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jueves, 8 de noviembre de 2007

Detras de la noticia

Tabasco: el cielo en la tierra

Ricardo Rocha

Falta saber qué hicieron los gobiernos con los miles de millones de pesos para las obras hidráulicas

Fue la primera impresión que tuve al sobrevolar en helicóptero la inmensa extensión de la tragedia. Nunca antes había visto nada así: el cielo entero reflejado en toda la tierra; las nubes retratadas con exactitud en aquel espejo inacabable de agua inmóvil, ahora absolutamente quieta, luego de haberse precipitado feroz desde los ríos y presas de este edén perdido que ahora es Tabasco.

Primero desde el aire y luego a través de un largo recorrido en lancha por lo que hasta hace poco eran calles y avenidas, pude testimoniar cómo el agua devoró lo mismo viviendas endebles que casas macizas, estanquillos que tiendas. Igual sucumbieron boticas que farmacias, talleres mecánicos, tintorerías, paleterías, lavanderías y reparadoras de calzado. En la nueva realidad del lago interminable en que se convirtió Villahermosa apenas sobresalían del ras del agua los postes y los semáforos así como los toldos y los letreros de cafeterías, loncherías, restaurantes, tiendas de ropa, jugueterías y todo aquello que hace la vida misma. Fuera de los alcances de la mirada quedaron los lugares donde va uno a comprar para saciar el hambre o para mitigar la sed. O para prolongar la vida de los zapatos o para cumplir los sueños de un niño o provocar la sonrisa de una mujer.

Y en esa humedad de angustia, uno va testimoniando de todo: los que han de bucear llave en mano para encontrar la cerradura de la casa e intentar rescates imposibles; los que siguen aferrados en el segundo piso o de plano en el techo y todavía sin comer pero decididos a no abandonar sus bienes ante la amenaza de la rapiña; los ancianos abandonados en un asilo a los que llega apenas la ayuda luego de dos días sin comer. O aquellos que no dejan siquiera que baje el helicóptero empujados al aterrizaje por un hambre incontrolable.

Regreso de Tabasco con una enorme carga de sentimientos encontrados: el dolor de una devastación gigantesca, como nunca antes había visto, ni en los tiempos de guerra en Centroamérica; la impresión de una agricultura desaparecida, una ganadería colapsada y la industria con daños cuantiosos y en muchos casos irreparables. Igual en todas partes. El arrasamiento furiosamente acuático no sólo se dio en Villahermosa, sino en cientos de medianas, pequeñas y minúsculas comunidades lo mismo en Nacajuca que en Cárdenas, en Centla o en esa paradoja llamada Paraíso.

Decía Pellicer cuando se refería a Tabasco: no es mi tierra, es mi agua. Así que tengo la sensación de que no hubo tantos muertos sólo por la naturalidad consustancial con que los tabasqueños han lidiado con el agua desde tiempos remotos. Pero aun así las pérdidas son incuantificables. Hay quienes lo perdieron todo. O casi todo. Para quienes el proceso de reconstrucción será largo e infinitamente doloroso.

A propósito, anuncia Felipe Calderón 7 mil millones de pesos para el rescate. Parecen pocos para los 50 mil en que estima los daños el gobernador Andrés Granier. De cualquier manera, todo indica que hay un buen entendimiento entre ambos sobre cómo encarar la tragedia. Por lo pronto, habrá que reconocerle al Presidente que haya cancelado su gira iberoamericana para quedarse a enfrentar el desastre en Tabasco y la nueva contingencia en Chiapas. Aunque falta mucho por hacer en la distribución de alimentos, agua, salud y otras demandas urgentes para superar la emergencia y luego pensar en rehabilitar la infraestructura y más tarde reactivar la planta productiva.

Sin embargo, la pregunta ahora es qué hay debajo del espejo. Y no hablo sólo de los ahogados que puedan estar atrapados en el fondo, sino de los demonios que vayan a emerger de ese mar de corrupción que por décadas ha inundado Tabasco.

Hay que reconstruir. Pero también hay que saber. Por ejemplo, qué hicieron los gobiernos de Roberto Madrazo y Manuel Andrade con los miles de millones de pesos para las obras hidráulicas que pudieron haber evitado la tragedia. Y de qué tamaño es la responsabilidad de Vicente Fox y su gobierno que, como bien consigna ayer EL UNIVERSAL, incumplió también con estas obras al grado de negligencia criminal.

Por lo pronto, me quedo con el corazón emocionado por la otra lección de Tabasco: la infinita generosidad de que somos capaces los mexicanos