Tiempo de definiciones

Jorge Canto Alcocer

La clamorosa jornada del 25 de julio de 2010 marcó el inicio formal de un nuevo episodio de la lucha popular mexicana: cien años después de la consumación del fraude electoral contra Francisco Madero, Andrés Manuel López Obrador fue elegido por aclamación por decenas de miles de delegados de todos los rincones del país como candidato del pueblo en resistencia para enfrentar a las mafias que en mala hora nos oprimen. Como exclamó el ahora abanderado para los comicios de 2012, el tiempo de las definiciones ha llegado.

Y no es válido escudarse en pretextos democráticos ni legaloides, en resultados de encuestas o en los tiempos establecidos para la realización de la campaña. No, Andrés Manuel, el candidato vencedor y despojado hace cuatro años, es, sin lugar a dudas, sin lugar a confusiones, el candidato de quienes queremos salvar a México de la ruina, de la degradación, de la miseria, de la inmoralidad y de la perversión.

Para los millones que sufrimos la cruel explotación del sistema financiero, para los millones que hemos perdido a uno o varios hijos en el sinuoso laberinto de las drogas y el nihilismo, para los millones que nos vemos obligados a dobles, triples y hasta cuádruples jornadas para poder acercarnos a la sobrevivencia, para los millones que buscamos un empleo o un lugar para continuar nuestros estudios en preparatorias y universidades, para los millones que hemos sido expulsados de nuestras tierras y hemos tenido que buscar el sustento en el extranjero, para todos los despojados de este país, Andrés Manuel es el único candidato posible.

Podemos señalarle a Andrés Manuel y al movimiento que él encabeza uno y mil errores, limitantes e insuficiencias.

De hecho, hacerlo es nuestro deber, pues la crítica, la discusión y el intercambio de opiniones es el contexto de la democracia, pero lo que no podemos hacer es escamotearle nuestro apoyo, pues la victoria es la única posibilidad de encarar el futuro con optimismo.

La renovada invitación de AMLO, a la que inequívoca y públicamente nos sumamos desde esta tribuna, llama a la unión de todos los agraviados y excluidos para luchar contra el perverso sistema y sus criminales operadores.

Pero también debe interpretarse de un modo distinto: el llamado impulsa a desmarcarse del movimiento a quienes no estén convencidos de que nuestro país ha sido víctima de una hecatombe por obra y gracia de las mafias depredadoras.

No con el ánimo bíblico de que quien no está conmigo está contra mí, sino con el saludable afán de eliminar a los inseguros, a los indecisos y también, por supuesto, a los corruptos.

El tiempo de definiciones debe incluir a esos “izquierdistas” que han vivido afincados al “hueso” de las diputaciones, las regidurías y las candidaturas a modo. Hora es de deslindarse de ellos y sus mañosas acciones: “Amalias”, “Chuchos” y “Camachos” nada aportan y sí en cambio hacen perder rumbos y adeptos que serán de gran valor en la formidable lucha que nos espera.

El movimiento popular es gigantesco e inagotable, pero el poder corruptor y manipulador del enemigo es también descomunal. La emotiva y feliz jornada del 25 de julio es apenas la inicial. Muchas horas y esfuerzos nos esperan, pero sentimos que el amanecer está cada vez más cerca.