México: país del no pasa nada
José Luis Piñeyro
En plena crisis de seguridad pública nacional y a inicios de una muy probable crisis económica, las primeras declaraciones de funcionarios que, más que risa o desconcierto, provocaron enojo entre la población.
Javier Lozano, secretario del Trabajo, anunció que frente al regreso forzado de miles de migrantes ilegales de Estados Unidos ya existía un plan para la generación masiva de empleo, ausencia del mismo por el que han emigrado un promedio anual de 500 mil compatriotas al vecino país. Agustín Carstens, secretario de Hacienda, no se quedó atrás cuando afirmó que el desarreglo financiero estadounidense no provocaría neumonía a la economía, sino un simple resfriado.
Hoy, funcionarios de menor rango reconocen la gravedad de la situación al informar que cerca de 700 mil familias tienen problemas de pago de sus tarjetas de crédito, aunque siguen los chistes de mal gusto como recomendar reducir el consumo vía dichas tarjetas o en efectivo y ahorrar al máximo, cuando la capacidad de consumo ya es bastante restringida entre más de la mitad de la nación, es decir, entre aquellos que ganan entre uno y tres salarios mínimos, para quienes ahorrar es un lujo inexistente.
El famoso blindaje de la economía se va a poner muy pronto a prueba, así como los tamaños políticos de Calderón y de los diputados (¿se reducirán a la mitad sus sueldos?) al volver a presentar el primero su propuesta de presupuesto público para 2009, y los segundos, las modificaciones al mismo que esperamos tengan un contenido social de emergencia y no uno electorero.
Ojalá que partan de reconocer un hecho para el que no se requiere ser economista: existe una enorme dependencia estructural múltiple frente al vecino norteño en términos de inversión directa e indirecta y de exportaciones e importaciones vía ingresos petroleros, turísticos, de remesas y de bienes y servicios. Dependencia que va a profundizarse a medida en que el proteccionismo comercial estadounidense y la antimigración se vuelvan política de Estado y sigamos bilateralizados en nuestro comercio exterior, por cierto, la mejor negación de uno de los mitos neoliberales: que estamos “globalizados”.
Respecto a la refutación de la obvia inseguridad pública nacional, ésta corrió a cargo no de ninguno de nuestros funcionarios judiciales o policiacos, sino de Michael Mukasey, procurador general de Justicia estadounidense, quien sobre dicha seguridad afirmó: “No creo que haya una mayor crisis que en el pasado. Ante incidentes particulares de notable violencia siempre hay una sensación de crisis, pero no significa que la haya; no veo que México se encuentre en este punto” (EL UNIVERSAL, 7/X/08).
No hay duda, no sólo nosotros tenemos funcionarios que contribuyen a que México sea visto como algo mágico y alucinante basado en “sensaciones”. No son relevantes los 3 mil 650 narcoejecutados a la fecha ni la disputa de los narcos al Estado en capacidad paramilitar, en dominio territorial, en cobro de “impuestos” o venta de protección a empresarios, en seguridad a poblaciones y bases de apoyo social frente a otros cárteles, en generación de empleo y crédito, etcétera.
Somos el país donde no pasa nada y pasa todo: reducción del consumo, del empleo y del salario, aumento de la desintegración familiar, de la migración, de la criminalidad, de la hambruna, etcétera. Pero, como dice un conocido economista, si en el 2009 crecemos 1% no estamos en crisis; claro, en Haití están peor.
En plena crisis de seguridad pública nacional y a inicios de una muy probable crisis económica, las primeras declaraciones de funcionarios que, más que risa o desconcierto, provocaron enojo entre la población.
Javier Lozano, secretario del Trabajo, anunció que frente al regreso forzado de miles de migrantes ilegales de Estados Unidos ya existía un plan para la generación masiva de empleo, ausencia del mismo por el que han emigrado un promedio anual de 500 mil compatriotas al vecino país. Agustín Carstens, secretario de Hacienda, no se quedó atrás cuando afirmó que el desarreglo financiero estadounidense no provocaría neumonía a la economía, sino un simple resfriado.
Hoy, funcionarios de menor rango reconocen la gravedad de la situación al informar que cerca de 700 mil familias tienen problemas de pago de sus tarjetas de crédito, aunque siguen los chistes de mal gusto como recomendar reducir el consumo vía dichas tarjetas o en efectivo y ahorrar al máximo, cuando la capacidad de consumo ya es bastante restringida entre más de la mitad de la nación, es decir, entre aquellos que ganan entre uno y tres salarios mínimos, para quienes ahorrar es un lujo inexistente.
El famoso blindaje de la economía se va a poner muy pronto a prueba, así como los tamaños políticos de Calderón y de los diputados (¿se reducirán a la mitad sus sueldos?) al volver a presentar el primero su propuesta de presupuesto público para 2009, y los segundos, las modificaciones al mismo que esperamos tengan un contenido social de emergencia y no uno electorero.
Ojalá que partan de reconocer un hecho para el que no se requiere ser economista: existe una enorme dependencia estructural múltiple frente al vecino norteño en términos de inversión directa e indirecta y de exportaciones e importaciones vía ingresos petroleros, turísticos, de remesas y de bienes y servicios. Dependencia que va a profundizarse a medida en que el proteccionismo comercial estadounidense y la antimigración se vuelvan política de Estado y sigamos bilateralizados en nuestro comercio exterior, por cierto, la mejor negación de uno de los mitos neoliberales: que estamos “globalizados”.
Respecto a la refutación de la obvia inseguridad pública nacional, ésta corrió a cargo no de ninguno de nuestros funcionarios judiciales o policiacos, sino de Michael Mukasey, procurador general de Justicia estadounidense, quien sobre dicha seguridad afirmó: “No creo que haya una mayor crisis que en el pasado. Ante incidentes particulares de notable violencia siempre hay una sensación de crisis, pero no significa que la haya; no veo que México se encuentre en este punto” (EL UNIVERSAL, 7/X/08).
No hay duda, no sólo nosotros tenemos funcionarios que contribuyen a que México sea visto como algo mágico y alucinante basado en “sensaciones”. No son relevantes los 3 mil 650 narcoejecutados a la fecha ni la disputa de los narcos al Estado en capacidad paramilitar, en dominio territorial, en cobro de “impuestos” o venta de protección a empresarios, en seguridad a poblaciones y bases de apoyo social frente a otros cárteles, en generación de empleo y crédito, etcétera.
Somos el país donde no pasa nada y pasa todo: reducción del consumo, del empleo y del salario, aumento de la desintegración familiar, de la migración, de la criminalidad, de la hambruna, etcétera. Pero, como dice un conocido economista, si en el 2009 crecemos 1% no estamos en crisis; claro, en Haití están peor.