INTINERARIO POLITICO
Ricardo Alemán
¿Votarían igual la ley Televisa?
El procedimiento diseñado por la Corte para resolver la controversia en el fondo no parece más que una inteligente estrategia de control de daños
A pesar de que el proyecto de resolución del minis tro Salvador Aguirre Anguiano, sobre la controversia constitucional de la ley Televisa, señala como inconstitucionales cinco artículos fundamentales de esa reforma, lo cierto es que hoy -y hasta el 21 de mayo próximo- nadie sabe si al final de cuentas una mayoría calificada -de ocho de 10 ministros- de la Suprema Corte rechazará o avalará dicha reforma.
Más aún, el inédito procedimiento diseñado por la Corte para resolver lo que ya se presenta como una controversia histórica en el fondo no parece más que una inteligente estrategia de control de daños, una salvaguarda y hasta un eficaz blindaje de la Corte frente a la reacción social y la opinión pública, por un fallo que lo mismo puede ser a favor de la ley o contra sus evidentes aspectos contrarios a la Ley Suprema.
En todo caso, el desahogo del procedimiento definitivo, que se dará a partir del lunes 21 de mayo, le ofrecerá a la sociedad en su conjunto, y sobre todo a los especialistas del tema, otro inédito nada desdeñable: saber de qué están hechos los ministros de la Corte, conocer a qué intereses sirven, y de manera especial, el tamaño de su responsabilidad frente al interés de la cosa pública.
Y es que a pesar de su alta investidura y su elevada responsabilidad, los señores ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación son, igual que todos los ciudadanos, hombres de carne y hueso, con virtudes y fallas, con debilidades y fortalezas, con amigos y enemigos. Algunos de ellos, por tanto, se saben comprometidos con tal o cual causa, con este o aquel grupo político o económico, y difícilmente cambiarán su postura frente a un asunto como la ley Televisa -sea a favor o en contra-, que debido al descomunal poder de las televisoras ya "dobló" a dos poderes, el Ejecutivo y el Legislativo. ¿Por qué no "imponerse" al máximo tribunal del Poder Judicial?
La mayoría de los ministros de la Corte, si no es que todos, ya cuentan con elementos -suficientes o no- para tomar una decisión respecto al controvertido asunto. Por eso, creemos que las audiencias de los grupos que apoyan la reforma y quienes la impugnan, así como con especialistas de la UNAM y el IPN para aclarar los aspectos técnicos, es más bien un paracaídas que intenta suavizar el golpe de la decisión final. Decisión que, hay que insistir, puede ser a favor, en contra o parcialmente a favor y también de manera parcial en contra.
Lo interesante del asunto, en todo caso, es quitarle el carácter de fatalidad a la resolución de la Corte. En efecto, se trata del máximo tribunal del país, pero también es cierto que el Poder Legislativo puede meter reversa a la citada ley Televisa, sobre todo en el marco de la "cacareada" reforma del Estado. ¿Que ayudaría un resolutivo de la Corte en contra de la ley Televisa? No hay la menor duda. Pero un hipotético aval de la misma Corte a la citada ley tampoco es el fin del mundo. ¿Por qué? Porque en política, y en el terreno legislativo, los triunfos y las derrotas no son definitivos ni para siempre. Eso sí, en la hipótesis del aval a la ley Televisa, la Corte estaría contribuyendo a una regresión democrática.
La pregunta siguiente sería, entonces, si entre 2007 y 2008 los poderes Ejecutivo y Legislativo, todos los partidos políticos, sus renovados liderazgos, volverían a votar la ley Televisa en sus mismos términos. La reforma del Estado que ya arrancó, pasará de manera inevitable y como vía fundamental por la reforma político electoral de tercera generación. Es decir, todos los actores políticos -partidos y poderes- debieron entender que una elección federal más -como la de 2006-, sometida al poder mediático, no sería otra cosa que la claudicación de los poderes del Estado a favor de los poderes fácticos de las televisoras.
Por sobrevivencia elemental, tanto los tres poderes como los tres órdenes de gobierno, y todos los partidos políticos, saben que la democracia electoral mexicana no resistirá una elección federal más con las actuales reglas y deficiencias procedimentales, pero tampoco con la presión paralizante de los poderes mediáticos.
Lo curioso del caso es que aquí tampoco nadie sabe si la clase política volverían a votar por la misma ley Televisa. En efecto, ya no está presente la contingencia electoral. Pero siguen vivas las desmedidas ambiciones de poder, de todos. En efecto, ya no está en el gobierno el señor Vicente Fox, aliado fundamental de Televisa. Pero en el poder presidencial está el señor Calderón, quien calladito vio hacer y pasar. Por cierto, flota una pregunta en el ambiente: ¿qué piensa el presidente Calderón del resolutivo de la Corte? ¿Por qué no dice lo que piensa, lo que sabe de la imposición sobre la ley Televisa?
Pero los jefes del PRI y del PAN en las cámaras del Congreso prácticamente son los mismos que aprobaron la controvertida ley. Y ni modo, tenemos que preguntar de nuevo: ¿quién será el valiente que enfrentará al poder mediático?
El procedimiento diseñado por la Corte para resolver la controversia en el fondo no parece más que una inteligente estrategia de control de daños
A pesar de que el proyecto de resolución del minis tro Salvador Aguirre Anguiano, sobre la controversia constitucional de la ley Televisa, señala como inconstitucionales cinco artículos fundamentales de esa reforma, lo cierto es que hoy -y hasta el 21 de mayo próximo- nadie sabe si al final de cuentas una mayoría calificada -de ocho de 10 ministros- de la Suprema Corte rechazará o avalará dicha reforma.
Más aún, el inédito procedimiento diseñado por la Corte para resolver lo que ya se presenta como una controversia histórica en el fondo no parece más que una inteligente estrategia de control de daños, una salvaguarda y hasta un eficaz blindaje de la Corte frente a la reacción social y la opinión pública, por un fallo que lo mismo puede ser a favor de la ley o contra sus evidentes aspectos contrarios a la Ley Suprema.
En todo caso, el desahogo del procedimiento definitivo, que se dará a partir del lunes 21 de mayo, le ofrecerá a la sociedad en su conjunto, y sobre todo a los especialistas del tema, otro inédito nada desdeñable: saber de qué están hechos los ministros de la Corte, conocer a qué intereses sirven, y de manera especial, el tamaño de su responsabilidad frente al interés de la cosa pública.
Y es que a pesar de su alta investidura y su elevada responsabilidad, los señores ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación son, igual que todos los ciudadanos, hombres de carne y hueso, con virtudes y fallas, con debilidades y fortalezas, con amigos y enemigos. Algunos de ellos, por tanto, se saben comprometidos con tal o cual causa, con este o aquel grupo político o económico, y difícilmente cambiarán su postura frente a un asunto como la ley Televisa -sea a favor o en contra-, que debido al descomunal poder de las televisoras ya "dobló" a dos poderes, el Ejecutivo y el Legislativo. ¿Por qué no "imponerse" al máximo tribunal del Poder Judicial?
La mayoría de los ministros de la Corte, si no es que todos, ya cuentan con elementos -suficientes o no- para tomar una decisión respecto al controvertido asunto. Por eso, creemos que las audiencias de los grupos que apoyan la reforma y quienes la impugnan, así como con especialistas de la UNAM y el IPN para aclarar los aspectos técnicos, es más bien un paracaídas que intenta suavizar el golpe de la decisión final. Decisión que, hay que insistir, puede ser a favor, en contra o parcialmente a favor y también de manera parcial en contra.
Lo interesante del asunto, en todo caso, es quitarle el carácter de fatalidad a la resolución de la Corte. En efecto, se trata del máximo tribunal del país, pero también es cierto que el Poder Legislativo puede meter reversa a la citada ley Televisa, sobre todo en el marco de la "cacareada" reforma del Estado. ¿Que ayudaría un resolutivo de la Corte en contra de la ley Televisa? No hay la menor duda. Pero un hipotético aval de la misma Corte a la citada ley tampoco es el fin del mundo. ¿Por qué? Porque en política, y en el terreno legislativo, los triunfos y las derrotas no son definitivos ni para siempre. Eso sí, en la hipótesis del aval a la ley Televisa, la Corte estaría contribuyendo a una regresión democrática.
La pregunta siguiente sería, entonces, si entre 2007 y 2008 los poderes Ejecutivo y Legislativo, todos los partidos políticos, sus renovados liderazgos, volverían a votar la ley Televisa en sus mismos términos. La reforma del Estado que ya arrancó, pasará de manera inevitable y como vía fundamental por la reforma político electoral de tercera generación. Es decir, todos los actores políticos -partidos y poderes- debieron entender que una elección federal más -como la de 2006-, sometida al poder mediático, no sería otra cosa que la claudicación de los poderes del Estado a favor de los poderes fácticos de las televisoras.
Por sobrevivencia elemental, tanto los tres poderes como los tres órdenes de gobierno, y todos los partidos políticos, saben que la democracia electoral mexicana no resistirá una elección federal más con las actuales reglas y deficiencias procedimentales, pero tampoco con la presión paralizante de los poderes mediáticos.
Lo curioso del caso es que aquí tampoco nadie sabe si la clase política volverían a votar por la misma ley Televisa. En efecto, ya no está presente la contingencia electoral. Pero siguen vivas las desmedidas ambiciones de poder, de todos. En efecto, ya no está en el gobierno el señor Vicente Fox, aliado fundamental de Televisa. Pero en el poder presidencial está el señor Calderón, quien calladito vio hacer y pasar. Por cierto, flota una pregunta en el ambiente: ¿qué piensa el presidente Calderón del resolutivo de la Corte? ¿Por qué no dice lo que piensa, lo que sabe de la imposición sobre la ley Televisa?
Pero los jefes del PRI y del PAN en las cámaras del Congreso prácticamente son los mismos que aprobaron la controvertida ley. Y ni modo, tenemos que preguntar de nuevo: ¿quién será el valiente que enfrentará al poder mediático?