Un libro que nada contesta
Revista Siempre
Con un aprendizaje, claro, pero poco a poco vamos llegando al mundo tentador del Internet como origen de noticia política. Y a recibir material, cuya validez no podemos certificar sobre los grandes temas del día. Para los hijos de la generación Gutenberg, el mundo electrónico es desconocido y sospechoso: ¿de dónde viene tanta información?, ¿quién la certifica? Sin embargo, allí está llena de sugerencias y preguntas.
Así el otro día recibí una crítica sobre el nuevo libro de Salinas que está lleno de cuestiones sin contestar de gran importancia en la coyuntura actual de este pobre país. La más importante no es su actitud a toro pasado sobre los regímenes de Zedillo y Fox, ninguno de los cuales es defendible, pero a los que Salinas no atacó como el estadista que pretende ser hoy. Y es justamente el pleito Zedillo-Salinas una de las grandes cuestiones que queda por aclarar. Tras la sospechosa muerte de Colosio, ¿qué virtudes de Zedillo llevaron a Salinas a darle todo el apoyo del sistema? ¿Y qué traiciones cometió Zedillo que aún alimentan, años después, el encono salinista? Y en el caso de Fox, ¿no es éste desde un principio una creación salinista, incluyendo su intervención en la política interna de Guanajuato y el manoseo constitucional?
Pero lo más importante, en estos momentos, me parece ser la pregunta sobre la intervención de Salinas en Pemex, a partir de su pleito con La Quina que osó jugar la carta política de Cuauhtémoc Cárdenas, la venganza cruel y arbitraria del todopoderoso presidente y la acusación gravísima de un sistemático sabotaje al desarrrollo de la compañía nacional, así como las alianzas secretas de Salinas con el grupo tejano de los Bush, de donde era íntimo y a donde era invitado en acontecimientos tan familiares como los ochenta años de Bush el Viejo, cuando para probar lo macho que era saltó en paracaídas. Y por cierto que otro de los escasísimos invitados ese día fue Gorbachov, el traidor de traidores. ¿O debemos decir el democratizador de democratizadores?
La relación Salinas-Bush no es nada nuevo por supuesto, pero tiene en estos momentos una importancia fundamental para ayudar a entender lo que está sucediendo en la cuestión petrolera que no debe reducirse a una guerra sucia entre partidos. ¿Es que ya había un gran trato desde el arribo de Salinas a la Presidencia?
En un juego borgeano, nos preguntamos detrás del Salinas que es hoy en gran denunciador con su libro, ¿cuántos Salinas se esconden en un siniestro juego de infinitos y de oscuros espejos?
Con un aprendizaje, claro, pero poco a poco vamos llegando al mundo tentador del Internet como origen de noticia política. Y a recibir material, cuya validez no podemos certificar sobre los grandes temas del día. Para los hijos de la generación Gutenberg, el mundo electrónico es desconocido y sospechoso: ¿de dónde viene tanta información?, ¿quién la certifica? Sin embargo, allí está llena de sugerencias y preguntas.
Así el otro día recibí una crítica sobre el nuevo libro de Salinas que está lleno de cuestiones sin contestar de gran importancia en la coyuntura actual de este pobre país. La más importante no es su actitud a toro pasado sobre los regímenes de Zedillo y Fox, ninguno de los cuales es defendible, pero a los que Salinas no atacó como el estadista que pretende ser hoy. Y es justamente el pleito Zedillo-Salinas una de las grandes cuestiones que queda por aclarar. Tras la sospechosa muerte de Colosio, ¿qué virtudes de Zedillo llevaron a Salinas a darle todo el apoyo del sistema? ¿Y qué traiciones cometió Zedillo que aún alimentan, años después, el encono salinista? Y en el caso de Fox, ¿no es éste desde un principio una creación salinista, incluyendo su intervención en la política interna de Guanajuato y el manoseo constitucional?
Pero lo más importante, en estos momentos, me parece ser la pregunta sobre la intervención de Salinas en Pemex, a partir de su pleito con La Quina que osó jugar la carta política de Cuauhtémoc Cárdenas, la venganza cruel y arbitraria del todopoderoso presidente y la acusación gravísima de un sistemático sabotaje al desarrrollo de la compañía nacional, así como las alianzas secretas de Salinas con el grupo tejano de los Bush, de donde era íntimo y a donde era invitado en acontecimientos tan familiares como los ochenta años de Bush el Viejo, cuando para probar lo macho que era saltó en paracaídas. Y por cierto que otro de los escasísimos invitados ese día fue Gorbachov, el traidor de traidores. ¿O debemos decir el democratizador de democratizadores?
La relación Salinas-Bush no es nada nuevo por supuesto, pero tiene en estos momentos una importancia fundamental para ayudar a entender lo que está sucediendo en la cuestión petrolera que no debe reducirse a una guerra sucia entre partidos. ¿Es que ya había un gran trato desde el arribo de Salinas a la Presidencia?
En un juego borgeano, nos preguntamos detrás del Salinas que es hoy en gran denunciador con su libro, ¿cuántos Salinas se esconden en un siniestro juego de infinitos y de oscuros espejos?