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jueves, 17 de mayo de 2007

Y FRANCIA NO SE QUEDA ATRAS .... LE ABRE LAS PUERTAS A LA ULTRADERECHA Y AL NEOLIBERALISMO

Francia: Giro a la derecha

enriqueta cabrera

México, D.F. (apro).- Francia quería un cambio. Nicolas Sarkozy lo ofreció, un cambio radical, con un programa de renovación conservador, con todos los ingredientes de una receta neoliberal de manual.

El pasado 6 de mayo, Sarkozy se impuso en las elecciones presidenciales con 85% de participación ciudadana --sólo superada en una ocasión durante la V República inaugurada por el general Charles de Gaulle en 1958--, triunfó con 53% de la votación contra Segolene Royal, que obtuvo 47%. Sarkozy alcanzó el mayor margen de votación derecha-izquierda en más de 40 años.

Francia giró a la derecha. Paradójicamente, los últimos dos periodos presidenciales de Jacques Chirac fueron de derecha. Sí, pero de una derecha francesa diseñada por De Gaulle: moderada, ubicada en el centro.

Sarkozy mostró que la doctrina neoliberal conservadora puede ganar elecciones de manera contundente. Lo interesante es entender cómo se vinculan conservadurismo y renovación en Francia.

La interrogante es si el país puede cambiar, si Sarkozy podrá llevar adelante su programa político. Tener 53% de la votación es tener mucho, pero no es tenerlo todo. Si el otro 47% es tomado en cuenta, las políticas propuestas por Sarkozy tendrán que encontrar un terreno de entendimiento que siempre jugaría en el centro. De ahí también la importancia que podría tener la negociación para un programa que supone rupturas históricas para Francia.

Gobernar con mayoría

En el régimen parlamentario francés, luego de los resultados de la elección presidencial, el nuevo presidente deberá contar con una mayoría legislativa resultado de las elecciones del 10 y 17 de junio próximos para llevar adelante su programa.

Posteriormente, deberá convencer y lograr vencer lo que previsiblemente será una resistencia considerable por parte no sólo de la izquierda, sino de amplios sectores sociales como los sindicatos, los estudiantes, los jóvenes menos favorecidos.

Esa resistencia se expresa en Francia en las huelgas y en las calles, e impone límites a decretos, legislaciones o políticas públicas.

Véase por donde se vea, la ruptura que Sarkozy plantea no es menor. Sería el cambio más radical en la política de la derecha. De los cinco jefes de Estado de la V República, cuatro han sido de derecha --De Gaulle, Pompidou, Giscard y Chirac— y sólo uno de izquierda, Mitterrand.

Los cuatro presidentes de derecha gobernaron con políticas de centro, moderadas, políticas compatibles también con la izquierda en tanto el gaullismo definió políticas de Estado:

Francia es un país con una legislación protectora y uno de los más completos y enraizados “Estados del bienestar”, un desarrollado sistema de educación y de salud públicas, respetuoso de las distintas corrientes de pensamiento y de diferentes formas de organización sindical y popular; un país de huelgas y movilizaciones callejeras como formas de limitar el poder político, de expresar desacuerdos, de incidir en decisiones públicas; abierto a la inmigración, secular, antirracista, tolerante, republicano; un país siempre a la cabeza de la construcción europea; un país con una concepción gaulliana de soberanía, vigilante de que el “amigo y aliado” --que ha sido y continuará siendo Estados Unidos-- no se extralimite.

Turbulencias

Si uno mira el programa de Sarkozy, entender las turbulencias que vienen no es difícil. Es cierto que Francia votó por el cambio propuesto por Sarkozy. El nuevo presidente electo, que tomará posesión el próximo 16 de mayo, apenas diez días después de las elecciones, deberá enfrentar las elecciones legislativas para tener un gobierno de mayoría.

Sarkozy propone sin tapujos ni complejos el refuerzo de la identidad nacional, no al estilo gaullista sino al de la ultraderecha de Jean Marie Le Pen, del Frente Nacional. Ello significa un cerco administrativo contra la inmigración, que deberá mostrar cumplir requisitos imposibles, como tener trabajo y vivienda.

También propone mano dura frente a la rebelión de las banlieus, lo que significa mucho más ley y orden; propone aligerar la nómina pública (una gran parte pertenece a maestros, médicos y personal de hospitales), lo que significará despidos; propone horas extra de trabajo sin carga impositiva como una forma de romper la jornada de 35 horas de origen socialista, culpabilizada de la baja productividad francesa y del bajo ritmo de crecimiento, lo que podría aumentar el desempleo, sobre todo el de los jóvenes.

Plamtea liberalizar el mercado laboral, romper el poder de los sindicatos en las contrataciones y la fuerza de las huelgas mediante un “servicio mínimo”. En lo político pretende llevar adelante su programa mediante la negociación o la legislación.

En el terreno de la política europea el programa de Sarkozy se propone una Europa sin acceso turco-musulmán; sustituir una Constitución por una carta mínima sin referéndum, pasar del consenso a la mayoría e instalar un atlantismo moderado en el que “la amistad de Estados Unidos sea compatible con la gran nación francesa.”

Esas son las grandes vertientes que la mayoría en Francia votó sí al apoyar el coherente programa de derecha neoliberal de Sarkozy. Programa que para Francia significa un cambio radical. Aún así los sectores más conservadores critican al nuevo presidente por su discurso a favor de una política industrial intervencionista y de un nuevo proteccionismo.

Sarkozy pretende construir otra Francia. Habría que esperar a ver hasta dónde le es posible avanzar en su programa, porque es evidente que en múltiples terrenos habrá resistencia social. Un adelanto de los tiempos turbulentos hacia delante sería el incendio de más de 700 vehículos la noche del triunfo de Sarkozy, frente a lo cual el dirigente del Partido Socialista, Francois Hollande, tuvo que hacer un llamado para calmar la protesta y respetar el veredicto de las urnas.

El cambio radical que propone Sarkozy es hacia la derecha neoliberal –de manual— en tiempos de globalización, un cambio que rompe con el sistema político francés de los últimos 50 años, con la protección social como sustento del bienestar.

¿Qué tan lejos puede llegar Sarkozy en los cambios que plantea? El nuevo presidente es serio y coherente, tiene un programa de derecha sin complejos y lo asume. Por eso no llamó al dirigente de la UDF, Francois Bayrou, y sus afiliados de centro a votar por su programa.

Más bien se acercó a los seguidores del fascista y xenófobo Jean Marie Le Pen. Sarkozy sabe y asume que su programa no es de centro, no es gaullista.

Frente al cambio

Para llegar a la Presidencia, Nicolas Sarkozy tuvo que refundar el partido de Chirac, la Unión por un Movimiento Popular (UMP), como un claro partido de derecha que rompe con las políticas gaullistas. La fundación anunciada por Francois Bayrou, de un nuevo partido de centro, el Movimiento por la Democracia, quiebra el sistema francés basado en el bipartidismo izquierda-derecha.

El triunfo de Sarkozy ha mostrado también el rezago del Partido Socialista (PS), que no ha sabido transformarse y se debate entre el izquierdismo marginal y una social-democracia moderna con capacidad de gobernar y ganar elecciones, con un programa que pueda hacer compatible el mercado y la justicia social.

La crisis del PS luego de la pérdida de la Presidencia y el debate interno, puede ser una oportunidad de la derecha para consolidar su avance electoral.

En la debilidad del PS estuvo el origen de la derrota de Segolene Royal, que arrancó su campaña con una gran fuerza. Se apoyó en un programa similar al de Blair, que incluía la liberalización de la economía y la mano dura contra los delincuentes sin desarticular el Estado benefactor. Luego vino el viraje para acercarse a las izquierdas y se evidenció la falta de coherencia en las propuestas de Royal. Finalmente terminó por donde debería haber comenzado: en la búsqueda de una alianza con el centro que podría haber sido sustento de un triunfo electoral.

El voto por el cambio que dio el triunfo a Sarkozy tiene razones diversas. La primera es romper el estancamiento de un país que es la quinta economía mundial pero en el que el producto per cápita ha descendido al lugar 16; su tasa de crecimiento anual es superada por todos los países de la Unión Europea, excepto por Portugal, y su nivel de desempleo no bajó de 8.5%.

A la par existe un malestar creciente entre la clase media que no tiene la perspectiva de mejorar, entre los jóvenes para los que el empleo se ha convertido en un calvario y entre los sectores de menores ingresos.

“Francia necesita un cambio profundo si su economía quiere revivir”, dijo Sarkozy y convenció a la mayoría.

¿Cómo y hasta dónde cambiar y desatar nuevas fuerzas e iniciativas? ¿Por qué el malestar francés votó no a la Constitución europea? ¿Por qué el Estado del bienestar no alcanza para las banlieus parisinas y de las grandes ciudades? El nuevo presidente Nicolas Sarkozy pretende tener las respuestas. Llega con fuerza y pretende ir lejos: los primeros dos años para legislar y desarrollar las reformas, los siguientes dos para consolidarlas, y el último de su mandato para preparar su reelección.

Por ahora, desde De Gaulle y con excepción del segundo mandato de Chirac --en la segunda vuelta jugó contra Jean Marie Le Pen--, Sarkozy obtuvo los mejores resultados electorales.

Al ocupar la Presidencia de Francia y llegar al Palacio del Eliseo habrá que ver si Sarkozy no sufre una transformación. ¿Cuál es su posibilidad de cambiar de raíz a Francia? En el mediano plazo, los cambios podrían no ser bienvenidos. (14 de mayo de 2007)