Calderón: Mouriño a la diestra y AMLO a la siniestra
Alvaro Cepeda Neri
Desde su toma de posesión Felipe Calderón Hinojosa no ha tenido descanso a diestra (derecha) ni a siniestra (izquierda). Los ultras de su partido (Acción Nacional), con el enloquecido de Manuel Espino, no han dejado de acosarlo ideológicamente, exigiéndole virar a una mayor derechización: lo quieren cristero. El asunto de la corrupción de Vicente Fox, Mart(h)a Sahagún y sus hijos, los Bribiesca; más lo de la megabiblioteca, CONACULTA (Larrazábal Bretón y Sergio Vela), le quitan el sueño. Su dependencia del PRI para maniobrar la nave estatal (el timón no está prácticamente en sus manos) ya le causó más calvicie y más canas. El nuevo presidente aparente del PAN no le está funcionando.
Por lo que hace a la siniestra: López Obrador y las tribus del perredismo (y a veces hasta se le atraviesa el perredismo con Cuauhtémoc Cárdenas, con el que suponía había cierto colaboracionismo) no le dan cuartel. Son una oposición implacable y es que respiran por la herida de la ilegitimidad de la ya ahora más que nunca pírrica victoria calderonista. Los priístas, empujados al centro, para los pesos y contrapesos particularmente en el estira y afloja legislativo, en ese papel condicionan su apoyo con transacciones políticamente válidas. Y es que el Partido Revolucionario Institucional también tiene que salvar el pellejo para las elecciones intermedias del 2009 y en busca de recuperar la Presidencia de la República en el 2012.
A su derecha, pues, Juan Camilo Mouriño Terrazos, el ya opacado secretario de Gobernación; en términos boxísticos: groggy, es decir, tambaleante, porque como se quiera ver, la exhibición de su participación empresarial (sin haber vendido sus acciones, pues no basta legalmente con renunciar a ellas, y haber pagado sus respectivos impuestos), lo dejaron políticamente inhabilitado para ser lo que Calderón y el mismo Mouriño quisieron: ser el interlocutor y el negociador de Los Pinos, empezando por el ya crítico problema petrolero. En lugar de cerrar frentes, Mouriño abrió de par en par la parte más vulnerable del calderonismo.
Y a la siniestra, es decir a la izquierda, la persistencia de la oposición lópezobradorista y la parte del pueblo que lo sigue, más el Frente Amplio Progresista (FAP) y ahora el mismo Cárdenas quienes no están dispuestos a ceder en su reclamo: ninguna intervención directa de extranjeros ni la iniciativa privada nativa en la reforma de PEMEX, ya que esta empresa tiene los recursos para su inversión y tenemos técnicos mexicanos para únicamente contratar asistencia tecnológica para la explotación y construcción de refinerías. A la diestra de Calderón su cartucho quemado Mouriño. Y a la siniestra la contundente oposición del centro-izquierda que no cede terreno.
Desde su toma de posesión Felipe Calderón Hinojosa no ha tenido descanso a diestra (derecha) ni a siniestra (izquierda). Los ultras de su partido (Acción Nacional), con el enloquecido de Manuel Espino, no han dejado de acosarlo ideológicamente, exigiéndole virar a una mayor derechización: lo quieren cristero. El asunto de la corrupción de Vicente Fox, Mart(h)a Sahagún y sus hijos, los Bribiesca; más lo de la megabiblioteca, CONACULTA (Larrazábal Bretón y Sergio Vela), le quitan el sueño. Su dependencia del PRI para maniobrar la nave estatal (el timón no está prácticamente en sus manos) ya le causó más calvicie y más canas. El nuevo presidente aparente del PAN no le está funcionando.
Por lo que hace a la siniestra: López Obrador y las tribus del perredismo (y a veces hasta se le atraviesa el perredismo con Cuauhtémoc Cárdenas, con el que suponía había cierto colaboracionismo) no le dan cuartel. Son una oposición implacable y es que respiran por la herida de la ilegitimidad de la ya ahora más que nunca pírrica victoria calderonista. Los priístas, empujados al centro, para los pesos y contrapesos particularmente en el estira y afloja legislativo, en ese papel condicionan su apoyo con transacciones políticamente válidas. Y es que el Partido Revolucionario Institucional también tiene que salvar el pellejo para las elecciones intermedias del 2009 y en busca de recuperar la Presidencia de la República en el 2012.
A su derecha, pues, Juan Camilo Mouriño Terrazos, el ya opacado secretario de Gobernación; en términos boxísticos: groggy, es decir, tambaleante, porque como se quiera ver, la exhibición de su participación empresarial (sin haber vendido sus acciones, pues no basta legalmente con renunciar a ellas, y haber pagado sus respectivos impuestos), lo dejaron políticamente inhabilitado para ser lo que Calderón y el mismo Mouriño quisieron: ser el interlocutor y el negociador de Los Pinos, empezando por el ya crítico problema petrolero. En lugar de cerrar frentes, Mouriño abrió de par en par la parte más vulnerable del calderonismo.
Y a la siniestra, es decir a la izquierda, la persistencia de la oposición lópezobradorista y la parte del pueblo que lo sigue, más el Frente Amplio Progresista (FAP) y ahora el mismo Cárdenas quienes no están dispuestos a ceder en su reclamo: ninguna intervención directa de extranjeros ni la iniciativa privada nativa en la reforma de PEMEX, ya que esta empresa tiene los recursos para su inversión y tenemos técnicos mexicanos para únicamente contratar asistencia tecnológica para la explotación y construcción de refinerías. A la diestra de Calderón su cartucho quemado Mouriño. Y a la siniestra la contundente oposición del centro-izquierda que no cede terreno.