente identificable por su naturaleza horrorosa, sino el que se mueve en la cotidianidad y, en este caso, usa el discurso del bien. Felipe Calderón no es el monstruo que pintan los intelectuales del lopezobradorismo para justificar ellos mismos al ardid maniqueo; es simplemente el monstruo de la modernidad neoliberal, de la continuidad de la integración económica y los intereses globales y supranacionales que se sembraron desde el gobierno de Miguel de la Madrid, pasando por Carlos Salinas, Ernesto Zedillo y Vicente Fox.
Este es el monstruo para el que la izquierda actual, no la social en resistencia ni la intelectual y partidaria, tienen respuestas y una opción distinta y, por tanto, la escapatoria es presentar al imaginario progresista un monstruo que viene a destruirlo todo de manera inminente. Pintar así al monstruo no moviliza el pensamiento y la acción, sólo paraliza y confunde.
La lucha contra un monstruo que no es como lo pintan ayuda momentáneamente a que los héroes saquen bien librado su prestigio, pero no resuelve la lucha contra el verdadero monstruo y su naturaleza. Es más fácil o simple mantenerse como una referencia en lucha contra un monstruo horrible, inexacto, que frente a un monstruo que requiere ser descubierto como esencia de un mundo complejo que necesita de ideas también complejas para combatirlo. La campaña de 2006 luchó contra un monstruo primitivo a la altura de un héroe primitivo y elemental. Ese fue el error central.
La mala definición del monstruo crea confusión y desasosiego, le abre al monstruo el camino de la gobernabilidad sin contrapeso y hoy, pese a surgir de un empate real, el héroe legítimo le entregó el poder total.
Bajo el pensamiento soberbio, lineal y elemental se dirá que este reclamo por redefinir al monstruo es una manera de defenderlo. La respuesta anticipada, clara y llana es que mientras la definición del monstruo no sea real y sirva sólo para cobijo de la soberbia intelectual de unos cuantos no será posible luchar con eficiencia contra el verdadero monstruo, el que dice unificar y velar por todos, el que convoca al trabajo conjunto, el que da imagen de poder y fuerza, el que reafirma que la continuidad neoliberal no sólo es el mejor, sino el único camino.
Según los vencidos, los vencedores son un monstruo, devorador horrible, que viene a destruir todo lo bueno que no fue posible. Lo bueno ha quedado en el extratiempo del "hubiera". Al ganar el monstruo, su poder no busca destruir, sino devorar e incluir.
De acuerdo con la ciencia teratológica (estudio de los monstruos), éstos han existido como producto del hombre para representar el mal a lo largo de todos los tiempos y en todas las culturas. Hay monstruos "teratinos", que son de imagen anormal y horrible; hay otros, los "andropinos", de forma humana, que son los más peligrosos, porque no los distinguimos como ostentos ni portentos, sino como la continuidad de la vida normal. La creación de monstruos está ligada al pensamiento religioso, a la ética, a lo cultural y por ello mismo, a la filosofía, el sicoanálisis y la política.
La creación de un monstruo que puede atraparnos o nos tiene atrapados ayuda a quien lo inventa para definirse a sí mismo como la parte distinta al monstruo: la derecha diciendo que el adversario es un "peligro para México"; la respuesta fue "vota, por el menos peor" . El monstruo y el héroe que lo combate estarán ligados por esencia. Es decir, si yo digo que la fuente de todos los males "es la derecha" o "la izquierda" y hago de mi adversario la representación del monstruo, eso tiene dos cualidades: la primera es hacer que me autodefina como "lo bueno" y me anteponga a "lo malo" sin tener que probarlo, lo cual sirve para que todos los que abracen mi causa limpien su expediente y pasen a estar del lado del héroe que lucha contra el monstruo. La segunda permite justificar al derrotado todos los errores y actos ante la existencia del monstruo que viene a destruirnos.
Para ello el monstruo es dibujado por los derrotados, en forma babeante, con un horno crematorio y esvásticas nazis, destruyendo la vida laica y civil, por un pensamiento arcaico feudal, religioso y fanático. Todos los que votaron contra él dice el héroe vivirán el holocausto.
Es voz general en los saludos comentar de golpe "¿cómo la ves?", y una respuesta segura es: "de la chingada", como si el pensamiento conservador, la intolerancia política y la represión no hubieran estado ahí desde hace décadas, imponiéndose bajo el régimen priísta y su anticomunismo.
Felipe Calderón es un hombre conservador y de derechas; es un monstruo distinto a Vicente Fox, cuya ventaja es que es un monstruo distinto al caricaturizado e inexacto que define el lopezobradorismo para justificar sus pifias y definirse como opción frente al "mal". Calderón es un monstruo eficiente, un antropino, cuya misión no es la destrucción, sino la continuidad.
En la teratología el peor monstruo no es el de forma más aterradora o el fácilmente identificable por su naturaleza horrorosa, sino el que se mueve en la cotidianidad y, en este caso, usa el discurso del bien. Felipe Calderón no es el monstruo que pintan los intelectuales del lopezobradorismo para justificar ellos mismos al ardid maniqueo; es simplemente el monstruo de la modernidad neoliberal, de la continuidad de la integración económica y los intereses globales y supranacionales que se sembraron desde el gobierno de Miguel de la Madrid, pasando por Carlos Salinas, Ernesto Zedillo y Vicente Fox.
Este es el monstruo para el que la izquierda actual, no la social en resistencia ni la intelectual y partidaria, tienen respuestas y una opción distinta y, por tanto, la escapatoria es presentar al imaginario progresista un monstruo que viene a destruirlo todo de manera inminente. Pintar así al monstruo no moviliza el pensamiento y la acción, sólo paraliza y confunde.
La lucha contra un monstruo que no es como lo pintan ayuda momentáneamente a que los héroes saquen bien librado su prestigio, pero no resuelve la lucha contra el verdadero monstruo y su naturaleza. Es más fácil o simple mantenerse como una referencia en lucha contra un monstruo horrible, inexacto, que frente a un monstruo que requiere ser descubierto como esencia de un mundo complejo que necesita de ideas también complejas para combatirlo. La campaña de 2006 luchó contra un monstruo primitivo a la altura de un héroe primitivo y elemental. Ese fue el error central.
La mala definición del monstruo crea confusión y desasosiego, le abre al monstruo el camino de la gobernabilidad sin contrapeso y hoy, pese a surgir de un empate real, el héroe legítimo le entregó el poder total.
Bajo el pensamiento soberbio, lineal y elemental se dirá que este reclamo por redefinir al monstruo es una manera de defenderlo. La respuesta anticipada, clara y llana es que mientras la definición del monstruo no sea real y sirva sólo para cobijo de la soberbia intelectual de unos cuantos no será posible luchar con eficiencia contra el verdadero monstruo, el que dice unificar y velar por todos, el que convoca al trabajo conjunto, el que da imagen de poder y fuerza, el que reafirma que la continuidad neoliberal no sólo es el mejor, sino el único camino.