Quehacer Político
México va rumbo al precipicio, a la ingobernabilidad. La anarquía toca las puertas: Los grupos de presión, creados durante el largo reinado del PRI, se salieron de control. Los sindicatos, el de maestros, el petrolero, el electricista, el de los burócratas, el del IMSS, etcétera, son entidades cuasi autónomas que son dirigidas por caciques que tienen tanto poder que rivalizan con el del Estado. El Presidente que antes los dominaba, hoy está inerme y no pocas veces sometido.
Los emporios empresariales que forjó Carlos Salinas de Gortari tienen de rodillas al país: Telmex-Carso, Televisa, TV-Azteca, la banca, Cemex, las tiendas comerciales y demás monopolios u oligopolios poseen tanto poder que controlan a los órganos reguladores, se burlan de las leyes y amedrentan a la Presidencia y al Congreso.
Fijan los precios a su antojo, eliminan la competencia y cancelan las oportunidades para millones de mexicanos. Son los nuevos amos.
Las bandas criminales, antes acotadas por los capos policiacos, que a su vez rendían cuentas al Presidente, hoy están fuera de control y desafían el monopolio de la fuerza pública que tenía el Estado mexicano. Subsistimos bajo el pluralismo armado.
Nadie vive seguro. Quien sale por la mañana a trabajar quizá jamás regrese a su hogar. Así de dramático es el problema de inseguridad a que nos someten los grupos de narcotraficantes, secuestradores, tratantes de esclavos, contrabandistas y toda laya de traficantes de lo ilícito.
PRESIDENTE EMPEQUEÑECIDO
En el ámbito propiamente de la esfera gubernamental, nada funciona. El Presidente empequeñeció y casi desapareció ante el poderío de los grupos de presión y la mengua de su poder frente a los otros poderes (Legislativo y Judicial). La justicia se vende al mejor postor y a nadie rinde cuentas, por lo que campea la inseguridad y la indefensión jurídicas. El Congreso es incapaz de gobernarse, y con facilidad pequeños grupos se apoderan e impiden deliberar y legislar.
Las policías son corruptas, ineptas y frecuentemente el brazo armado y protector de los delincuentes. Los gobernadores son los nuevos jefes feudales: Controlan a sus congresos, deciden quiénes imparten justicia y son el Ministerio Público. También ejercen un dominio casi total sobre los medios de comunicación. Hacen y deshacen a su antojo. Son los 32 reyes de la impunidad y la barbarie.
Estamos en el estado de naturaleza, como decía Hobbes, donde el más fuerte se impone. No tenemos rumbo ni Gobierno. Sólo falta que haga presencia la recesión (aplazada unos seis u ocho meses) para que este inestable equilibrio reviente. El riesgo es mayúsculo. Urge un golpe de timón en el Gobierno para evitar la ingobernabilidad. Es fundamental que los políticos pacten una tregua y diseñen un nuevo andamiaje institucional y constitucional que someta a los intereses particulares y se garantice una convivencia regida por la ley.
A mi juicio, se requieren cosas relativamente simples: Fortalecer las facultades constitucionales de la Presidencia para facilitar la gobernación; otorgar al Congreso las más amplias facultades para que sea contrapeso del Ejecutivo en materia de fiscalización de recursos, en la vigilancia de la operación de estados y en defensa de los derechos humanos. También habría que reformar al Poder Judicial para que rinda cuentas y no sea juez y parte en la impartición de justicia y sea garante de la constitucionalidad y la ley.
Asimismo, urge una verdadera reforma liberal de la economía para acabar con los monopolios y fortalecer la competencia, de manera que aumenten las oportunidades para los mexicanos. Y en el ámbito sindical, es urgente su democratización y reducir sus privilegios. Debe morir el corrupto capitalismo de amigos que Octavio Paz denominaba, con mejor precisión, sistema corporativo y clientelar.
A nadie conviene el empate entre los poderes constitucionales y los llamados poderes fácticos. El poderío privado debe someterse al interés general. Tampoco sirve a los mexicanos la lucha entre la Presidencia y el Congreso, con un sistema judicial comparsa. Ahora sí, por el bien de todos, urge la reforma liberal del Estado mexicano.
México va rumbo al precipicio, a la ingobernabilidad. La anarquía toca las puertas: Los grupos de presión, creados durante el largo reinado del PRI, se salieron de control. Los sindicatos, el de maestros, el petrolero, el electricista, el de los burócratas, el del IMSS, etcétera, son entidades cuasi autónomas que son dirigidas por caciques que tienen tanto poder que rivalizan con el del Estado. El Presidente que antes los dominaba, hoy está inerme y no pocas veces sometido.
Los emporios empresariales que forjó Carlos Salinas de Gortari tienen de rodillas al país: Telmex-Carso, Televisa, TV-Azteca, la banca, Cemex, las tiendas comerciales y demás monopolios u oligopolios poseen tanto poder que controlan a los órganos reguladores, se burlan de las leyes y amedrentan a la Presidencia y al Congreso.
Fijan los precios a su antojo, eliminan la competencia y cancelan las oportunidades para millones de mexicanos. Son los nuevos amos.
Las bandas criminales, antes acotadas por los capos policiacos, que a su vez rendían cuentas al Presidente, hoy están fuera de control y desafían el monopolio de la fuerza pública que tenía el Estado mexicano. Subsistimos bajo el pluralismo armado.
Nadie vive seguro. Quien sale por la mañana a trabajar quizá jamás regrese a su hogar. Así de dramático es el problema de inseguridad a que nos someten los grupos de narcotraficantes, secuestradores, tratantes de esclavos, contrabandistas y toda laya de traficantes de lo ilícito.
PRESIDENTE EMPEQUEÑECIDO
En el ámbito propiamente de la esfera gubernamental, nada funciona. El Presidente empequeñeció y casi desapareció ante el poderío de los grupos de presión y la mengua de su poder frente a los otros poderes (Legislativo y Judicial). La justicia se vende al mejor postor y a nadie rinde cuentas, por lo que campea la inseguridad y la indefensión jurídicas. El Congreso es incapaz de gobernarse, y con facilidad pequeños grupos se apoderan e impiden deliberar y legislar.
Las policías son corruptas, ineptas y frecuentemente el brazo armado y protector de los delincuentes. Los gobernadores son los nuevos jefes feudales: Controlan a sus congresos, deciden quiénes imparten justicia y son el Ministerio Público. También ejercen un dominio casi total sobre los medios de comunicación. Hacen y deshacen a su antojo. Son los 32 reyes de la impunidad y la barbarie.
Estamos en el estado de naturaleza, como decía Hobbes, donde el más fuerte se impone. No tenemos rumbo ni Gobierno. Sólo falta que haga presencia la recesión (aplazada unos seis u ocho meses) para que este inestable equilibrio reviente. El riesgo es mayúsculo. Urge un golpe de timón en el Gobierno para evitar la ingobernabilidad. Es fundamental que los políticos pacten una tregua y diseñen un nuevo andamiaje institucional y constitucional que someta a los intereses particulares y se garantice una convivencia regida por la ley.
A mi juicio, se requieren cosas relativamente simples: Fortalecer las facultades constitucionales de la Presidencia para facilitar la gobernación; otorgar al Congreso las más amplias facultades para que sea contrapeso del Ejecutivo en materia de fiscalización de recursos, en la vigilancia de la operación de estados y en defensa de los derechos humanos. También habría que reformar al Poder Judicial para que rinda cuentas y no sea juez y parte en la impartición de justicia y sea garante de la constitucionalidad y la ley.
Asimismo, urge una verdadera reforma liberal de la economía para acabar con los monopolios y fortalecer la competencia, de manera que aumenten las oportunidades para los mexicanos. Y en el ámbito sindical, es urgente su democratización y reducir sus privilegios. Debe morir el corrupto capitalismo de amigos que Octavio Paz denominaba, con mejor precisión, sistema corporativo y clientelar.
A nadie conviene el empate entre los poderes constitucionales y los llamados poderes fácticos. El poderío privado debe someterse al interés general. Tampoco sirve a los mexicanos la lucha entre la Presidencia y el Congreso, con un sistema judicial comparsa. Ahora sí, por el bien de todos, urge la reforma liberal del Estado mexicano.