Calderón debe renunciar
Revista Siempre
* Ni sabe, ni puede, ni quiere gobernar
Las instituciones de los tres poderes federales, particularmente las presidenciales, empezando por separar las funciones de jefe de Estado y jefe de Gobierno deben someterse a innovaciones para desburocratizarlas. Y ponerlas de acuerdo a las necesidades del presente. Se requiere un sacudimiento político, para deshacerse de quienes, tras el beneficio de la duda y el corto plazo, no dan la medida ejerciendo sus obligaciones en los cargos para los que fueron electos y/o designados. No es indispensable que permanezcan en ellos sólo para cumplir con el requisito de terminar el período. Es el caso de los presidentes de la República. Seis años de ineficacia, corrupción y abuso del poder, con daños irreversibles. Así nos fue con el foxismo... y con el PAN.
Calderón va por el mismo camino. Lo de las “manos limpias” fue una coartada, las tenían sucias: los contratos de Mouriño, el quebranto al erario de cuando el poblano Javier Lozano en Cofetel y el autopréstamo de Felipe en Banobras. Estos problemas de corrupción gravísimos son suficientes como para que los tres ni siquiera estuvieran donde despachan, si la impunidad no fuera el santo y seña de las complicidades en la élite presidencialista. Además, casi para dos años en el Poder Ejecutivo federal, está más que claro que Calderón ni sabe, ni quiere, ni puede gobernar y tampoco conducir la jefatura del Estado. Hay ineficacia; ingobernabilidad, si ésta es “incapacidad de las instituciones políticas de un país para dirigir la economía y la sociedad” (ensayo de Guy Peters: Gobernabilidad. Enciclopedia de las Instituciones Políticas).
No hay rumbo. Calderón y los suyos navegan a la deriva, mar adentro de una crisis política con tormenta económica y motín a bordo. Su novato secretario de Gobernación, pillado en tráfico de influencias, es hombre al agua sin salvavidas, pero Calderón insiste en salvarlo. Ningún panista en el poder presidencial (y fuera de él) tiene capacidad administrativa, política ni electoral. Y como las instituciones necesitan, además de las reformas, vérselas con una crisis de a de veras, nada como que Calderón, para convertirse en un hombre responsable, presentara su renuncia. Debe reconocer que no está hecho para ser Presidente de la República. Que llegó al cargo deslegitimado por una oposición que no le da cuartel, y que no sabe negociar para lograr transacciones en beneficio de la nación.
La renuncia de Calderón lo haría un ex presidente que supo reconocer lo evidente: ni sabe, ni puede ni quiere ser jefe de Estado ni jefe de Gobierno.
* Ni sabe, ni puede, ni quiere gobernar
Las instituciones de los tres poderes federales, particularmente las presidenciales, empezando por separar las funciones de jefe de Estado y jefe de Gobierno deben someterse a innovaciones para desburocratizarlas. Y ponerlas de acuerdo a las necesidades del presente. Se requiere un sacudimiento político, para deshacerse de quienes, tras el beneficio de la duda y el corto plazo, no dan la medida ejerciendo sus obligaciones en los cargos para los que fueron electos y/o designados. No es indispensable que permanezcan en ellos sólo para cumplir con el requisito de terminar el período. Es el caso de los presidentes de la República. Seis años de ineficacia, corrupción y abuso del poder, con daños irreversibles. Así nos fue con el foxismo... y con el PAN.
Calderón va por el mismo camino. Lo de las “manos limpias” fue una coartada, las tenían sucias: los contratos de Mouriño, el quebranto al erario de cuando el poblano Javier Lozano en Cofetel y el autopréstamo de Felipe en Banobras. Estos problemas de corrupción gravísimos son suficientes como para que los tres ni siquiera estuvieran donde despachan, si la impunidad no fuera el santo y seña de las complicidades en la élite presidencialista. Además, casi para dos años en el Poder Ejecutivo federal, está más que claro que Calderón ni sabe, ni quiere, ni puede gobernar y tampoco conducir la jefatura del Estado. Hay ineficacia; ingobernabilidad, si ésta es “incapacidad de las instituciones políticas de un país para dirigir la economía y la sociedad” (ensayo de Guy Peters: Gobernabilidad. Enciclopedia de las Instituciones Políticas).
No hay rumbo. Calderón y los suyos navegan a la deriva, mar adentro de una crisis política con tormenta económica y motín a bordo. Su novato secretario de Gobernación, pillado en tráfico de influencias, es hombre al agua sin salvavidas, pero Calderón insiste en salvarlo. Ningún panista en el poder presidencial (y fuera de él) tiene capacidad administrativa, política ni electoral. Y como las instituciones necesitan, además de las reformas, vérselas con una crisis de a de veras, nada como que Calderón, para convertirse en un hombre responsable, presentara su renuncia. Debe reconocer que no está hecho para ser Presidente de la República. Que llegó al cargo deslegitimado por una oposición que no le da cuartel, y que no sabe negociar para lograr transacciones en beneficio de la nación.
La renuncia de Calderón lo haría un ex presidente que supo reconocer lo evidente: ni sabe, ni puede ni quiere ser jefe de Estado ni jefe de Gobierno.