Vaya Con El Rey, jua jua, ese loco no es más que un MANTENIDO DE LOS ESPAÑOLES
* Juan Carlos de España gritó a Hugo Chávez que se callara y abandonó el recinto
* La mecha se encendió cuando el venezolano tachó de fascista al ex presidente José María Aznar
* Rodríguez Zapatero demandó “respeto” para su antecesor porque “fue elegido por los españoles”
* El rey “es tan jefe de Estado como yo, pero fui electo y con 63%”, dijo el mandatario de Venezuela
Santiago, 10 de noviembre. La 17 Cumbre Iberoamericana finalizó hoy con un altercado en que el rey Juan Carlos de España gritó al presidente Hugo Chávez “¡¿Por qué no te callas?!”, poco después de que el venezolano acusó al ex gobernante español José María Aznar y a empresarios del país europeo de haber sido cómplices en el golpe de Estado que lo retiró 48 horas del poder en abril de 2002.
Tras gritarle a Chávez, el rey abandonó el pleno y Michelle Bachelet, anfitriona de la cumbre, tuvo que salir detrás de él para convencerlo de que regresara, a lo que accedió minutos después.
Además, la cumbre fue escenario de choques entre Argentina y Uruguay por la próxima inauguración de una planta productora de papel cerca de la frontera común, en la que España ha sido facilitadora de un diálogo que no ha producido acuerdos ya que pobladores argentinos mantienen protestas contra daños ambientales.
Juan Carlos, que esta semana debió enfrentar los reclamos del rey Mohammed IV de Marruecos por su visita a los enclaves españoles de Ceuta y Melilla en la costa mediterránea marroquí, también escuchó aquí las quejas de los presidentes de Nicaragua, Daniel Ortega, y de Bolivia, Evo Morales, sobre la privatización de servicios públicos como agua potable y electricidad, en que empresas españolas han estado involucradas con malos resultados que se han reflejado en alza de precios y apagones. José Luis Rodríguez Zapatero salió en defensa de esas políticas.
Ortega, que cedió parte de su tiempo para hablar en la sesión plenaria, señaló que los pueblos americanos han sido saqueados por colonialistas europeos, pero celebró que en este encuentro se hayan abordado de fondo “las problemáticas del norte y del sur”.
El altercado entre Chávez y Juan Carlos de Borbón –quien nunca ha faltado a una cita desde que comenzaron las cumbres iberoamericanas en 1991– ocurrió en momentos en que el presidente del gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, trataba de pedir a Chávez respeto para Aznar, “porque fue elegido por los españoles”.
Rodríguez Zapatero pidió la palabra para poder responder a Chávez en el momento en que éste acusaba a Aznar de ser “fascista”, una “serpiente”. El rey español se mostraba intranquilo, volteaba a ver al presidente de Venezuela con enojo, y le apuntó en dos ocasiones con el dedo, mientras el jefe del gobierno español hablaba.
“Estamos en una mesa donde hay gobiernos democráticos, que representan a sus ciudadanos en una comunidad iberoamericana que tienen como principios esenciales el respeto”, de acuerdo con una transcripción del diálogo difundida por la Afp. “Se puede estar en las antípodas de una posición ideológica, no seré yo el que esté cerca del ex presidente Aznar, pero el ex presidente fue elegido por los españoles, y exijo, exijo...
Chávez: Dígale a él que respete.
RZ: Exijo que tú, un momentín.
Chávez: Dígale lo mismo a él.
RZ: Exijo ese respeto, por una razón, además...
Chávez: Dígale lo mismo a él.
RZ: Por supuesto.
Chávez: Dígale lo mismo a él...
Rey Juan Carlos: ¿Por qué no te callas?
Bachelet: Por favor, no hagamos diálogo, han tenido tiempo para plantear su posición, presidente, termine.
Chávez: Podrá ser español el presidente Aznar, pero es un fascista y es un ...
RZ: Presidente Chávez, creo que hay una esencia y es que para respetar y para ser respetado, debemos procurar no caer en la descalificación. Se puede discrepar radicalmente de las ideas, denunciar los comportamientos, sin caer en la descalificación.
La discusión fue transmitida en directo a la sala de prensa montada con motivo de la reunión, pero en momentos fueron inaudibles las declaraciones de Chávez.
Según la versión difundida por la venezolana Agencia Boliviariana de Noticias, Chávez dijo que “con la verdad ni ofendo ni temo”, cuando Rodríguez Zapatero hablaba.
Tras de que el rey intervino, Chávez afirmó que el gobierno de Venezuela se reserva el derecho a responder cualquier agresión en cualquier lugar, en cualquier espacio y en cualquier tono.
Más tarde, en una universidad de Santiago, Chávez aseguró que “ni vi ni oí al rey, porque yo no estaba hablando con él. Él es tan jefe de Estado como yo lo soy, con la diferencia de que yo soy electo y tres veces con 63 por ciento”.
Apuntó además que “el que quedó muy mal fue el que pierde el control y entonces manda a callar pensando que todavía somos súbditos del siglo XVII, siglo XVIII”.
“Nosotros somos indios alzados, rebeldes, nadie nos va a callar, no nos vamos a callar”, agregó.
La presidenta Bachelet, en postura conciliatoria, dijo en una rueda de prensa que la disputa reflejó la “diversidad” de posturas y el “apasionamiento” en la reunión. “El debate no tiene que asustar a nadie. No hay que dramatizar los debates”, afirmó.
Desde Madrid, Gabriel Elorriaga, secretario de Comunicación del derechista Partido Popular, en el que milita Aznar, responsabilizó del incidente a la gestión diplomática de su sucesor.
“Una vez más ha tenido que ser el jefe del Estado (el rey Juan Carlos), quien con su actitud de firmeza, buen juicio y servicio al Estado ha sabido dar una respuesta adecuada a los gravísimos insultos” contra Aznar.
Pero dos horas más tarde, Aznar corrigió a Elorriaga al agradecer a Rodríguez Zapatero por su apoyo ante las críticas de Chávez, quien ha señalado en repetidas ocasiones que sólo diplomáticos de España y Estados Unidos convalidaron con su presencia en el Palacio Miraflores, en Caracas, la usurpación del poder en 2002, a manos del empresario Pedro Carmona.
Chávez pide la palabra para rebatir a Rodríguez Zapatero
El jefe del gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, dialoga con el rey
El monarca abandona el salón indignado por el discurso de Chávez
De izquierda a derecha, el mandatario español José Luis Rodríguez Zapatero, el rey Juan Carlos y el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, captados en los instantes en que protagonizaron el altercado de ayer en la Cumbre Iberoamericana, ante el asombro de los asistentes. El protocolo, las buenas formas y mejores intenciones que caracterizan estos encuentros fueron remplazados por el encono. Más allá de exabruptos, la reunión acabó con una declaración de 24 puntos, en los cuales se incluyen compromisos para impulsar el crecimiento económico y luchar contra la desigualdad social FOTO Reuters
El incidente protagonizado ayer en la clausura de la 17 Cumbre Iberoamericana por el rey Juan Carlos I y el presidente venezolano, Hugo Chávez, es reflejo fiel de la relación imperante entre el régimen español y algunos gobiernos latinoamericanos cuya visión se aleja cada vez más del antiguo centro colonial.
La insólita salida de tono de Juan Carlos, mandando callar a Chávez, dio el tono a una reunión en la cual, por primera vez en esas encerronas de altos vuelos, los empresarios españoles fueron objeto de duras críticas de los gobernantes de Argentina, Venezuela y Nicaragua.
El colofón, ayer, fue la reiteración de los calificativos que Chávez endosó el viernes al ex presidente español José María Aznar; “fascista”, lo llamó, tras decir que era el encargado de vender el discurso de Washington. También recordó el apoyo que el empresariado hispano dio al fallido golpe de Estado perpetrado en 2002 contra el gobierno de Caracas.
Cierto es que el presidente venezolano interrumpió a su homólogo español, José Luis Rodríguez Zapatero, cuando éste defendía la honorabilidad de Aznar argumentando que “no es aceptable” que en un foro democrático hubiera descalificaciones a personas que gobernaron como fruto de la voluntad popular.
Pero de ahí a que el rey español, en un foro democrático, mande callar a alguien, hay, cuando menos, un pequeño abismo conceptual. Es entendible que el monarca hispano tenga últimamente sus nervios en estado de alta tensión. Allá en su país les dio recientemente por quemar retratos de él, e incluso se hizo mundialmente famosa una caricatura del semanario El Jueves donde aparecían su hijo y príncipe heredero Felipe con su esposa Letizia en un acto sexual. El cartón, muy discutible, fue hecho célebre por la respuesta de celosos jueces que cerraron filas en defensa de la inmaculada corona, queriendo dar a entender que la realeza es una divinidad encarnada con la que nadie puede meterse.
De manera que el estado de nervios del rey se plasmó ayer en Santiago de Chile, en un país que como España vivió en carne propia los estragos de una dictadura. Y con un gesto antidemocrático, Juan Carlos I puso una pica en Flandes y envió el mensaje de que no se aceptará, al menos por parte de la corona española, que sus antiguos súbditos cuestionen a ex gobernantes y empresarios de aquel ultramarino reino.
Que Chávez tilde de fascista a Aznar no debe sorprender a nadie mínimamente informado sobre los dichos injerencistas del líder ultraderechista español. Y en efecto, que muchos españoles crean en él y voten por la opción política que representa, pues es un asunto muy de ellos. Pero que Rodríguez Zapatero diga que con ello se ofende al pueblo español…
Mayor fue el desprecio –¿democrático?– que Aznar mostró hacia millones de sus paisanos que en las calles dijeron no a la intervención del trío de las Azores (Estados Unidos, Gran Bretaña y España) en Irak, agresión ilegal, contraria a derecho, antidemocrática y, ¿por qué no?, fascista. Y ello no quiere decir que esos pueblos sean fascistas, en absoluto.
Aznar, cabeza visible de la democracia intolerante, y defendido ayer por el socialista Rodríguez Zapatero, sigue poniendo en jaque al estado de derecho español con su máxima fijación: que la voladura de trenes en Madrid del 11 de marzo de 2004 fue maquinación de ETA. Los jueces ya han dicho que no, que los etarras nada tienen que ver.
Aznar perdió las elecciones por mentiroso, por tratar de vender a su pueblo, cuatro días antes de las elecciones de 2004, que ETA era autora del criminal atentado. Y también defendió esos días y noches su nefasta alianza con Washington y Londres. Todo era una mentira. La mitad de sus compatriotas no le creyeron. Y perdió el poder.
No le correspondía a Juan Carlos I callar a nadie. A menos que quiera demostrar que en esas cumbres se hace lo que él ordena. Tal vez está cansado, y nervioso, porque en su paíscrece imparable un estado de opinión que cuestiona todo, incluyendo la vigencia de la monarquía.
Tal vez el problema estriba en que siendo que en España no dice, o no se atreve, a decir lo que realmente siente, cuando viene a sus antiguos territorios aprovecha para dictar una cátedra tan obsoleta como la misma monarquía.
Ojalá el monarca y Rodríguez Zapatero entiendan de una vez por todas que deben hablar de igual a igual hasta con los que se expresan, según ellos, en términos “políticamente incorrectos”. Máxime si se tiene en cuenta que algunos empresarios españoles, apoyados silenciosamente por su gobierno, alientan asonadas como la de Venezuela. Y sin olvidar el trato humillante que regularmente reciben los emigrantes latinoamericanos que recalan en la península ibérica. De ahí también el reclamo del presidente de Ecuador por la brutal agresión xenófoba sufrida por una conciudadana en el Metro de Barcelona. Claro, su homólogo colombiano Álvaro Uribe nada dijo de la golpiza que días después le propinaron en Madrid a un emigrante colombiano.
¿Estará de más exigir que Juan Carlos I de España y Rodríguez Zapatero, con todo y su talante, entiendan y asuman que la democracia es para todos y en toda su expresión?