EL ODIO DEL PAN EN CONTRA DE LAS MUJERES
Por Sara Lovera
México, 26 dic 06 (CIMAC).- El 2006 será recordado como el año de la revelación, un año que dará testimonio de que la represión, por la actividad política de las mujeres, las hará emerger. No se trata de una cuenta regresiva para más de la mitad de la población. Al contrario, las mujeres dieron muestra de su capacidad, de su compromiso, su asombro, su organización como mujeres.
¿Que esto tiene consecuencias? Sin duda. El sistema político paralelamente mostró sus límites. Para enfrentar el crecimiento político de los mexicanos y de las mexicanas se les despojó de sus derechos electorales, de manifestación y de protesta.
En 2006, el Partido Acción Nacional en el poder mostró todo lo que siempre sospechamos que guardaba: su odio desmedido a quienes trasgreden que, tratándose de mujeres, es como atentar contra el padre.
Estuve leyendo con motivo de los días festivos Los Recuerdos del Porvenir, de esa maravillosa escritora que es Elena Garro. Su crítica magistral al carácter del militarismo fundado en el caudillaje, la ignorancia y la dominación se puede equiparar a los actos que vivimos. La novela está plagada de cómo el poder, el general, el vil soldado mira a las mujeres libres y activas.
En 2006 quedará escrito que en México se reprime a las mujeres mancillando su cuerpo, ya sea sexualmente u ofendiéndolo a tal grado que se puede hablar de sacrilegio. En Atenco quedan las heridas de la violación y el abuso; en Castaños, Coahuila, se mancilla a las mujeres y las autoridades no hacen nada por apresar a los malhechores; a Lidia Cacho se le quiso poner una mordaza y se la persigue y amenaza; a las mujeres de Oaxaca, valientes, entronas, organizadas, se les reprimió por protestar por una violación, incluso con gases con chile piquín y finalmente apresadas se les cortó el pelo, simbólicamente fueron profundamente mutiladas.
¿De qué se trata? El refinamiento de la sociedad prian anuncia nuevas vejaciones a los derechos, por ejemplo, de recurrir al aborto legal; también eso sucedió en Oaxaca. Las mujeres en 2006 quisieron ser devueltas una y otra vez al pasado, a una situación de subordinación sin derecho a la protesta.
Ningún adelanto que contar. Lamentablemente es así. Un año contra las mujeres en medio de un país que se partió en dos; un país dividido y enfrentado, no por las acciones políticas de un pejelagarto, sino como resultado de la entronización de los poderes fácticos, a los que se ha dado, en un gobierno de menos de 30 días todo el poder del Estado y de las armas para continuar.
En Michoacán, leía ayer, las acciones policíacas, un poco teatrales, de mentiritas contra el narcotráfico, ya anuncian dificultades en las comunidades para la labor agropecuaria. Me pregunto qué estarán sufriendo las mujeres de esas comunidades y quién puede acudir en su ayuda.
Y así. La lista es larga, porque los derechos políticos y los derechos humanos de las mujeres no se conocen en tierra de hombres priapanes. En Ciudad Juárez no ha cesado el asesinato de niñas y mujeres, las constantes denuncias, como la de las viudas de Pasta de Conchos o las prostitutas de Castaños, pasan inadvertidas, sin justicia.
Una siempre desea prosperidad para el ciclo siguiente.
Habría que hablar también de los deseos: que no se pierda la energía creativa y política, deseo; que las mujeres no se arrepientan de su participación, y aunque las queremos libres y capaces de tomar su vida en sus manos, no es con nuestra lucha feminista como resolveremos el tema de la asociación delictuosa del prian, solamente necesitamos centrar esa lucha en la justicia, deseo que algo aparezca por ahí, para contrarrestar la impunidad.
Pero no solamente, se necesita desear democracia, gente decente en los puestos de alta paga del sistema de justicia, una Suprema Corte nueva, que no sea la vergüenza de este país, y una Procuraduría de Justicia donde no manden los delincuentes, como sucede ahora.
Deseos que van de la mano de nuestra propia entereza, política y social. Las mujeres y los hombres de este país no pueden, otra vez, agachar la cabeza. ¡¡¡Basta!!!