Atole con el Dedo
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Trazar estrategias, en este caso una gubernamental, sobre la base de subestimar –hasta el punto de considerarlos retrasados mentales-- a los múltiples actores sociales y políticos que se oponen a la apertura de Petróleos Mexicanos a la inversión privada, nacional y extranjera, tiene altísimos riesgos y amplias posibilidades de conducir al fracaso.
Hace rato que Felipe del Sagrado Corazón de Jesús Calderón Hinojosa y Juan Camilo Mouriño Terrazo empeñan sus mejores esfuerzos y abundantes recursos públicos en convencer a los opositores para que una parte de la fabulosa renta petrolera --que aporta 40 centavos de cada peso que gasta el gobierno-- termine en manos privadas.
Con la modernización de una de las petroleras más rentables de la aldea global y no el planteamiento claro de la privatización, así sea sólo de una porción importante, se asume que un cuarto de siglo después de políticas privatizadoras a ultranza --desde Miguel de la Madrid Hurtado hasta el maestro en economía por Harvard-- éstas no tienen la suficiente simpatía entre los mexicanos, más allá de las elites gobernantes y empresariales que hicieron de la mercadolatría un culto cuasi religioso.
--No te gustaría que todos los días recogieran la basura de tu casa --era el argumento que esgrimía en 1989 Luis Enrique Mercado Sánchez , director y socio de El Economista, para justificar la privatización de paraestatales estratégicas para el país y que fueron asignadas a socios y amigos que ocupan lugares prominentes en la lista de Forbes . La creación de multimillonarios sexenales como política de Estado, pues.
La estrategia presidencial consiste en hacernos creer que no existe una iniciativa de ley para dar entrada mayor a la inversión privada. Que primero es el diagnóstico que se trabaja concienzudamente y después la armazón de consensos y la reforma legislativa constitucional y/o reglamentaria.
Que lo anterior es un engaño para forjar alianzas, ganar tiempo y embaucar incautos –en los que no cabe Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano -- lo evidenció Georgina Yamilet Kessel Martínez , la secretaria de Energía que le puso fecha a la iniciativa de ley del michoacano de Morelia y anunció que dentro de dos años las petroleras de Estados Unidos extraerán el oro negro mexicano de aguas profundas.
La desentonación es de la orquesta gubernamental. O bien es parte del juego de las apariencias, como ahora que se empeña Calderón en presentarse como árbitro del gran desencuentro nacional que está construyendo a pulso, como si fuera ajeno al magno objetivo privatizador de los energéticos.
Los proyectos de Calderón Hinojosa y sus juegos malabares ya auspiciaron el cierre de filas de los grupos parlamentarios y la dirigencia del Partido de la Revolución Democrática en torno a Andrés Manuel López Obrador . Sucede, además, en plena contienda perredista para renovar al Comité Ejecutivo Nacional.
La estrategia de la subestimación, además, oculta los resultados de las encuestas sobre el vital tema, precisamente porque son adversas en forma clara. También se observa en argumentos sacados de la manga por Jorge Germán Castañeda Gutman en la precampaña presidencial, y que ahora repite el egresado de la Libre de Derecho: “Incluso países comunistas ( sic ) todavía o socialistas” tienen otros mecanismos de inversión.
Oculta lo elemental: la sólida rectoría del Estado en los procesos económicos de esos países. También que las empresas públicas dominan 70 por ciento de las reservas petroleras mundiales. Además de que Pemex paga tres veces más impuestos que cualquier empresa petrolera del orbe. Obvio es que Cuba, China, Corea del Norte –incluso el analista José Antonió Crespo mencionó a Vietnam del Norte ( sic )-- no son exportadores de crudo.
Con la gallina de los huevos de oro del Estado y el gobierno mexicanos, Felipe Calderón, sus aliados y los 39 propietarios del país quieren hacer caldo de gallina.
Trazar estrategias, en este caso una gubernamental, sobre la base de subestimar –hasta el punto de considerarlos retrasados mentales-- a los múltiples actores sociales y políticos que se oponen a la apertura de Petróleos Mexicanos a la inversión privada, nacional y extranjera, tiene altísimos riesgos y amplias posibilidades de conducir al fracaso.
Hace rato que Felipe del Sagrado Corazón de Jesús Calderón Hinojosa y Juan Camilo Mouriño Terrazo empeñan sus mejores esfuerzos y abundantes recursos públicos en convencer a los opositores para que una parte de la fabulosa renta petrolera --que aporta 40 centavos de cada peso que gasta el gobierno-- termine en manos privadas.
Con la modernización de una de las petroleras más rentables de la aldea global y no el planteamiento claro de la privatización, así sea sólo de una porción importante, se asume que un cuarto de siglo después de políticas privatizadoras a ultranza --desde Miguel de la Madrid Hurtado hasta el maestro en economía por Harvard-- éstas no tienen la suficiente simpatía entre los mexicanos, más allá de las elites gobernantes y empresariales que hicieron de la mercadolatría un culto cuasi religioso.
--No te gustaría que todos los días recogieran la basura de tu casa --era el argumento que esgrimía en 1989 Luis Enrique Mercado Sánchez , director y socio de El Economista, para justificar la privatización de paraestatales estratégicas para el país y que fueron asignadas a socios y amigos que ocupan lugares prominentes en la lista de Forbes . La creación de multimillonarios sexenales como política de Estado, pues.
La estrategia presidencial consiste en hacernos creer que no existe una iniciativa de ley para dar entrada mayor a la inversión privada. Que primero es el diagnóstico que se trabaja concienzudamente y después la armazón de consensos y la reforma legislativa constitucional y/o reglamentaria.
Que lo anterior es un engaño para forjar alianzas, ganar tiempo y embaucar incautos –en los que no cabe Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano -- lo evidenció Georgina Yamilet Kessel Martínez , la secretaria de Energía que le puso fecha a la iniciativa de ley del michoacano de Morelia y anunció que dentro de dos años las petroleras de Estados Unidos extraerán el oro negro mexicano de aguas profundas.
La desentonación es de la orquesta gubernamental. O bien es parte del juego de las apariencias, como ahora que se empeña Calderón en presentarse como árbitro del gran desencuentro nacional que está construyendo a pulso, como si fuera ajeno al magno objetivo privatizador de los energéticos.
Los proyectos de Calderón Hinojosa y sus juegos malabares ya auspiciaron el cierre de filas de los grupos parlamentarios y la dirigencia del Partido de la Revolución Democrática en torno a Andrés Manuel López Obrador . Sucede, además, en plena contienda perredista para renovar al Comité Ejecutivo Nacional.
La estrategia de la subestimación, además, oculta los resultados de las encuestas sobre el vital tema, precisamente porque son adversas en forma clara. También se observa en argumentos sacados de la manga por Jorge Germán Castañeda Gutman en la precampaña presidencial, y que ahora repite el egresado de la Libre de Derecho: “Incluso países comunistas ( sic ) todavía o socialistas” tienen otros mecanismos de inversión.
Oculta lo elemental: la sólida rectoría del Estado en los procesos económicos de esos países. También que las empresas públicas dominan 70 por ciento de las reservas petroleras mundiales. Además de que Pemex paga tres veces más impuestos que cualquier empresa petrolera del orbe. Obvio es que Cuba, China, Corea del Norte –incluso el analista José Antonió Crespo mencionó a Vietnam del Norte ( sic )-- no son exportadores de crudo.
Con la gallina de los huevos de oro del Estado y el gobierno mexicanos, Felipe Calderón, sus aliados y los 39 propietarios del país quieren hacer caldo de gallina.