CIUDAD PERDIDA
Miguel Angel Velázquez
Odio a las marchas, odio a la gente
* Demandas federales incumplidas
* Bloqueos panistas del Zócalo a Bucareli
¿Cómo entender los mensajes televisivos y radiales que ha puesto al aire el Partido Acción Nacional en contra de quienes claman por justicia en las calles? ¿Cómo explicarnos tanto odio hacia la gente?
Decir que son discriminadores por naturaleza o que ven en las organizaciones populares un enemigo al que, simplemente: hay que destruir, es verdad, pero no alcanza para entender el encono.
Felipe Calderón odia a la gente. Eso es tan cierto como ciertas son las medidas de seguridad, cierre de calles, presencia policial federal excesiva y sustracción de las garantías civiles de quienes transitan, a pie o en auto, que emplea cada que asiste a un acto para protegerse de la gente, a la que también teme.
Felipe Calderón sabe, cuando menos en su fuero interno, que llegó al poder a partir de engaños, falsedades y el derroche de dineros públicos y privados que de cualquier forma no han servido para borrar la sensación clara y mayoritaria de que su gobierno no es legítimo, y como la percepción no ha sido borrada ni con toda la demagogia de los espots transmitidos día y noche a su favor, odia a quienes no le creen, odia a los que votaron en su contra, odia a los que supone que le pueden hacer daño, odia, odia...
Pero además, principalmente, odia, junto con su partido, a los habitantes de la ciudad de México, y a los que cobija, legalmente, la autoridad citadina porque exhiben las injusticias del mal gobierno que él no puede resolver porque el poder, el poder real, está en otras manos, y a él sólo le tocó obedecer, administrar.
Esa es la única forma como se pueden entender los anuncios que ha pagado Acción Nacional en contra de la marchas que se suceden casi cotidianamente en las calles del Distrito Federal, la inmensa mayoría por problemas del orden federal, es decir, que competen al gabinete de trabajo del mismo Calderón, y de donde han salido los funcionarios incapaces que componen su gabinete de gobierno, y que tampoco pueden resolver los problemas antes de que estallen las protestas callejeras.
Una de las encuestas más confiables, y más reproducidas, respecto de la opinión de los defeños acerca de las marchas, plantones y bloqueos viales que se dan en la ciudad de México, advierte que 57 por ciento de los habitantes de la urbe aborrecen la imposibilidad de trasladarse en un vehículo, con absoluta libertad, por las calles del DF, debido a las protestas.
Ese mismo porcentaje de gente es el que debería saber que muchos de los bloqueos que se han dado, por días y días en la capital, se deben a las medidas de seguridad que se implementan para proteger a Felipe Calderón de la gente, pero esto ha sido mañosamente ocultado en los espots panistas.
Y esto no se vale porque seguramente en el bloqueo de Bucareli, o los que se dieron alrededor del Palacio de Bellas Artes por las actividades del panista, o bien el cierre del centro, el mismo lunes pasado, porque Calderón estaría en el Palacio Nacional para encabezar un acto de política exterior, hubo algún enfermo que no pudo llegar a tiempo para ser atendido, seguramente alguien se vio en problemas laborales porque no pudo llegar a tiempo al trabajo, y hubo muchos cientos, tal vez miles, de personas que tuvieron que esperar, desesperados, dentro de su automóvil, por las largas filas de autos que provocó el sistema de seguridad que usa Calderón.
Pero hay diferencias. Unos, los que gritan y portan pancartas, marchan y bloquean porque contra ellos se ha cometido una injusticia, porque se le quiere enajenar sus derechos como trabajadores, o como ciudadanos, o porque la ley ha fallado en su contra, son condenados, y hasta acusados de criminales por la voces panistas.
Los otros, los hombres de Los Pinos, en cambio, cierran las avenidas, las calles, las vías principales para que, con alguna tranquilidad pueda transitar Felipe Calderón. Tal vez el Partido Acción Nacional tenga razón, alguien pudo haber muerto por los bloqueos, y tal vez merezca que los azules los califiquen de "asesinos". En eso, puede que tengan razón.
* Demandas federales incumplidas
* Bloqueos panistas del Zócalo a Bucareli
¿Cómo entender los mensajes televisivos y radiales que ha puesto al aire el Partido Acción Nacional en contra de quienes claman por justicia en las calles? ¿Cómo explicarnos tanto odio hacia la gente?
Decir que son discriminadores por naturaleza o que ven en las organizaciones populares un enemigo al que, simplemente: hay que destruir, es verdad, pero no alcanza para entender el encono.
Felipe Calderón odia a la gente. Eso es tan cierto como ciertas son las medidas de seguridad, cierre de calles, presencia policial federal excesiva y sustracción de las garantías civiles de quienes transitan, a pie o en auto, que emplea cada que asiste a un acto para protegerse de la gente, a la que también teme.
Felipe Calderón sabe, cuando menos en su fuero interno, que llegó al poder a partir de engaños, falsedades y el derroche de dineros públicos y privados que de cualquier forma no han servido para borrar la sensación clara y mayoritaria de que su gobierno no es legítimo, y como la percepción no ha sido borrada ni con toda la demagogia de los espots transmitidos día y noche a su favor, odia a quienes no le creen, odia a los que votaron en su contra, odia a los que supone que le pueden hacer daño, odia, odia...
Pero además, principalmente, odia, junto con su partido, a los habitantes de la ciudad de México, y a los que cobija, legalmente, la autoridad citadina porque exhiben las injusticias del mal gobierno que él no puede resolver porque el poder, el poder real, está en otras manos, y a él sólo le tocó obedecer, administrar.
Esa es la única forma como se pueden entender los anuncios que ha pagado Acción Nacional en contra de la marchas que se suceden casi cotidianamente en las calles del Distrito Federal, la inmensa mayoría por problemas del orden federal, es decir, que competen al gabinete de trabajo del mismo Calderón, y de donde han salido los funcionarios incapaces que componen su gabinete de gobierno, y que tampoco pueden resolver los problemas antes de que estallen las protestas callejeras.
Una de las encuestas más confiables, y más reproducidas, respecto de la opinión de los defeños acerca de las marchas, plantones y bloqueos viales que se dan en la ciudad de México, advierte que 57 por ciento de los habitantes de la urbe aborrecen la imposibilidad de trasladarse en un vehículo, con absoluta libertad, por las calles del DF, debido a las protestas.
Ese mismo porcentaje de gente es el que debería saber que muchos de los bloqueos que se han dado, por días y días en la capital, se deben a las medidas de seguridad que se implementan para proteger a Felipe Calderón de la gente, pero esto ha sido mañosamente ocultado en los espots panistas.
Y esto no se vale porque seguramente en el bloqueo de Bucareli, o los que se dieron alrededor del Palacio de Bellas Artes por las actividades del panista, o bien el cierre del centro, el mismo lunes pasado, porque Calderón estaría en el Palacio Nacional para encabezar un acto de política exterior, hubo algún enfermo que no pudo llegar a tiempo para ser atendido, seguramente alguien se vio en problemas laborales porque no pudo llegar a tiempo al trabajo, y hubo muchos cientos, tal vez miles, de personas que tuvieron que esperar, desesperados, dentro de su automóvil, por las largas filas de autos que provocó el sistema de seguridad que usa Calderón.
Pero hay diferencias. Unos, los que gritan y portan pancartas, marchan y bloquean porque contra ellos se ha cometido una injusticia, porque se le quiere enajenar sus derechos como trabajadores, o como ciudadanos, o porque la ley ha fallado en su contra, son condenados, y hasta acusados de criminales por la voces panistas.
Los otros, los hombres de Los Pinos, en cambio, cierran las avenidas, las calles, las vías principales para que, con alguna tranquilidad pueda transitar Felipe Calderón. Tal vez el Partido Acción Nacional tenga razón, alguien pudo haber muerto por los bloqueos, y tal vez merezca que los azules los califiquen de "asesinos". En eso, puede que tengan razón.