FeCAL Y SUS TRES DESEOS QUE PIDIO A SANTA
México, D.F.– Esta mañana el presidente de la República, Felipe Calderón, visitó el centro comercial de Interlomas en la ciudad de México. En pleno ajetreo de compras navideñas, una docena de niños se agrupaban alrededor de las lámparas y la nieve falsa, disputando su turno para tomar su foto con Santa Claus. El presidente, junto con su guardia, se acercaba a ellos pero no le cedían el paso. De repente, y sin que nadie se lo explicara, Calderón surgió detrás del trineo y se colocó en las piernas del alegre San Nicolás. Entre la frustración y sorpresa de los niños, los protagonistas conversaron así:
“Hola Santa. Me llamo Felipe. ¿Puedes por favor cumplir con tres de mis deseos esta navidad?”
“Por supuesto,” fue la respuesta del alegre anciano vestido de rojo. “Veamos… ¿Has sido un chico bueno este año, Felipe?”
“¡Claro que sí, Santa! Obedecí siempre a mis papás, hice mi cama diario, gané una elección a la presidencia y me lavé los dientes 3 veces al día.”
Santa soltó uno de sus clásicos “¡Jo! ¡Jo! ¡Jo!” y le pidió que le compartiera sus deseos. Felipe comenzó:
“Uno: por favor haz que se acabe el problema de Oaxaca. Me lo regalaron y no sé que hacer con él.”
“Dos: Por favor, haz que los gringos no pongan ese muro en la frontera. ¿Ahora de dónde vamos a sacar dinero?”
“Tres: Lo más importante. ¡Por favor deshazte de esos molestos perredistas, que no me dejan en paz!”
Entonces, como todos guardaban silencio (se sospecha que por chismosos), se alcanzó a escuchar la respuesta de Santa:
“Sobre Oaxaca, derrumba un par de torres y le echas la culpa a la APPO y los llamas terroristas. Cuando la gente les tenga más miedo que a ti, los bombardeas y los terminas con tus paramilitares.”
“Sobre el muro estadounidense… todo el congreso de los EU lo quiere, ni modo. Pero seguro que usarán trabajadores mexicanos para construirlo barato, y a esos les puedes cobrar impuestos.”
“Sobre los perredistas, tengo unos conocidos… llamémosles ‘los pequeños ayudantes de Santa’, que son buenos para deshacerse de indeseables. Tú inventa un historia para las televisoras sobre unos chupacabras, o empieza una bronca diplomática con Guatemala, y yo los desaparezco.”
El presidente, feliz de la vida, abrazó fuerte a su héroe pero lo soltó de pronto. “Oye, Santa, me sorprendes. ¿Todo eso lo aprendiste en el Polo Norte?”
“¡Claro que no! ¿De qué piensas que vivo? ¿Mis juguetes? Gracias a los malditos Chinos, eso ya no es negocio. No, en actualidad trabajo para la CIA en espionaje aéreo, invasión de hogares y asesoría geopolítica. Por eso no tienes otra que obedecerme.”
Cuando el Jefe del Ejecutivo se bajó de sus piernas para negarse, el furioso Santa Claus lo alzó, lo volteó y se lo colocó boca abajo sobre el regazo. “¡Niño malo! ¡Niño malo! ¡Harás lo que te digo! ¡Soy Santa Claus! ¡Símbolo de la democracia y representante del mercado libre! ¡Obedéceme!” decía mientras le propinaba sonoras nalgadas al panista.
Entonces tuvo que entrar el Estado Mayor Presidencial a derribar al Rey de la Navidad y someterlo al Estado de Derecho, mientras al lloroso Calderón se lo llevaban unos diputados a comprarle un canelazo y un blizzard. Los últimos reportes indican que el Presidente se siente mucho mejor ahora.