¡Que conste...!: Simplemente Chente
Sócrates A. Campos Lemus
Bernard Shaw, quien fuera el mejor dramaturgo inglés del siglo XX, envió un telegrama a Winston Churchill para convidarlo a una presentación. El telegrama decía: “Tengo el honor de invitar al digno Primer Ministro al estreno de mi obra Pigmalión. Venga y traiga a un amigo, si lo tiene”. Bernard Shaw.
De inmediato Churchill le envió la respuesta: “Agradezco al ilustre escritor la honrosa invitación; infelizmente no podré concurrir a la primera presentación. Iré a la segunda, si se realiza”. Winston Churchill.
Exactamente es lo que le viene sucediendo a Vicente Fox con su famoso libro del que todos hablan y nadie ha leído, salvo los correctores o el escritor de la obra.
Pareciera que el ex mandatario cree que es el salvador del mundo y que todas sus tesis son aceptadas, como si no tuviéramos la bendición de poder pensar y analizar.
Si la estrategia diseñada por Fox, con la ayuda del Tata, Rubén Aguilar, de provocar escándalos y decir tonterías para que todos lo volteen a ver, es la que está utilizando con sus desplantes y berrinches, groserías y amenazas a periodistas, nos parece que es el peor de los caminos.
Está bien que nos hayan timado durante varios años con ese cuento de que las foxiadas eran programadas por el mismo Vicente para burlarse de los medios, reporteros e intelectuales, pero no se puede continuar con el engaño por toda la vida. Cuando llega uno al extremo de hacerse pentonto solo, seguramente en el reflejo del espejo ya se convence uno que es así.
Bien decían que el toloache es malo para la tranquilidad y que normalmente desquicia a la gente y la vuelve loquita, y bueno, sería cuestión de ver la tragedia que se avecina con este proceder.
Hace poco decíamos: Hay gente que provoca que las cosas sucedan, otras que las observan, y muchas más que preguntan qué diablos ha sucedido; y así, desafiando y amenazando, Vicente Fox después se pregunta qué carajos ha sucedido.
Una cosa es vivir en Foxilandia, en la irrealidad, y otra diferente es la verdad, y esto es lo que pasa, simplemente ni Vicente ni Marta tienen ya el poder, y aunque aquél insista en llevar el noble título de Presidente, la gente lo observa, lo ve y lo vive como un simple Chente… sin mayores méritos, reconocimiento, respeto ni consideración.
Si consideramos que antes tomábamos en serio a los políticos y nos reíamos de los payasos, hoy tomamos con seriedad a éstos y nos reímos de aquéllos.
DE PRESIDENTE A BUFÓN
Entendemos que Chente ha caído en tal nivel que despierta risas, indignación y, sobre todo, al mostrar su real personalidad lo podemos tratar como a cualquier pelangoche. Finalmente una cosa es que le escriban los libros, y otra diferente es que los redacte él mismo, algo que también sucedió con sus discursos.
Así que a Chente le pasó exactamente lo que le sucedió a una diputada que interrumpió a Churchill, a quien le indignaba que le quitaran la palabra, y por ello se ponía nervioso y violento, pero con gran inteligencia, lo que no muestra nuestro jumento.
Sucede que en el Parlamento inglés le dieron la palabra a la legisladora, y ella
habló en alto y buen tono: “Señor ministro, si vuestra excelencia fuese mi marido, yo ponía veneno en su café”.
Churchill, con mucha calma, se quitó los lentes y exclamó: “Si yo fuera su marido, me tomaba el café…”.
Y en tal nivel, hay muchos mexicanos que nos han sugerido que se mande a Fox, en vez de toloache, un cafecito… a ver si se lo toma.
Fabián, un amigo del internet, nos manda este correo que creo le sería de enorme utilidad a Vicente y a otros más, incluidos nosotros:
“Dicen que a cierta edad las personas nos hacemos invisibles, que nuestro protagonismo en la escena de la vida declina, y que nos volvemos inexistentes para un mundo en el que sólo importan los prototipos espectaculares, lanzados por la moda impuesta camufladamente con matiz de originalidad y vanguardia por los poderes económicos que manejan a una sociedad de consumo, cada vez más vacía y superficial, en ese afán de comercio loco de comprar y vender, de cuanto tienes, eso vales… y, por supuesto, el concepto del éxito asociado a valores de fantasía, en los cuales priva lo material y la apariencia…
“¡Ventajosamente desperté! Ya no estoy influido, eso creo, por la vanidad y el afán de demostrar nada a nadie, ¡pues no lo necesito! ¡Quiero ser antes que tener!.
“El despertar vino acompañado con la facultad de discernir, y desde entonces mi percepción decide; sólo acojo lo que siento y creo, el discernimiento me permite distinguir entre la fantasía, lo ilusorio, de lo real y verdaderamente trascendente”.
Bernard Shaw, quien fuera el mejor dramaturgo inglés del siglo XX, envió un telegrama a Winston Churchill para convidarlo a una presentación. El telegrama decía: “Tengo el honor de invitar al digno Primer Ministro al estreno de mi obra Pigmalión. Venga y traiga a un amigo, si lo tiene”. Bernard Shaw.
De inmediato Churchill le envió la respuesta: “Agradezco al ilustre escritor la honrosa invitación; infelizmente no podré concurrir a la primera presentación. Iré a la segunda, si se realiza”. Winston Churchill.
Exactamente es lo que le viene sucediendo a Vicente Fox con su famoso libro del que todos hablan y nadie ha leído, salvo los correctores o el escritor de la obra.
Pareciera que el ex mandatario cree que es el salvador del mundo y que todas sus tesis son aceptadas, como si no tuviéramos la bendición de poder pensar y analizar.
Si la estrategia diseñada por Fox, con la ayuda del Tata, Rubén Aguilar, de provocar escándalos y decir tonterías para que todos lo volteen a ver, es la que está utilizando con sus desplantes y berrinches, groserías y amenazas a periodistas, nos parece que es el peor de los caminos.
Está bien que nos hayan timado durante varios años con ese cuento de que las foxiadas eran programadas por el mismo Vicente para burlarse de los medios, reporteros e intelectuales, pero no se puede continuar con el engaño por toda la vida. Cuando llega uno al extremo de hacerse pentonto solo, seguramente en el reflejo del espejo ya se convence uno que es así.
Bien decían que el toloache es malo para la tranquilidad y que normalmente desquicia a la gente y la vuelve loquita, y bueno, sería cuestión de ver la tragedia que se avecina con este proceder.
Hace poco decíamos: Hay gente que provoca que las cosas sucedan, otras que las observan, y muchas más que preguntan qué diablos ha sucedido; y así, desafiando y amenazando, Vicente Fox después se pregunta qué carajos ha sucedido.
Una cosa es vivir en Foxilandia, en la irrealidad, y otra diferente es la verdad, y esto es lo que pasa, simplemente ni Vicente ni Marta tienen ya el poder, y aunque aquél insista en llevar el noble título de Presidente, la gente lo observa, lo ve y lo vive como un simple Chente… sin mayores méritos, reconocimiento, respeto ni consideración.
Si consideramos que antes tomábamos en serio a los políticos y nos reíamos de los payasos, hoy tomamos con seriedad a éstos y nos reímos de aquéllos.
DE PRESIDENTE A BUFÓN
Entendemos que Chente ha caído en tal nivel que despierta risas, indignación y, sobre todo, al mostrar su real personalidad lo podemos tratar como a cualquier pelangoche. Finalmente una cosa es que le escriban los libros, y otra diferente es que los redacte él mismo, algo que también sucedió con sus discursos.
Así que a Chente le pasó exactamente lo que le sucedió a una diputada que interrumpió a Churchill, a quien le indignaba que le quitaran la palabra, y por ello se ponía nervioso y violento, pero con gran inteligencia, lo que no muestra nuestro jumento.
Sucede que en el Parlamento inglés le dieron la palabra a la legisladora, y ella
habló en alto y buen tono: “Señor ministro, si vuestra excelencia fuese mi marido, yo ponía veneno en su café”.
Churchill, con mucha calma, se quitó los lentes y exclamó: “Si yo fuera su marido, me tomaba el café…”.
Y en tal nivel, hay muchos mexicanos que nos han sugerido que se mande a Fox, en vez de toloache, un cafecito… a ver si se lo toma.
Fabián, un amigo del internet, nos manda este correo que creo le sería de enorme utilidad a Vicente y a otros más, incluidos nosotros:
“Dicen que a cierta edad las personas nos hacemos invisibles, que nuestro protagonismo en la escena de la vida declina, y que nos volvemos inexistentes para un mundo en el que sólo importan los prototipos espectaculares, lanzados por la moda impuesta camufladamente con matiz de originalidad y vanguardia por los poderes económicos que manejan a una sociedad de consumo, cada vez más vacía y superficial, en ese afán de comercio loco de comprar y vender, de cuanto tienes, eso vales… y, por supuesto, el concepto del éxito asociado a valores de fantasía, en los cuales priva lo material y la apariencia…
“¡Ventajosamente desperté! Ya no estoy influido, eso creo, por la vanidad y el afán de demostrar nada a nadie, ¡pues no lo necesito! ¡Quiero ser antes que tener!.
“El despertar vino acompañado con la facultad de discernir, y desde entonces mi percepción decide; sólo acojo lo que siento y creo, el discernimiento me permite distinguir entre la fantasía, lo ilusorio, de lo real y verdaderamente trascendente”.