EN CARNE VIVA
• ”Cuando veas que el país se te escapa de las manos y las presiones de todo tipo ya son demasiado grandes, abre el primer sobre...
El cuento es más viejo que el programa Otro Rollo. El último día de su periodo, el Presidente saliente se despide de su sucesor en el despacho presidencial de Los Pinos con una serie de recomendaciones que, por supuesto, el nuevo Mandatario escucha con gesto de suma atención y respeto pero pensando para sí en la cantidad de estupideces que se pueden proferir impunemente desde el poder.
“Por último”, le dice el zorro viejo, “aquí en el cajón del escritorio te dejo tres sobres rotulados simplemente con números: 1, 2, 3. Cuando veas que el país se te escapa de las manos y las presiones de todo tipo ya son demasiado grandes, abre el primer sobre y ahí encontrarás la fórmula para aplacar la citación. Lo mismo puedes hacer tiempo después con el segundo sobre, y por último con el tercero”.
Acto seguido el Mandatario saliente se retira a su rancho como lo hicieron antes todos sus antecesores: divorciado, amargado, carcomido de cuerpo y alma y convencido de que el pueblo mexicano, además de ingrato porque nunca supo apreciar todas las magníficas cosas que él logró durante su insuperable gobierno, es idiota irremediable por no haber sabido captar que la mejor opción para la patria habría sido mantenerlo a él en la silla grande, pues jamás ha nacido, ni nacerá, un mexicano más inteligente, sagaz, valiente (y aquí dejo espacio para los otros diez mil adjetivos pertinentes y merecidos pero que no caben en esta página) que él mismo.
El Presidente entrante, en cuanto se queda solo, suelta la carcajada ante el eco de las palabras preventivas de su antecesor: “¿Salírseme el país de las manos? ¿¿¿A mí??? ¿Presiones ‘demasiado’ fuertes? ¡Por favor, si yo estoy hecho de acero templado! ¿Sobrecitos a mí? ¡¡¡Ridículo!!!”.
Pero antes de cumplir dos años descubre que la chambita siempre sí tenía sus bemoles. Saca los sobres y abre el primero, que dice: “Échame a mí la culpa”.
¡Claro, esa era la solución! El Presidente llama a su comunicador y le ordena lanzar una campaña de medios que haga pedazos a su antecesor por despilfarrador, corrupto, inepto, mal jinete y peor bailarín; y ordena el encarcelamiento como chivos expiatorios de algunos de sus colaboradores más conspicuos. La opinión pública se traga el anzuelo, se vuelca sobre su antecesor y sus pandilleros hoy encarcelados, y a él lo deja en paz por lo pronto.
Un par de años más tarde la situación nacional se vuelve a poner difícil y el Presidente abre el segundo sobre: “Reajusta tu gabinete”. Entonces ordena una serie de despidos en su primer círculo de Gobierno (casualmente puros secretarios heredados del Gobierno anterior), públicamente les da instrucciones ené! rgicas y rotundas a los sustitutos, y la presión popular vuelve a bajar sensiblemente. Por fin, a mediados del quinto año el país vuelve a encabritarse y el Presidente abre el tercer sobre, que dice: “Haz tus tres sobres”.
No sabemos si Fox le dejó a Calderón los tres sobres proverbiales, pero el simbolismo es inevitable: o se cumple la promesa fundamental de campaña (y necesidad perentoria) de “rebasar por la izquierda”, o se recurre al primer sobre. ¿Qué debemos esperar de estos primeros cien días, señor presidente Calderón: señales claras de un timonazo rectificador... o la habitual, tradicional, sobada serie de quinazos distractores?
Quehacer Político