Dos Méxicos: el de los políticos y el del pueblo

Alvaro Cepeda Neri

Ahí viene el lobo” fue la advertencia, para los que están atentos “hasta del crecimiento de la hierba”, con motivo de la gestión del desastre financiero (por donde empiezan las crisis del capitalismo moderno) y los políticos, encumbrados en la conducción del Estado, como los dueños de bancos, empresas y demás negocios, apuesten o no en La Bolsa, no hicieron caso. Digo, los políticos mexicanos, que es el caso.

Abortó esa crisis y se expandió, lenta, pero implacable, hasta al otro lado del Atlántico, para poner en jaque a las finanzas europeas e inglesas, sin respetar al nacimiento capitalista en China y Rusia, que fueron enclaves del “socialismo real”, del consumismo y de la revolución inconclusa de la lucha de clases en busca del paraíso que radicalizaría, con Rouseau y Marx, la divisa de: igualdad, libertad y fraternidad.

Nuestros políticos (y economistas) en el poder, sobre todo de la administración pública y el poder Legislativo, no le dieron demasiada importancia y “llegó el lobo”, no el de Caperucita ni el de Hobbes (“el hombre es el lobo del hombre”). Empezaron a sentirse las primeras pisadas de la feroz recesión económica, llegada de nuestro vecino del Norte en apuros financieros (por la mala conducción del Estado, en las manos del alcohólico de Bush y su grupo de guerra).

Y nuestros funcionarios hasta se burlaron. “Será, cuando mucho, un catarrito”. La crisis es allá. Pero, empezaron a bajar las remesas de nuestros mexicanos exportados por la falta de empleo aquí. Se redujeron las exportaciones de bienes perecederos y del resto de las maquiladoras. Se iniciaron los despidos laborales. Comenzó la llegada de los emigrantes rumbo a sus patrias chicas: Michoacán, Oaxaca, Veracruz Guerrero, etc.

El discurso oficial era (y sigue siendo) optimista. “Nadie se apretará el cinturón”. “La economía está blindada”. Se supo del endeudamiento, por especulación o no, de una cadena comercial, que se lleva entre las patas a un banco. Las grandes empresas, con deudas en dólares, anuncian que no contratarán empleados y, es más, echarán a la calle a los que sobren para reducir costos.

Aumentan, con inflación reptante, los precios (todas las mañanas están reetiquetando los productos). Los pobres comerciantes de los tianguis, víctimas de los monopolios de los intermediarios, aumentan, poco a poco y ante la baja del consumo, sus precios “castigados”.

Y es que “llegó el lobo”. Ahora mismo, el viraje del discurso oficial es que “vendrán tiempos difíciles”, cuando no es para el futuro la amenaza, sino para el presente. Se comen las reservas en dólares, guardadas celosamente, en lugar de haber invertido parte de ellas. Se habla de gasto público. Los enemigos de la intervención del gobierno en los mercados, se apuran a meter la mano visible. Es ya tarde, porque la crisis económica pondrá en terribles apuros a los mexicanos. Dos países, dos Méxicos: el de los políticos y el del pueblo.