Un nuevo partido
Proceso
México, D.F., 23 de abril (apro).- El PRD ha dejado de ser una opción electoral. Las elecciones internas recientes lo exhibieron como una cofradía de grupos que nunca pudo cohesionarse como partido.
Derrotado por sí mismo, el PRD ha dejado un vacío que sólo puede ser ocupado por otra alternativa política; y quien podría llenar esta expectativa es Andrés Manuel López Obrador, encabezando un nuevo partido político.
Desde hace unos meses el “gobierno legítimo de México”, representado por López Obrador, ha realizado una campaña en todo el país para afiliar a sus simpatizantes. Cada una de las credenciales, tienen sello de seguridad y un número de folio que muestra la cantidad de “representantes” que por voluntad propia van a los módulos a registrarse.
El número de registrados llama la atención, pues ningún partido político, ninguna organización social, tiene los 2 millones 200 mil afiliados con los que cuenta el “gobierno legítimo” de López Obrador.
El dato por sí mismo llama la atención. Políticamente significa que, contrario a lo que desearían sus enemigos, López Obrador sigue manteniendo una fuerza social representativa y que es muy ajena al PRD. Es decir, sigue vivo en sus planes políticos como ya lo demostró en la clausura de las tribunas legislativas y la suspensión temporal del debate sobre la reforma energética.
Electoralmente también los otros partidos y el gobierno de Felipe Calderón, deberían tomarlo en cuenta, pues este número de simpatizantes no sólo es el músculo social con que cuenta para ser movilizado, sino de la posibilidad de traducir este número en seguidores en votos, lo cual nos lleva a la posibilidad de que ante la crisis del PRD surja un partido “lopezobradorista”.
La hipótesis de que seguidores de López Obrador creen una nueva opción alterna al PRD no puede descartarse. Seguramente no sería para las elecciones del 2009, pues es demasiado pronto y no tendría el tiempo que requiere el Instituto Federal Electoral para obtener el registro; pero sí para la elección presidencial del 2012.
Existe la posibilidad de que algunos de los partidos que forman el Frente Amplio Progresista (FAP), como el del Trabajo (PT) o Convergencia, podrían ceder su registro y con ello salvar los tiempos, sobre todo si tomamos en cuenta que lo más seguro es que con esta crisis el PRD perderá la segunda fuerza política nacional que alcanzó en el 2006.
Desde que se formó el PRD no había podido superar su nivel electoral de 17% de representación a nivel nacional. En la pasada elección presidencial duplicó este número, y consiguió el segundo lugar como fuerza política nacional.
Durante todo este tiempo la figura caudillista de Cuauhtémoc Cárdenas pudo cohesionar las fuerzas socialistas, comunistas, priistas y trotsquistas que le dieron vida al partido en 1989. Pero una vez que el exgobernador de Michoacán perdió por cuarta ocasión la competencia presidencial, estos grupos dejaron de tenerle el mismo respeto y pelearon sus propios espacios de poder.
De hecho, la crisis del PRD comenzó desde el 2000 y se acentuó con los escándalos de corrupción en la gestión de Rosario Robles y de Andrés Manuel López Obrador como presidentes del partido. Gracias a que en el caso de René Bejarano se vieron claramente las manos de Carlos Salinas, Diego Fernández de Cevallos y de Vicente Fox, el perredismo pudo salvar el pellejo.
Gracias al malísimo gobierno de Vicente Fox, y a los escándalos de corrupción de Martha Sahagún y de sus hijos, la elección del 2006 fue para el PRD un aliento de esperanza. La figura de López Obrador creció como una opción real de gobierno honesto y, sobre todo, con proyecto. Si no hubiera sido por la campaña en contra de empresarios, iglesia y medios de comunicación, así como de sus propios errores de soberbia y cerrazón, López Obrador pudo haber ganado la elección presidencial.
Dos años después de ese gran avance, el PRD está en su peor crisis estructural e incluso de identidad. La pelea entre las corrientes de Jesús Ortega y de Alejandro Encinas nos enseñó la incapacidad que han tenido para formar un solo partido; y la ausencia de un interés común para llegar a acuerdos. Los intereses particulares se han sobrepuesto a los del partido.
Eso mismo ha llevado a cuestionar el carácter ideológico y de identidad del PRD. ¿Qué izquierda representa? O mejor dicho ¿A quién pretenden representar las dos partes en pugna?
En medio de estas dos facciones la figura de López Obrador vuelve a salir como una opción para miles de sus seguidores que ya no se sienten representados por el PRD.
Por esto no es descabellado pensar que estamos frente a la gestación de una nueva alternativa política social, nacionalista antes que de izquierda (en términos de ideología socialista o marxista), pues en su pasado congreso nacional los perredistas eliminaron este término de sus principios.
México, D.F., 23 de abril (apro).- El PRD ha dejado de ser una opción electoral. Las elecciones internas recientes lo exhibieron como una cofradía de grupos que nunca pudo cohesionarse como partido.
Derrotado por sí mismo, el PRD ha dejado un vacío que sólo puede ser ocupado por otra alternativa política; y quien podría llenar esta expectativa es Andrés Manuel López Obrador, encabezando un nuevo partido político.
Desde hace unos meses el “gobierno legítimo de México”, representado por López Obrador, ha realizado una campaña en todo el país para afiliar a sus simpatizantes. Cada una de las credenciales, tienen sello de seguridad y un número de folio que muestra la cantidad de “representantes” que por voluntad propia van a los módulos a registrarse.
El número de registrados llama la atención, pues ningún partido político, ninguna organización social, tiene los 2 millones 200 mil afiliados con los que cuenta el “gobierno legítimo” de López Obrador.
El dato por sí mismo llama la atención. Políticamente significa que, contrario a lo que desearían sus enemigos, López Obrador sigue manteniendo una fuerza social representativa y que es muy ajena al PRD. Es decir, sigue vivo en sus planes políticos como ya lo demostró en la clausura de las tribunas legislativas y la suspensión temporal del debate sobre la reforma energética.
Electoralmente también los otros partidos y el gobierno de Felipe Calderón, deberían tomarlo en cuenta, pues este número de simpatizantes no sólo es el músculo social con que cuenta para ser movilizado, sino de la posibilidad de traducir este número en seguidores en votos, lo cual nos lleva a la posibilidad de que ante la crisis del PRD surja un partido “lopezobradorista”.
La hipótesis de que seguidores de López Obrador creen una nueva opción alterna al PRD no puede descartarse. Seguramente no sería para las elecciones del 2009, pues es demasiado pronto y no tendría el tiempo que requiere el Instituto Federal Electoral para obtener el registro; pero sí para la elección presidencial del 2012.
Existe la posibilidad de que algunos de los partidos que forman el Frente Amplio Progresista (FAP), como el del Trabajo (PT) o Convergencia, podrían ceder su registro y con ello salvar los tiempos, sobre todo si tomamos en cuenta que lo más seguro es que con esta crisis el PRD perderá la segunda fuerza política nacional que alcanzó en el 2006.
Desde que se formó el PRD no había podido superar su nivel electoral de 17% de representación a nivel nacional. En la pasada elección presidencial duplicó este número, y consiguió el segundo lugar como fuerza política nacional.
Durante todo este tiempo la figura caudillista de Cuauhtémoc Cárdenas pudo cohesionar las fuerzas socialistas, comunistas, priistas y trotsquistas que le dieron vida al partido en 1989. Pero una vez que el exgobernador de Michoacán perdió por cuarta ocasión la competencia presidencial, estos grupos dejaron de tenerle el mismo respeto y pelearon sus propios espacios de poder.
De hecho, la crisis del PRD comenzó desde el 2000 y se acentuó con los escándalos de corrupción en la gestión de Rosario Robles y de Andrés Manuel López Obrador como presidentes del partido. Gracias a que en el caso de René Bejarano se vieron claramente las manos de Carlos Salinas, Diego Fernández de Cevallos y de Vicente Fox, el perredismo pudo salvar el pellejo.
Gracias al malísimo gobierno de Vicente Fox, y a los escándalos de corrupción de Martha Sahagún y de sus hijos, la elección del 2006 fue para el PRD un aliento de esperanza. La figura de López Obrador creció como una opción real de gobierno honesto y, sobre todo, con proyecto. Si no hubiera sido por la campaña en contra de empresarios, iglesia y medios de comunicación, así como de sus propios errores de soberbia y cerrazón, López Obrador pudo haber ganado la elección presidencial.
Dos años después de ese gran avance, el PRD está en su peor crisis estructural e incluso de identidad. La pelea entre las corrientes de Jesús Ortega y de Alejandro Encinas nos enseñó la incapacidad que han tenido para formar un solo partido; y la ausencia de un interés común para llegar a acuerdos. Los intereses particulares se han sobrepuesto a los del partido.
Eso mismo ha llevado a cuestionar el carácter ideológico y de identidad del PRD. ¿Qué izquierda representa? O mejor dicho ¿A quién pretenden representar las dos partes en pugna?
En medio de estas dos facciones la figura de López Obrador vuelve a salir como una opción para miles de sus seguidores que ya no se sienten representados por el PRD.
Por esto no es descabellado pensar que estamos frente a la gestación de una nueva alternativa política social, nacionalista antes que de izquierda (en términos de ideología socialista o marxista), pues en su pasado congreso nacional los perredistas eliminaron este término de sus principios.