ASI SON LOS MEDIOS DE COMUNICACION, LOS MUERTOS DEL GOBIERNO DE FeCAL NADIE DICE NADA, ES LO NORMAL EN MEXICO
María Teresa Jardí
viernes, 15 de junio de 2007
Juzgado y sentenciado por Televisa
Cuando me casé alguien debió regalarnos un televisor en el que de tanto en tanto, por la noche, veíamos mi marido y yo, entre otras cosas, las noticias. Zabludowsky era entonces el rey que las impartía.
Una noche un joven de 23 años, recuerdo, atropelló a una familia y huyó del lugar y Zabludowsky organizó tal cacería que tomamos la decisión de no tener televisor y mis hijos que son, ambos, personas muy bien informadas, subieron sin tener carencias de ninguna especie por no tener televisor en casa.
Y lo que despertó la molestia infinita fue el saber que antes de llegar ante un juez el joven, culpable, sin duda, pero con derecho a defenderse, ya había sido juzgado y sentenciado por un comunicador estresado.
Conmoción, como suelen despertar esas cosas en cualquier lugar del mundo donde suceden, ha despertado en la capital de la República el asesinato de una maestra, directora de un jardín de niños de una escuela privada. Un padre, presumiblemente enloquecido, entra y la mata, mientras los infantes acceden a la escuela.
Pero este crimen al estilo de los que han sucedido desde siempre en todo lugar del mundo es lo que destacan las televisoras como si fuera un crimen único, en un lugar donde la cotidianeidad de los crímenes impunes no hubieran incluso convertido a las ejecuciones en causa de muerte natural.
Lo que más temían los abogados defensores de presos políticos, de la década de los setenta, es que un buen día desayunáramos leyendo sobre los asesinados sin que la nota despertara el sentimiento de horror que se necesita sentir para combatir lo que es inaceptable desde cualquier punto de vista.
El día anterior en una conversación telefónica con un periodista le preguntaba cuántos ejecutados se sumaban a los más de mil del fecalismo y le preguntó a un reportero que le contestó que sólo iban tres, respuesta que yo escuché, pensando azorada en que ya nos acostumbramos a pensar como normal una de las anormalidades más inaceptables donde quiera que se den en el planeta.
Puro folclor distractivo es para las televisoras el asesinato lamentable de esa mujer directora de un kínder, muy lamentable, pero no más lamentable que cada asesinato, igual, todos, de inaceptables.
Puro folclor a pesar y a sabiendas, de que ya está detenido el autor, respecto de quien sus vecinos aseguran que es un hombre tranquilo.
Pero quien ya ha sido juzgado y sentenciado, al menos, por los reporteros de Televisa --seguramente lo mismo han debieron hacer los de TV Azteca, a final de cuentas las dos partes del duopolio desinformador son la misma porquería-- a los que se les permite practicarle un interrogatorio previo incluso al del Ministerio Público. El abogado contesta lo que quiere a los reporteros que insisten e insisten con las mismas preguntas que no incluyen en absoluto los motivos, justificados o no, que hubiera podido tener quien también se ha convertido en otra víctima incluso porque los reclusorios del D.F., creados para albergar no más de mil o dos mil internos, albergan hoy alrededor de diez mil en condiciones infrahumanas.
viernes, 15 de junio de 2007
Cuando me casé alguien debió regalarnos un televisor en el que de tanto en tanto, por la noche, veíamos mi marido y yo, entre otras cosas, las noticias. Zabludowsky era entonces el rey que las impartía.
Una noche un joven de 23 años, recuerdo, atropelló a una familia y huyó del lugar y Zabludowsky organizó tal cacería que tomamos la decisión de no tener televisor y mis hijos que son, ambos, personas muy bien informadas, subieron sin tener carencias de ninguna especie por no tener televisor en casa.
Y lo que despertó la molestia infinita fue el saber que antes de llegar ante un juez el joven, culpable, sin duda, pero con derecho a defenderse, ya había sido juzgado y sentenciado por un comunicador estresado.
Conmoción, como suelen despertar esas cosas en cualquier lugar del mundo donde suceden, ha despertado en la capital de la República el asesinato de una maestra, directora de un jardín de niños de una escuela privada. Un padre, presumiblemente enloquecido, entra y la mata, mientras los infantes acceden a la escuela.
Pero este crimen al estilo de los que han sucedido desde siempre en todo lugar del mundo es lo que destacan las televisoras como si fuera un crimen único, en un lugar donde la cotidianeidad de los crímenes impunes no hubieran incluso convertido a las ejecuciones en causa de muerte natural.
Lo que más temían los abogados defensores de presos políticos, de la década de los setenta, es que un buen día desayunáramos leyendo sobre los asesinados sin que la nota despertara el sentimiento de horror que se necesita sentir para combatir lo que es inaceptable desde cualquier punto de vista.
El día anterior en una conversación telefónica con un periodista le preguntaba cuántos ejecutados se sumaban a los más de mil del fecalismo y le preguntó a un reportero que le contestó que sólo iban tres, respuesta que yo escuché, pensando azorada en que ya nos acostumbramos a pensar como normal una de las anormalidades más inaceptables donde quiera que se den en el planeta.
Puro folclor distractivo es para las televisoras el asesinato lamentable de esa mujer directora de un kínder, muy lamentable, pero no más lamentable que cada asesinato, igual, todos, de inaceptables.
Puro folclor a pesar y a sabiendas, de que ya está detenido el autor, respecto de quien sus vecinos aseguran que es un hombre tranquilo.
Pero quien ya ha sido juzgado y sentenciado, al menos, por los reporteros de Televisa --seguramente lo mismo han debieron hacer los de TV Azteca, a final de cuentas las dos partes del duopolio desinformador son la misma porquería-- a los que se les permite practicarle un interrogatorio previo incluso al del Ministerio Público. El abogado contesta lo que quiere a los reporteros que insisten e insisten con las mismas preguntas que no incluyen en absoluto los motivos, justificados o no, que hubiera podido tener quien también se ha convertido en otra víctima incluso porque los reclusorios del D.F., creados para albergar no más de mil o dos mil internos, albergan hoy alrededor de diez mil en condiciones infrahumanas.