EN 2008, CORREGIR EL 2006
Indice Político
POR SU ENVERGADURA, su persistencia, su carácter poco común en términos comparados y su desmesurado impacto en la vida política, las manifestaciones –toma de tribunas camerales, resistencia civil pacífica en las plazas y calles-- en contra de las iniciativas recién enviadas al Congreso por el señor Felipe Calderón, son en realidad un correctivo legítimo de la expresión electoral falsificada en el 2006.
Una vez más, estas protestas advierten: las pautas de consenso y conflicto sobre las que giró el periodo postelectoral se han alterado. Son, cada vez, más abruptas e infranqueables.
Apoyados en el convencionalismo, no pocos comentaristas han errado estrepitosamente al predecir una inevitable moderación progresiva del PRD, por razones electorales. Se han equivocado porque la resistencia rebasa incluso al sol azteca.
Cierto es que el lopezobradorismo ha lanzado su desafío en forma de protesta sostenida por razones de corto plazo y de política competitiva, pero relacionadas también con el curso de elección de 2006. En pocas palabras: no aceptan fácilmente haber sido despojados del Ejecutivo por artimañas electorales.
Gran lección. Y lo peor es que no ha sido aprendida. Ir en contra de la voluntad popular lleva a la ingobernabilidad, a que todo se salga de madre.
Las manifestaciones de 2006-2007 se habrían impulsado para hacer visible el enojo de un bloque de poder; y, subordinadamente, como una estrategia para mantener movilizada a su base social hasta las siguientes elecciones federales de 2009. A efectos internos se trataría de mantener los equilibrios entre “tribus” del PRD, entre este partido y la extrema izquierda (guerrilla) y, en general, entre todos los sectores contestatarios.
Las movilizaciones de hoy se racionalizan desde dentro como una resistencia civil pacífica, pero en este movimiento hay también recursos de todo tipo que provienen del sector empresarial y financiero que, por otras razones –sobremanera la ineficacia, la falta de resultados, su mezcla con la soberbia—también desean corregir el resultado electoral del 2006.
Lo que presenciamos no es sólo un movimiento social, sino una especie de macroplataforma ciudadana, una macroorganización de intereses que decide, planifica, convoca y se coordina ejemplarmente además, pues consigue la paralización de prácticamente toda la actividad política, y la focalización en un solo tema de la mayoría de los medios de comunicación.
Que este impactante impulso acabe por echar abajo las iniciativas del señor Calderón o desemboque en un fiasco (en forma de enfrentamiento violento o de descomposición de ese bloque de intereses) va a depender de la, por definición, imprevisible interacción entre los actores en escena, sus bases sociales, la ciudadanía y los acontecimientos. Nuestra historia contemporánea no permite ser muy optimista.
Hay que prepararse, pues, porque, con manifestaciones o sin ellas, esto va para largo. Se trata, insisto, de corregir el resultado electoral de 2006.
POR SU ENVERGADURA, su persistencia, su carácter poco común en términos comparados y su desmesurado impacto en la vida política, las manifestaciones –toma de tribunas camerales, resistencia civil pacífica en las plazas y calles-- en contra de las iniciativas recién enviadas al Congreso por el señor Felipe Calderón, son en realidad un correctivo legítimo de la expresión electoral falsificada en el 2006.
Una vez más, estas protestas advierten: las pautas de consenso y conflicto sobre las que giró el periodo postelectoral se han alterado. Son, cada vez, más abruptas e infranqueables.
Apoyados en el convencionalismo, no pocos comentaristas han errado estrepitosamente al predecir una inevitable moderación progresiva del PRD, por razones electorales. Se han equivocado porque la resistencia rebasa incluso al sol azteca.
Cierto es que el lopezobradorismo ha lanzado su desafío en forma de protesta sostenida por razones de corto plazo y de política competitiva, pero relacionadas también con el curso de elección de 2006. En pocas palabras: no aceptan fácilmente haber sido despojados del Ejecutivo por artimañas electorales.
Gran lección. Y lo peor es que no ha sido aprendida. Ir en contra de la voluntad popular lleva a la ingobernabilidad, a que todo se salga de madre.
Las manifestaciones de 2006-2007 se habrían impulsado para hacer visible el enojo de un bloque de poder; y, subordinadamente, como una estrategia para mantener movilizada a su base social hasta las siguientes elecciones federales de 2009. A efectos internos se trataría de mantener los equilibrios entre “tribus” del PRD, entre este partido y la extrema izquierda (guerrilla) y, en general, entre todos los sectores contestatarios.
Las movilizaciones de hoy se racionalizan desde dentro como una resistencia civil pacífica, pero en este movimiento hay también recursos de todo tipo que provienen del sector empresarial y financiero que, por otras razones –sobremanera la ineficacia, la falta de resultados, su mezcla con la soberbia—también desean corregir el resultado electoral del 2006.
Lo que presenciamos no es sólo un movimiento social, sino una especie de macroplataforma ciudadana, una macroorganización de intereses que decide, planifica, convoca y se coordina ejemplarmente además, pues consigue la paralización de prácticamente toda la actividad política, y la focalización en un solo tema de la mayoría de los medios de comunicación.
Que este impactante impulso acabe por echar abajo las iniciativas del señor Calderón o desemboque en un fiasco (en forma de enfrentamiento violento o de descomposición de ese bloque de intereses) va a depender de la, por definición, imprevisible interacción entre los actores en escena, sus bases sociales, la ciudadanía y los acontecimientos. Nuestra historia contemporánea no permite ser muy optimista.
Hay que prepararse, pues, porque, con manifestaciones o sin ellas, esto va para largo. Se trata, insisto, de corregir el resultado electoral de 2006.