El PAN perderá la sucesión calderonista
Alvaro Cepeda Neri
En la puerta del infierno, está el verso: “Dejad toda esperanza, los que entráis”. La dedicatoria va para los panistas, en camino al averno electoral, tras dos victorias pírricas: la de Vicente Fox y la de Felipe Calderón, quienes encabezaron con mediocridad política las dos alternancias irreversiblemente fracasadas. Y están pagando (igual que los perredistas, con derrotas electorales) su falta de perspectiva histórica para ejercer la Presidencia de la República.
Saboteados por la derechización que iniciaron, sobre todo Carlos Salinas y Ernesto Zedillo, no tuvieron nada que ofrecer e intentaron más de lo mismo y peor. La agenda económica y política (mientras con el foxismo todo fue a la deriva) se la impuso a Calderón la oposición lópezobradorista, mientras para la gobernabilidad y estabilidad se echó en manos de los gobernadores del PRD y PRI (éste facilitó su sobrevivencia desde el Congreso general).
Fox y su grupo de ultras practicaron el suicidio político ahogándose en la corrupción y la ineficacia. Calderón no ha tenido estrategas, y con dos años en el poder está claro que nada tiene qué hacer, salvo permanecer y devolver la Presidencia, no a quienes se la quitaron, sino a quienes la perdieron por errores acumulados desde la sangrienta represión de 1968 y el asalto a la monarquía sexenal por los impulsores del neoliberalismo económico en 1982 precedido por las locuras lópezportillistas. Y luego el ascenso de Miguel de la Madrid Hurtado, Carlos Salinas de Gortari y Ernesto Zedillo, con el homicidio-puente de Colosio entre el salinato y el zedillato.
El PRI está de regreso, mientras el PRD entre acusaciones de traición y caudillismos, se ha dividido en más tribus y no hay posibilidad para la unión, ya que están en vísperas de rupturas irreconciliables e irreversibles. Lo que pone las condiciones de adversidad electoral, al igual que a los panistas, para que los priístas dejen de ser peces fuera del agua y naden a sus anchas, vislumbrando un futuro inmediato prometedor.
Y sus adversarios, a los que ayudaron, les devuelvan la Presidencia de la República. Siempre que, en lugar de la vieja y férrea unidad, consoliden la unión, se deshagan de lo que les queda de su pasado ignominioso y postulen a su mejor carta.
Ya los panistas perdieron. Sus alternancias fracasaron. Tendrán que devolver la Presidencia de la República. Sólo desgracias causaron a la nación. No atendieron el consejo de Weber: si no podían con la política, irse a un convento para salvar sus almas. “¡No esperéis más volver a ver el cielo/Vengo a llevaros a la orilla opuesta/A la tiniebla eterna, al fuego, al hielo”.
En la puerta del infierno, está el verso: “Dejad toda esperanza, los que entráis”. La dedicatoria va para los panistas, en camino al averno electoral, tras dos victorias pírricas: la de Vicente Fox y la de Felipe Calderón, quienes encabezaron con mediocridad política las dos alternancias irreversiblemente fracasadas. Y están pagando (igual que los perredistas, con derrotas electorales) su falta de perspectiva histórica para ejercer la Presidencia de la República.
Saboteados por la derechización que iniciaron, sobre todo Carlos Salinas y Ernesto Zedillo, no tuvieron nada que ofrecer e intentaron más de lo mismo y peor. La agenda económica y política (mientras con el foxismo todo fue a la deriva) se la impuso a Calderón la oposición lópezobradorista, mientras para la gobernabilidad y estabilidad se echó en manos de los gobernadores del PRD y PRI (éste facilitó su sobrevivencia desde el Congreso general).
Fox y su grupo de ultras practicaron el suicidio político ahogándose en la corrupción y la ineficacia. Calderón no ha tenido estrategas, y con dos años en el poder está claro que nada tiene qué hacer, salvo permanecer y devolver la Presidencia, no a quienes se la quitaron, sino a quienes la perdieron por errores acumulados desde la sangrienta represión de 1968 y el asalto a la monarquía sexenal por los impulsores del neoliberalismo económico en 1982 precedido por las locuras lópezportillistas. Y luego el ascenso de Miguel de la Madrid Hurtado, Carlos Salinas de Gortari y Ernesto Zedillo, con el homicidio-puente de Colosio entre el salinato y el zedillato.
El PRI está de regreso, mientras el PRD entre acusaciones de traición y caudillismos, se ha dividido en más tribus y no hay posibilidad para la unión, ya que están en vísperas de rupturas irreconciliables e irreversibles. Lo que pone las condiciones de adversidad electoral, al igual que a los panistas, para que los priístas dejen de ser peces fuera del agua y naden a sus anchas, vislumbrando un futuro inmediato prometedor.
Y sus adversarios, a los que ayudaron, les devuelvan la Presidencia de la República. Siempre que, en lugar de la vieja y férrea unidad, consoliden la unión, se deshagan de lo que les queda de su pasado ignominioso y postulen a su mejor carta.
Ya los panistas perdieron. Sus alternancias fracasaron. Tendrán que devolver la Presidencia de la República. Sólo desgracias causaron a la nación. No atendieron el consejo de Weber: si no podían con la política, irse a un convento para salvar sus almas. “¡No esperéis más volver a ver el cielo/Vengo a llevaros a la orilla opuesta/A la tiniebla eterna, al fuego, al hielo”.