AL DUOPOLIO TELEVISIVO MEXICANO LO ESTAN PONIENDO A PARIR CHAYOTES
Resulta tan avasallante el poder político y financiero del duopolio televisivo, que con frecuencia se da por hecho que su eficacia mediática y mediatizadora está fuera de toda discusión.
En un país de predominio de los monopolios, en contraposición con el rumbo antinacional abierto en 1982 por la tecnocracia presuntamente neoliberal, no es extraño que el poderío individual de estos gigantes con frecuencia trasnacionales, se sobreponga al de un Estado cada vez más acotado y débil para desempeñar la rectoría constitucional en los procesos económicos y en materia de telecomunicaciones.
Durante el sexenio de Vicente Fox Quesada y Martha María Sahagún Jiménez, los autodenominados “Soldados del PRI” –Emilio Azcárraga Milmo dixit--, se transformaron en generales de división de la política y los negocios, la desinformación y el entretenimiento.
Recibieron el decretazo del 12 de octubre de 2002 que eliminó el 12.5 por ciento de los tiempos fiscales y lo redujo al 1.5 por ciento --lo que equivalía a 13 mil millones de pesos anuales--, la ley Televisa para garantizar jurídicamente la reproducción de la hegemonía del duopolio durante tres sexenios, además de 130 permisos para que Televisa opere centros de apuestas.
Recibieron todo. Y aún reciben más. Incluido el espaldarazo de Luis Téllez Kuenzler para que no se forme una tercera cadena televisora, como la que proyectan General Electric y el Grupo Saba.
Pero a cambio de qué. Porque pareciera que no están resultando tan eficaces pagadores de las prebendas otorgadas por el anterior y actual grupo gobernantes a Emilio Azcárraga Jean y Ricardo Salinas Pliego, cuando el candidato presidencial con el que cerraron filas sin ningún recato ganó con muchos apuros la Presidencia de la República, de acuerdo al Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, tantos que en sus primeros 20 días de gobierno el Ejército y la Armada resultaron el aliado principal. De esta manera menos diluirá el estigma de la ilegitimidad.
No aprenden. Se tropiezan con la misma piedra. En esencia es la misma historia del 6 de julio de 1988, cuando Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, con el vacío absoluto de la entonces televisión monopólica, puso en graves aprietos a Carlos Salinas de Gortari. O más recientemente, en que el desafuero de Andrés Manuel López Obrador fue tratado por las dos televisoras como si no existiera.
La salida de Bernardo Gómez de la vicepresidencia ejecutiva de Televisa, el principal operador político de Azcárraga Jean, y los severos ajustes que se producirán las próximas semanas en los segmentos informativos y en programas denominados de análisis y debate políticos, es inevitable asociarlos con la pérdida de credibilidad de los principales conductores por la notable parcialidad con que se condujeron antes, durante y después de las elecciones presidenciales.
Credibilidad que se ha visto reflejada en una severa pérdida de televidentes durante octubre respecto a los meses anteriores, de acuerdo al reporte comparativo mensual de IBOPE. Pérdida que necesariamente restringe la eficacia de las dos empresas que pese a tener monopolizado el mercado, o precisamente por ello, muestran serias limitaciones como instrumentos propagandísticos y publicitarios del gobierno de Felipe del Sagrado Corazón de Jesús Calderón Hinojosa, quien desde ya revela grandes aptitudes y, sobre todo, necesidades de superar a la autodenominada pareja presidencial en el multimillonario gasto, directo e indirecto, en los canales del duopolio.
El uso y el abuso que está haciendo Calderón Hinojosa del instrumental de Televisa y de Tv Azteca al tomar posesión desde Los Pinos la medianoche del 30, al organizar un acto en familia alternativo al del Palacio Legislativo de San Lázaro, al informarnos la súper obviedad de que él es el presidente de la República y al ostentar hasta la saciedad que gobernará con y junto las fuerzas armadas, podrían servir para mantener agradables niveles de aceptación ciudadana, siempre y cuando la tenacidad mediática no mengüe, pero difícilmente para conquistar voluntades que no se originaron en las urnas.
ARGENPRES