SER Y PARECER
Como lo vio en televisión
• A pesar del estado que guarda la nación, la consigna de nuestra clase política es única y clara: el show debe continuar
El reality show más largo y rentable para las televisoras mexicanas, ha terminado finalmente y no por gusto sino por mandato constitucional expulsará a los inquilinos de Los Pinos, cuyas declaraciones, puntadas, escándalos, ambiciones, ineficiencias, ineptitudes y enfermedades tienen a la sociedad mexicana frente a la desesperanza y resignación total y al país rehén de la mayor crisis de gobernabilidad, aunque lo único realmente importante aún a escasos cuatro días de que termine la función, siga siendo el rating de la familia presidencial y su esencia totalmente palacio.
De igual forma que en Big Brother, los mexicanos tuvimos oportunidad de ir presenciando la deformación de los personajes que protagonizaron esta comedia sexenal, que a pesar de gobernar con la bandera de la transparencia y la austeridad, falta mucho aún por conocer de esa cajita de Pandora, que además de tr! áfico de influencias, abusos de autoridad, malversación de fondos y todas las manifestaciones que conocemos y podamos imaginar del cáncer de la corrupción que invadió a Los Pinos, amenaza con dejarnos una crisis económica de magnitudes aún desconocidas pero imaginables si tomamos como referencia el reciente incremento al precio de la gasolina.
Así, Fox y su gabinete que hace seis años juraron servir a la nación y protestaron desempeñar altas responsabilidades regidos bajo un código de ética, se han convertido en la principal materia prima de los escritores de comedias televisivas, a tal grado de confundir frente a la caja idiota realidad con ficción y risas con llanto.
Mientras tanto, el costo lo sigue pagando el pueblo espectador, que pasivo como es, se resiste hasta negar incrédulo, que el recuento de los daños heredados por el Gobierno del Cambio só! ;lo servirá para escribir el guión de la segunda! parte d e La ley de Herodes, al fin y al cabo ya estamos acostumbrados a reírnos de nuestras desgracias.
Howard K. Smith, legendario periodista norteamericano que cubrió la Segunda Guerra Mundial, en sus últimas colaboraciones periodísticas comentaba el deleite que la masa expectante sentía, cuando a través de la televisión se generaba controversia de lo que sucedía en un país a más de 20 mil kilómetros de distancia, ignorando la verdadera controversia, el verdadero disentimiento que se generaba al interior de su propia nación.
El sexenio de Fox, perdido por falta de visión política y su enorme incapacidad para ejercer el poder, trajo como consecuencia en complicidad con los dueños de la televisión, que precisamente la mayoría de los mexicanos por obra y gracia del medio, se olvidaran de lo realmente trascendente para el país y centraran sus ocupaciones! y preocupaciones en piezas propagandísticas, disfrazadas de programas televisivos, con temas banales y contenidos perfectamente diseñados para mezclar la orientación política, el entretenimiento y la religión de forma tan hábil que frecuentemente ha costado trabajo distinguir donde comienza uno y terminan los otros.
De esta forma, Adal Ramones y su Otro rollo, Lety Padilla en La fea más bella y Carlinflas en El privilegio de mandar, por mencionar sólo algunos, se convirtieron en el referente por excelencia para comprender y divulgar el mensaje político dominante por oficialista, el mismo que responde a los intereses económicos de quien todos los días con sólo aplastar un botón se empeña en convencernos acerca de qué y cómo pensar, en qué creer, cómo vestir, cómo relacionarnos y más aún lo que es o no conveniente para todos lo! s mexicanos.
El show debe continuar y antes de que acabe la! funci&o acute;n, dos tipos de cuidado ya se disputan el rating de los próximos seis años. Felipe Bueno y Andrés Manuel Malo ya dieron muestras de su vocación histriónica y su intencionalidad por ofrecernos más coplas de retache, como si México resistiera otra comedia de seis años.
Fuente
• A pesar del estado que guarda la nación, la consigna de nuestra clase política es única y clara: el show debe continuar
El reality show más largo y rentable para las televisoras mexicanas, ha terminado finalmente y no por gusto sino por mandato constitucional expulsará a los inquilinos de Los Pinos, cuyas declaraciones, puntadas, escándalos, ambiciones, ineficiencias, ineptitudes y enfermedades tienen a la sociedad mexicana frente a la desesperanza y resignación total y al país rehén de la mayor crisis de gobernabilidad, aunque lo único realmente importante aún a escasos cuatro días de que termine la función, siga siendo el rating de la familia presidencial y su esencia totalmente palacio.
De igual forma que en Big Brother, los mexicanos tuvimos oportunidad de ir presenciando la deformación de los personajes que protagonizaron esta comedia sexenal, que a pesar de gobernar con la bandera de la transparencia y la austeridad, falta mucho aún por conocer de esa cajita de Pandora, que además de tr! áfico de influencias, abusos de autoridad, malversación de fondos y todas las manifestaciones que conocemos y podamos imaginar del cáncer de la corrupción que invadió a Los Pinos, amenaza con dejarnos una crisis económica de magnitudes aún desconocidas pero imaginables si tomamos como referencia el reciente incremento al precio de la gasolina.
Así, Fox y su gabinete que hace seis años juraron servir a la nación y protestaron desempeñar altas responsabilidades regidos bajo un código de ética, se han convertido en la principal materia prima de los escritores de comedias televisivas, a tal grado de confundir frente a la caja idiota realidad con ficción y risas con llanto.
Mientras tanto, el costo lo sigue pagando el pueblo espectador, que pasivo como es, se resiste hasta negar incrédulo, que el recuento de los daños heredados por el Gobierno del Cambio só! ;lo servirá para escribir el guión de la segunda! parte d e La ley de Herodes, al fin y al cabo ya estamos acostumbrados a reírnos de nuestras desgracias.
Howard K. Smith, legendario periodista norteamericano que cubrió la Segunda Guerra Mundial, en sus últimas colaboraciones periodísticas comentaba el deleite que la masa expectante sentía, cuando a través de la televisión se generaba controversia de lo que sucedía en un país a más de 20 mil kilómetros de distancia, ignorando la verdadera controversia, el verdadero disentimiento que se generaba al interior de su propia nación.
El sexenio de Fox, perdido por falta de visión política y su enorme incapacidad para ejercer el poder, trajo como consecuencia en complicidad con los dueños de la televisión, que precisamente la mayoría de los mexicanos por obra y gracia del medio, se olvidaran de lo realmente trascendente para el país y centraran sus ocupaciones! y preocupaciones en piezas propagandísticas, disfrazadas de programas televisivos, con temas banales y contenidos perfectamente diseñados para mezclar la orientación política, el entretenimiento y la religión de forma tan hábil que frecuentemente ha costado trabajo distinguir donde comienza uno y terminan los otros.
De esta forma, Adal Ramones y su Otro rollo, Lety Padilla en La fea más bella y Carlinflas en El privilegio de mandar, por mencionar sólo algunos, se convirtieron en el referente por excelencia para comprender y divulgar el mensaje político dominante por oficialista, el mismo que responde a los intereses económicos de quien todos los días con sólo aplastar un botón se empeña en convencernos acerca de qué y cómo pensar, en qué creer, cómo vestir, cómo relacionarnos y más aún lo que es o no conveniente para todos lo! s mexicanos.
El show debe continuar y antes de que acabe la! funci&o acute;n, dos tipos de cuidado ya se disputan el rating de los próximos seis años. Felipe Bueno y Andrés Manuel Malo ya dieron muestras de su vocación histriónica y su intencionalidad por ofrecernos más coplas de retache, como si México resistiera otra comedia de seis años.
Fuente