Gobierno gastador
Dossier
Una de las formas de gangrena que presenta el país, por demás enfermedad incurable, es la falta de probidad en el manejo del gasto público, manga ancha que permite el gasto de miles de millones de pesos en recursos estratégicos y de probable agotamiento inevitable de los yacimientos naturales, entre los que podemos contar al petróleo, que puede convertirnos en compradores de este producto insubstituible y de sus derivados en un plazo que no puede exceder de diez años, según cálculos de los propios funcionarios de Pemex.
En esa forma, según información de El Universal, los empleados de esta paraestatal tienen el privilegio de recibir, en forma gratuita, las gasolinas que necesitan para sus automotores, además de que el sindicato, sus líderes exponentes máximos de la corrupción, exigen, piden y suplican, miles de millones de pesos que no van precisamente a las arcas de la organización, sino que se diluyen en las bolsas de los líderes, señores del gran poder sindical, que se han convertido en vitalicios, sin que se pueda, jamás, llevar ante la justicia la venalidad de estos individuos que no tienen conciencia de su responsabilidad como representantes de los trabajadores de Pemex y coadyuvantes que deben ser de la protección y engrandecimiento de la empresa más importante del país, hasta hoy.
Nos desayunamos con la noticia grave de que la misma presidencia de la República no se mide en sus gastos y viáticos, erogados, según informa, en el cumplimiento de las obligaciones que le impone el cargo a Felipe Calderón.
En el tiempo transcurrido de la toma de posesión en diciembre del 2006 al 30 de junio del 2007, según fuente presidencial, se gastaron en viáticos y otros gastos adherentes, como los del Estado Mayor Presidencial, más de 37 millones de pesos.
Se realizaron 77 viajes a diferentes entidades del país. Hospedaje, alimentación, gastos terrestres y aéreos, “gastos diversos”, son los rubros más importantes de la cuenta de egresos registrada por la casa presidencial, lo que da material y base para que uno de los más importantes diarios del Distrito Federal califique a Felipe Calderón como viajero VIP, por la exageración de los fondos utilizados en sus giras, entre las que se incluyen bodas, padrinazgos y participación en eventos políticos, naturalmente, todos en beneficio del PAN.
Nos falta conocer cuánto representó lo erogado en sus constantes viajes al Sureste del país, con motivo de las inundaciones registradas en Tabasco y en Chiapas, particularmente por lo que toca a la televisión, en cuyas pantallas apareció el primer mandatario constantemente, en diversas actividades, hasta acarreando costales para los muros de contención de los ríos, con la finalidad obvia de mejorar y aumentar su buena imagen ante los mexicanos.
Indudablemente que en el caso no operó la limitación impuesta a los gobernantes de publicitarse en los diversos medios, a que se refiere la nueva ley electoral. Fue, naturalmente, la necesidad de informar sobre lo que estaba sucediendo en aquel lugar del país, lo que es una obligación para con la opinión pública. Sin embargo, los dos concentradores y monopólicos de la transmisión televisiva, enfocaron sus lentes y sus cámaras, en forma excesiva y agotadora, a la figura y los discursos del jefe de la nación. Si no hubo violación a la ley electoral con esa gran exposición, cuando menos así pareció serlo para la mayoría de los televidentes, cansados de que no se diera entrada a otro tipo de información, para repetir lo mismo de lo mismo, con la consabida limitación del derecho ciudadano a tener conocimiento de lo que pasa en la diversa actividad diaria nacional.
No se sabe todavía, en dónde se encuentra la solución para que haya austeridad y ahorro en el gasto público y cuáles serán las medias tomadas por el Poder Legislativo para impedir el saqueo de las arcas nacionales. Se ha prometido mucho y no se ha hecho nada. Legislaturas van y vienen y todo sigue igual. Aún más: sus integrantes aprovechan la recta para continuar su carrera como legisladores delincuenciales. Gastos, viáticos, regalos, aumento de prestaciones y una lista infinita de sinecuras, se enlistan en el catálogo de las concesiones que ellos mismos se conceden, enmarcando sus relaciones con otros países en sus logros indiscutibles, que les servirán para recuperar los dineros invertidos, su fama pública y la preparación del terreno abonado para seguir en el columpio y el trapecio del poder.
Recordamos que recién estrenado Felipe Calderón, firmó un decreto para reducir el salario de los funcionarios públicos federales bajo su mando. Fue un mensaje para que entendiera el pueblo que se había terminado el tiempo de la cosecha pródiga en favores, concesiones y privilegios para los miembros del gabinete y demás empleados de confianza de alta categoría y que se esperaban mejores épocas para los modestos empleados administrativos que acaban de recibir un aumento de dos pesos diarios, suficiente para copetear la canasta básica de los productos de primera necesidad para una familia de cinco miembros, según afirman los negados integrantes de la Comisión de Salarios Mínimos, cuyo entendimiento no tiene dos dedos de frente y denigran su representación tripartita, en franca complicidad con los verdugos de los trabajadores.
Es claro que las promesas de reducción de gastos en el gobierno federal, han resultado un completo fracaso, quizás porque los señores que tienen a su cargo el cumplimiento de esta medida, han ocultado a Calderón que la tan afanada proclamación, a pocos días de su tormentosa toma de posesión, no ha conseguido su objetivo. En el caso, hay responsables que deben ser eliminados de la nómina, por su protección a los vivales que siguen haciendo de las suyas con el erario público, burlándose de lo que se haga y lo que se diga para el cumplimiento de las disposiciones de severidad en la reducción de salarios, compensaciones, viáticos y otros que sólo están en condiciones de hacerlos los potentados y los líderes magisteriales, además de los petroleros, electricistas, pues dinero que no cuesta ganarlo, tampoco cuesta gastarlo.
Tienen razón aquellos que dicen que la austeridad gubernamental es obligada y la de aquellos que, de alguna manera, dependen de lo que reciben del erario federal, como pueden ser los estados y los municipios, cuya manera deficiente e interesada en el control de gastos, no tiene límites, lo que no ha podido ser evitado por la Secretaría de la Función Pública o las diversas dependencias auditoras existentes.
Calderón debe olvidarse, por un momento, de su manifiesta intención de controlar y preparar al país para que el PAN sea dueño del poder hasta fines del siglo XXI, y voltear por un instante a ver lo que están haciendo sus empleados dependientes, que poco caso le hacen y nada les interesa respaldar al Jefe del Ejecutivo en sus metas y programas.
Estamos en el último mes del 2007. Le quedan a Calderón cinco años para recomponer el panorama. Terminar con los funcionarios falsos y corruptos, y con aquellos que no lo son, pero que llevan el estigma de no poder con el cargo, lo que equivale a prevaricación en el cumplimiento de las obligaciones encomendadas, que los obliga a renunciar o ser blanco del despido fulminante. Los ineficientes, al igual que los perversos, no deben tener cabida en el gobierno de Calderón o en cualquier otro del futuro.
Una de las formas de gangrena que presenta el país, por demás enfermedad incurable, es la falta de probidad en el manejo del gasto público, manga ancha que permite el gasto de miles de millones de pesos en recursos estratégicos y de probable agotamiento inevitable de los yacimientos naturales, entre los que podemos contar al petróleo, que puede convertirnos en compradores de este producto insubstituible y de sus derivados en un plazo que no puede exceder de diez años, según cálculos de los propios funcionarios de Pemex.
En esa forma, según información de El Universal, los empleados de esta paraestatal tienen el privilegio de recibir, en forma gratuita, las gasolinas que necesitan para sus automotores, además de que el sindicato, sus líderes exponentes máximos de la corrupción, exigen, piden y suplican, miles de millones de pesos que no van precisamente a las arcas de la organización, sino que se diluyen en las bolsas de los líderes, señores del gran poder sindical, que se han convertido en vitalicios, sin que se pueda, jamás, llevar ante la justicia la venalidad de estos individuos que no tienen conciencia de su responsabilidad como representantes de los trabajadores de Pemex y coadyuvantes que deben ser de la protección y engrandecimiento de la empresa más importante del país, hasta hoy.
Nos desayunamos con la noticia grave de que la misma presidencia de la República no se mide en sus gastos y viáticos, erogados, según informa, en el cumplimiento de las obligaciones que le impone el cargo a Felipe Calderón.
En el tiempo transcurrido de la toma de posesión en diciembre del 2006 al 30 de junio del 2007, según fuente presidencial, se gastaron en viáticos y otros gastos adherentes, como los del Estado Mayor Presidencial, más de 37 millones de pesos.
Se realizaron 77 viajes a diferentes entidades del país. Hospedaje, alimentación, gastos terrestres y aéreos, “gastos diversos”, son los rubros más importantes de la cuenta de egresos registrada por la casa presidencial, lo que da material y base para que uno de los más importantes diarios del Distrito Federal califique a Felipe Calderón como viajero VIP, por la exageración de los fondos utilizados en sus giras, entre las que se incluyen bodas, padrinazgos y participación en eventos políticos, naturalmente, todos en beneficio del PAN.
Nos falta conocer cuánto representó lo erogado en sus constantes viajes al Sureste del país, con motivo de las inundaciones registradas en Tabasco y en Chiapas, particularmente por lo que toca a la televisión, en cuyas pantallas apareció el primer mandatario constantemente, en diversas actividades, hasta acarreando costales para los muros de contención de los ríos, con la finalidad obvia de mejorar y aumentar su buena imagen ante los mexicanos.
Indudablemente que en el caso no operó la limitación impuesta a los gobernantes de publicitarse en los diversos medios, a que se refiere la nueva ley electoral. Fue, naturalmente, la necesidad de informar sobre lo que estaba sucediendo en aquel lugar del país, lo que es una obligación para con la opinión pública. Sin embargo, los dos concentradores y monopólicos de la transmisión televisiva, enfocaron sus lentes y sus cámaras, en forma excesiva y agotadora, a la figura y los discursos del jefe de la nación. Si no hubo violación a la ley electoral con esa gran exposición, cuando menos así pareció serlo para la mayoría de los televidentes, cansados de que no se diera entrada a otro tipo de información, para repetir lo mismo de lo mismo, con la consabida limitación del derecho ciudadano a tener conocimiento de lo que pasa en la diversa actividad diaria nacional.
No se sabe todavía, en dónde se encuentra la solución para que haya austeridad y ahorro en el gasto público y cuáles serán las medias tomadas por el Poder Legislativo para impedir el saqueo de las arcas nacionales. Se ha prometido mucho y no se ha hecho nada. Legislaturas van y vienen y todo sigue igual. Aún más: sus integrantes aprovechan la recta para continuar su carrera como legisladores delincuenciales. Gastos, viáticos, regalos, aumento de prestaciones y una lista infinita de sinecuras, se enlistan en el catálogo de las concesiones que ellos mismos se conceden, enmarcando sus relaciones con otros países en sus logros indiscutibles, que les servirán para recuperar los dineros invertidos, su fama pública y la preparación del terreno abonado para seguir en el columpio y el trapecio del poder.
Recordamos que recién estrenado Felipe Calderón, firmó un decreto para reducir el salario de los funcionarios públicos federales bajo su mando. Fue un mensaje para que entendiera el pueblo que se había terminado el tiempo de la cosecha pródiga en favores, concesiones y privilegios para los miembros del gabinete y demás empleados de confianza de alta categoría y que se esperaban mejores épocas para los modestos empleados administrativos que acaban de recibir un aumento de dos pesos diarios, suficiente para copetear la canasta básica de los productos de primera necesidad para una familia de cinco miembros, según afirman los negados integrantes de la Comisión de Salarios Mínimos, cuyo entendimiento no tiene dos dedos de frente y denigran su representación tripartita, en franca complicidad con los verdugos de los trabajadores.
Es claro que las promesas de reducción de gastos en el gobierno federal, han resultado un completo fracaso, quizás porque los señores que tienen a su cargo el cumplimiento de esta medida, han ocultado a Calderón que la tan afanada proclamación, a pocos días de su tormentosa toma de posesión, no ha conseguido su objetivo. En el caso, hay responsables que deben ser eliminados de la nómina, por su protección a los vivales que siguen haciendo de las suyas con el erario público, burlándose de lo que se haga y lo que se diga para el cumplimiento de las disposiciones de severidad en la reducción de salarios, compensaciones, viáticos y otros que sólo están en condiciones de hacerlos los potentados y los líderes magisteriales, además de los petroleros, electricistas, pues dinero que no cuesta ganarlo, tampoco cuesta gastarlo.
Tienen razón aquellos que dicen que la austeridad gubernamental es obligada y la de aquellos que, de alguna manera, dependen de lo que reciben del erario federal, como pueden ser los estados y los municipios, cuya manera deficiente e interesada en el control de gastos, no tiene límites, lo que no ha podido ser evitado por la Secretaría de la Función Pública o las diversas dependencias auditoras existentes.
Calderón debe olvidarse, por un momento, de su manifiesta intención de controlar y preparar al país para que el PAN sea dueño del poder hasta fines del siglo XXI, y voltear por un instante a ver lo que están haciendo sus empleados dependientes, que poco caso le hacen y nada les interesa respaldar al Jefe del Ejecutivo en sus metas y programas.
Estamos en el último mes del 2007. Le quedan a Calderón cinco años para recomponer el panorama. Terminar con los funcionarios falsos y corruptos, y con aquellos que no lo son, pero que llevan el estigma de no poder con el cargo, lo que equivale a prevaricación en el cumplimiento de las obligaciones encomendadas, que los obliga a renunciar o ser blanco del despido fulminante. Los ineficientes, al igual que los perversos, no deben tener cabida en el gobierno de Calderón o en cualquier otro del futuro.