Empezaron las nacionalizaciones en el G-7
La Jornada
¿A quién corresponde realizar las exequias del putrefacto neoliberalismo global, antes de que provoque una pandemia bacteriológica?
Pareciera que la tarea de darle sepultura incumbe a la “realidad” –una de las dos herramientas de la salud mental–, ya que nadie de sus desacreditados turiferarios se atreve cobardemente a formular el deceso de un modelo pernicioso que causó tanta devastación financiera, depredación ambiental y miseria humana.
Mientras el “México neoliberal” pretende desnacionalizar Pemex, Gran Bretaña, centro de la globalización financiera, nacionaliza Northern Rock, uno de los bancos hipotecarios más importantes que cayó en la insolvencia debido a las atrocidades especulativas de sus salvajes directivos depredadores.
La nacionalización de Northern Rock, que será la tónica en el G-7 en los años venideros, ha causado conmoción en Gran Bretaña, en particular en los circuitos fundamentalistas thatcherianos del Partido Conservador (los Tories), cuyas teorías artificiales son inoperantes para el “fin de una era” (por cierto, título de nuestro más reciente libro editado en Argentina): la del dolarcentrismo en caída libre.
Ante la insolvencia del banco Northern Rock, que se embriagó en la especulación de las hipotecas de baja calidad (los célebres subprime), el gobierno laborista de Gordon Brown optó por proteger a los inversionistas que son legión.
En forma cínica, los seudobanqueros británicos, colocados en la picota por la opinión pública debido a sus manejos extravagantes, exigían su propio salvamento sin miramiento a los inversionistas, por lo que el gobierno decidió la nacionalización ante el temor de una fronda ciudadana.
La prensa británica abunda sobre el futuro de Londres como el mayor centro financiero del mundo cuya “reputación ha quedado mancillada” (The Daily Telegraph, 17/2/08).
George Osborne, encargado de las finanzas del “gabinete de oposición” del Partido Conservador, entró en pánico y enjuició el precedente de la nacionalización, que no se veía en Gran Bretaña desde la década de los 70, y puede servir de pauta para intervenir otros bancos en desgracia que se encuentran en la insolvencia “invisible” y que a gritos solicitan al gobierno su rescate, pero sin pagar costo alguno por sus exacciones (como en el “México neoliberal” al puro estilo zedillista).
Las implicaciones metafísicas son inconmensurables. Una cosa es que Alemania, principal potencia económica de la Unión Europea y primera exportadora global, haya nacionalizado en forma tersa su banca insolvente en el verano reciente, y otra que Gran Bretaña haga lo mismo. Sucede que la nacionalización del banco Northern Rock aniquila en los hechos el modelo neoliberal global que surgió en la misma Gran Bretaña con el thatcherismo (luego imitado por la reaganomics en EU), lo cual descarrila el paradigma fundamentalista anglosajón.
Curiosamente, el primer ministro Gordon Brown refirió el salvamento estatal en Alemania y sacó a colación que EU estaba infestado de “bonos de seguros”, en especial bonos municipales, como metáforas de la crisis financiera que azota al planeta (The Daily Telegraph, 16/2/07).
Parte sustancial de los bonos hipotecarios de baja calidad (los tóxicos subprime) anda extraviada y Ambrose Evans-Pritchard (The Daily Telegraph, 10/2/08) asegura haberlos detectado en Japón, que ha escondido sigilosamente alrededor de 300 mil millones de dólares que pueden provocar un estallido y un efecto dominó en cualquier momento.
No existe país del G-7 que no haya sido infectado por el tóxico contagio financiero que ha expuesto en la insolvencia a la banca privada que reclama el rescate de sus gobiernos, contra todas las leyes del “libre mercado”, lo que ha ocasionado un severo problema político cuando los ciudadanos del G-7 protestan enérgicamente la selectiva discrecionalidad unilateral de sus tiránicos bancos centrales, que salvan a los especuladores banqueros parasitarios mientras dejan quebrar sus hospitales.
¡La barbarie total!
Sería “sano” para su equilibrio mental (con el fin de que no acaben en el escarnio “global”) que el siniestro cuan ignaro Comité de Energía del Senado/Cenado (por aquello de las comisiones subrepticias a las que nos tienen acostumbrados la mayoría de sus desprestigiados miembros –si son de creer sus frecuentes exhibiciones en la nota roja, de por sí supercontrolada por sus cómplices, perdón, aliados– se actualizara sobre las tendencias globales tanto de la macroeconomía como de la geopolítica que han operado ya el punto de inflexión del “fin de una era” –y no una simple cuan vulgar “crisis” pasajera a la Carstens– del neoliberalismo que ha iniciado el doble proceso de la desglobalización (por cierto, título de nuestro penúltimo libro) y la renacionalización, lo cual es más que evidente en el seno del G-7 después del estallido de sus múltiples burbujas especulativas que han puesto en la insolvencia a la banca israelí-anglosajona que controla las trasnacionales petroleras (ver Bajo a Lupa, 13/2/08).
A tales trasnacionales anglosajonas (las españolas Santander y Repsol son travestis británicas) el susodicho Comité de Energía, sumado de los siameses entreguistas Beltrones Rivera (¿por qué oculta su apellido paterno?) y Gamboa Patrón (dejémosle aquí para no ahondar en historias macabras de torturas de policía judicial totalitaria), desea rematar Pemex al peor postor y al mejor impostor en el peor momento de la coyuntura internacional, que se encamina en sentido contrario a sus aviesos propósitos de desnacionalización.
Cabe recordar que parte sustancial de las acciones bursátiles de Aeroméxico fue rematada sin piedad por el calderonismo (la fase terminal del decadente neoliberalismo “mexicano”) a la insolvente Banamex, de por sí rescatada por los miserables ciudadanos mexicanos, cuya matriz Citigroup se encuentra insolvente (ocultado en la “contabilidad invisible” de los paraísos fiscales”) y ya hace agua en Wall Street, si son de fiar las reseñas de los analistas de EU y Gran Bretaña (nota: con el debido respeto, pero España, una franquicia y excrecencia financiera anglosajona, no cuenta en estas grandes ligas).
¿Cómo es que personajes funestos del fétido “viejo régimen” mexicano, condensados en la alianza neoliberal del PRI y el PAN en el último cuarto de siglo, se atreven a proferir la palabra “modernización”, es decir, la desnacionalización de Pemex que han “administrado” en forma conjunta, en especial en los recientes siete años panistas de pésima gestión despilfarradora?
En este contexto global de inicio del oleaje de nacionalizaciones resulta anacrónica –válgase la contradicción– la “modernización” de Pemex: sinónimo de su desnacionalización en la lingüística orwelliana tanto del calderonismo neoliberal decadente como en las fauces de dos senadores/cenadores dizque “economistas”, Labastida y Beltrones, con pasado nada glorioso, a quienes les abundan los cadáveres en el clóset desfondado y a quienes no se les conoce obra académica respetable en “economía política” (ni en economía ni en política).
¿A quién corresponde realizar las exequias del putrefacto neoliberalismo global, antes de que provoque una pandemia bacteriológica?
Pareciera que la tarea de darle sepultura incumbe a la “realidad” –una de las dos herramientas de la salud mental–, ya que nadie de sus desacreditados turiferarios se atreve cobardemente a formular el deceso de un modelo pernicioso que causó tanta devastación financiera, depredación ambiental y miseria humana.
Mientras el “México neoliberal” pretende desnacionalizar Pemex, Gran Bretaña, centro de la globalización financiera, nacionaliza Northern Rock, uno de los bancos hipotecarios más importantes que cayó en la insolvencia debido a las atrocidades especulativas de sus salvajes directivos depredadores.
La nacionalización de Northern Rock, que será la tónica en el G-7 en los años venideros, ha causado conmoción en Gran Bretaña, en particular en los circuitos fundamentalistas thatcherianos del Partido Conservador (los Tories), cuyas teorías artificiales son inoperantes para el “fin de una era” (por cierto, título de nuestro más reciente libro editado en Argentina): la del dolarcentrismo en caída libre.
Ante la insolvencia del banco Northern Rock, que se embriagó en la especulación de las hipotecas de baja calidad (los célebres subprime), el gobierno laborista de Gordon Brown optó por proteger a los inversionistas que son legión.
En forma cínica, los seudobanqueros británicos, colocados en la picota por la opinión pública debido a sus manejos extravagantes, exigían su propio salvamento sin miramiento a los inversionistas, por lo que el gobierno decidió la nacionalización ante el temor de una fronda ciudadana.
La prensa británica abunda sobre el futuro de Londres como el mayor centro financiero del mundo cuya “reputación ha quedado mancillada” (The Daily Telegraph, 17/2/08).
George Osborne, encargado de las finanzas del “gabinete de oposición” del Partido Conservador, entró en pánico y enjuició el precedente de la nacionalización, que no se veía en Gran Bretaña desde la década de los 70, y puede servir de pauta para intervenir otros bancos en desgracia que se encuentran en la insolvencia “invisible” y que a gritos solicitan al gobierno su rescate, pero sin pagar costo alguno por sus exacciones (como en el “México neoliberal” al puro estilo zedillista).
Las implicaciones metafísicas son inconmensurables. Una cosa es que Alemania, principal potencia económica de la Unión Europea y primera exportadora global, haya nacionalizado en forma tersa su banca insolvente en el verano reciente, y otra que Gran Bretaña haga lo mismo. Sucede que la nacionalización del banco Northern Rock aniquila en los hechos el modelo neoliberal global que surgió en la misma Gran Bretaña con el thatcherismo (luego imitado por la reaganomics en EU), lo cual descarrila el paradigma fundamentalista anglosajón.
Curiosamente, el primer ministro Gordon Brown refirió el salvamento estatal en Alemania y sacó a colación que EU estaba infestado de “bonos de seguros”, en especial bonos municipales, como metáforas de la crisis financiera que azota al planeta (The Daily Telegraph, 16/2/07).
Parte sustancial de los bonos hipotecarios de baja calidad (los tóxicos subprime) anda extraviada y Ambrose Evans-Pritchard (The Daily Telegraph, 10/2/08) asegura haberlos detectado en Japón, que ha escondido sigilosamente alrededor de 300 mil millones de dólares que pueden provocar un estallido y un efecto dominó en cualquier momento.
No existe país del G-7 que no haya sido infectado por el tóxico contagio financiero que ha expuesto en la insolvencia a la banca privada que reclama el rescate de sus gobiernos, contra todas las leyes del “libre mercado”, lo que ha ocasionado un severo problema político cuando los ciudadanos del G-7 protestan enérgicamente la selectiva discrecionalidad unilateral de sus tiránicos bancos centrales, que salvan a los especuladores banqueros parasitarios mientras dejan quebrar sus hospitales.
¡La barbarie total!
Sería “sano” para su equilibrio mental (con el fin de que no acaben en el escarnio “global”) que el siniestro cuan ignaro Comité de Energía del Senado/Cenado (por aquello de las comisiones subrepticias a las que nos tienen acostumbrados la mayoría de sus desprestigiados miembros –si son de creer sus frecuentes exhibiciones en la nota roja, de por sí supercontrolada por sus cómplices, perdón, aliados– se actualizara sobre las tendencias globales tanto de la macroeconomía como de la geopolítica que han operado ya el punto de inflexión del “fin de una era” –y no una simple cuan vulgar “crisis” pasajera a la Carstens– del neoliberalismo que ha iniciado el doble proceso de la desglobalización (por cierto, título de nuestro penúltimo libro) y la renacionalización, lo cual es más que evidente en el seno del G-7 después del estallido de sus múltiples burbujas especulativas que han puesto en la insolvencia a la banca israelí-anglosajona que controla las trasnacionales petroleras (ver Bajo a Lupa, 13/2/08).
A tales trasnacionales anglosajonas (las españolas Santander y Repsol son travestis británicas) el susodicho Comité de Energía, sumado de los siameses entreguistas Beltrones Rivera (¿por qué oculta su apellido paterno?) y Gamboa Patrón (dejémosle aquí para no ahondar en historias macabras de torturas de policía judicial totalitaria), desea rematar Pemex al peor postor y al mejor impostor en el peor momento de la coyuntura internacional, que se encamina en sentido contrario a sus aviesos propósitos de desnacionalización.
Cabe recordar que parte sustancial de las acciones bursátiles de Aeroméxico fue rematada sin piedad por el calderonismo (la fase terminal del decadente neoliberalismo “mexicano”) a la insolvente Banamex, de por sí rescatada por los miserables ciudadanos mexicanos, cuya matriz Citigroup se encuentra insolvente (ocultado en la “contabilidad invisible” de los paraísos fiscales”) y ya hace agua en Wall Street, si son de fiar las reseñas de los analistas de EU y Gran Bretaña (nota: con el debido respeto, pero España, una franquicia y excrecencia financiera anglosajona, no cuenta en estas grandes ligas).
¿Cómo es que personajes funestos del fétido “viejo régimen” mexicano, condensados en la alianza neoliberal del PRI y el PAN en el último cuarto de siglo, se atreven a proferir la palabra “modernización”, es decir, la desnacionalización de Pemex que han “administrado” en forma conjunta, en especial en los recientes siete años panistas de pésima gestión despilfarradora?
En este contexto global de inicio del oleaje de nacionalizaciones resulta anacrónica –válgase la contradicción– la “modernización” de Pemex: sinónimo de su desnacionalización en la lingüística orwelliana tanto del calderonismo neoliberal decadente como en las fauces de dos senadores/cenadores dizque “economistas”, Labastida y Beltrones, con pasado nada glorioso, a quienes les abundan los cadáveres en el clóset desfondado y a quienes no se les conoce obra académica respetable en “economía política” (ni en economía ni en política).