Lluvia de críticas a Calderón
¿Abogado del diablo?
En días recientes se ha publicado abundante material periodístico sobre Genaro García Luna, a quien se señala como duro represor de unas mafias y protector y beneficiario de otras; implacable en la persecución de subordinados y autoridades que le representan competencia, pero consentidor de corruptelas y ganancioso participante de ellas.
Las acusaciones han sido abundantes y respaldadas por declaraciones de jefes policiacos afectados en su mayoría por decisiones de García Luna, lo que debe ser suficiente para actuar con prudencia; pues ya se sabe que es dura, implacable incluso, la competencia por jerarquías, la adjudicación de presuntos logros y la búsqueda de la simpatía presidencial, que puede significar favores y, sobre todo en este caso, cierto disimulo ante una actuación abusiva que puede estar marcada por la corrupción.
No es un secreto que son pésimas las relaciones entre la Secretaría de Seguridad Pública que encabeza García Luna y la Procuraduría General de la República en la que está al frente Eduardo Medina-Mora Icaza. En buena medida, las diferencias han sido prohijadas por decisiones apresuradas de Felipe Calderón, que pretende transferir a la SSP funciones que hoy son de la PGR, lo que incluso puede constituir un caso de flagrante inconstitucionalidad.
Ese favoritismo de Calderón hacia la SSP se ha puesto en evidencia ahora que cunden las acusaciones contra García Luna, pues olvidando que quien funge como Presidente de la República no puede suplir a los jueces, el ocupante de Los Pinos declaró que no tiene “ninguna duda” sobre la honestidad del secretario de Seguridad Pública, pues si así fuera no estaría don Genaro en ese cargo.
Mala cosa sería que quien cobra como Presidente de la República declarara culpable a un subordinado suyo señalado por la opinión pública. Pero ante el cúmulo de evidencias o por lo menos de inferencias inculpatorias, lo prudente era dejar la puerta abierta para lo que pueda venir y no comprometer la investidura en una defensa prematura que muy posiblemente resulte fallida y que, en este país del sospechosismo, mueva a creer que protegido y protector defienden de consuno intereses que no son precisamente los institucionales.
Por lo pronto, fungir como abogado de García Luna ya le ganó a Calderón la crítica de la oposición, lo que era de esperarse, pero también la de Manuel Espino, ex presidente del PAN, y ahora líder continental de la Democracia Cristiana. ¿Era necesario exponerse a tanto?
En días recientes se ha publicado abundante material periodístico sobre Genaro García Luna, a quien se señala como duro represor de unas mafias y protector y beneficiario de otras; implacable en la persecución de subordinados y autoridades que le representan competencia, pero consentidor de corruptelas y ganancioso participante de ellas.
Las acusaciones han sido abundantes y respaldadas por declaraciones de jefes policiacos afectados en su mayoría por decisiones de García Luna, lo que debe ser suficiente para actuar con prudencia; pues ya se sabe que es dura, implacable incluso, la competencia por jerarquías, la adjudicación de presuntos logros y la búsqueda de la simpatía presidencial, que puede significar favores y, sobre todo en este caso, cierto disimulo ante una actuación abusiva que puede estar marcada por la corrupción.
No es un secreto que son pésimas las relaciones entre la Secretaría de Seguridad Pública que encabeza García Luna y la Procuraduría General de la República en la que está al frente Eduardo Medina-Mora Icaza. En buena medida, las diferencias han sido prohijadas por decisiones apresuradas de Felipe Calderón, que pretende transferir a la SSP funciones que hoy son de la PGR, lo que incluso puede constituir un caso de flagrante inconstitucionalidad.
Ese favoritismo de Calderón hacia la SSP se ha puesto en evidencia ahora que cunden las acusaciones contra García Luna, pues olvidando que quien funge como Presidente de la República no puede suplir a los jueces, el ocupante de Los Pinos declaró que no tiene “ninguna duda” sobre la honestidad del secretario de Seguridad Pública, pues si así fuera no estaría don Genaro en ese cargo.
Mala cosa sería que quien cobra como Presidente de la República declarara culpable a un subordinado suyo señalado por la opinión pública. Pero ante el cúmulo de evidencias o por lo menos de inferencias inculpatorias, lo prudente era dejar la puerta abierta para lo que pueda venir y no comprometer la investidura en una defensa prematura que muy posiblemente resulte fallida y que, en este país del sospechosismo, mueva a creer que protegido y protector defienden de consuno intereses que no son precisamente los institucionales.
Por lo pronto, fungir como abogado de García Luna ya le ganó a Calderón la crítica de la oposición, lo que era de esperarse, pero también la de Manuel Espino, ex presidente del PAN, y ahora líder continental de la Democracia Cristiana. ¿Era necesario exponerse a tanto?