LOS ESPAÑOLES SERAN TAN TONTOS PARA PERMITIR A LA ULTRADERECHA LLEGAR NUEVAMENTE AL PODER?
Hace unos días, en España, mediando un formato televisivo distinto por el cual cien ciudadanos, escogidos con fórmulas supuestamente equitativas –esto es para evitar que el auditorio se concentre en una tendencia política preconcebida-, hacen una pregunta –y a veces una o dos repreguntas-, al jefe del gobierno y, en otra emisión, al líder de la oposición, una interrogante puso sobre las cuerdas al veterano Mariano Rajoy, la figura emblemática del Partido Popular forjado a la sombra del chaplinesco José María Aznar:
--¿Por qué insistir en que usted será el candidato a la presidencia si hay otros políticos de su partido, como el alcalde de Madrid (Alberto Ruiz Gallardón), mejor calificados por la opinión pública?
El derechista ex vicepresidente y máximo dirigente del PP quien se ha mantenido en una postura opositora intransitable –sobre todo en cuanto se relaciona al tema del terrorismo habida cuenta de que este factor fue el que lo desplazó en la hora de las definiciones electorales apenas cuatro días después de los atentados islamistas en Madrid en 2004-, respondió sin darse tiempo para la reflexión:
--Bueno, el señor Gallardón, que ha sido un buen alcalde, ganará de nuevo en Madrid. Y el Partido Popular quiere que yo sea se candidato a la presidencia del gobierno.
Una democracia, sí, en donde las definiciones se dan en las cúpulas y no como consecuencia de los respaldos ni los consensos colectivos. Se antoja, por supuesto, como una paradoja considerando la posición de España en la Unión Europea; al parecer, los vasos comunicantes con la antigua dictadura –apenas extinta en 1975 tras la esperada y festinada muerte de Franco-, develan algunos de los rasgos característicos de la sociedad ibérica y de las tendencias históricas hacia la polarización.
Así, desde su derrota hace tres años y un mes, el señor Rajoy se mantiene en el Congreso de los Diputados en el asiento situado al otro lado, pasillo de por medio, del lugar destinado al del presidente del gobierno, su rival en las urnas.
Y con esta jerarquía no ha tenido necesidad de hacer plantones callejeros pero sí ha encabezado manifestaciones multitudinarias, sobre todo para reclamarle al gobierno sus devaneos con los etarras, en un desfogue que si bien cansa a la ciudadanía obliga a los socialistas en el poder a medir cada paso y explicar cada acción política. Parece que en la perspectiva mexicana estamos todavía a años luz de distancia.
Sin embargo, en México no se expresan siempre las candidaturas, con tanto margen y distancia, como si las estructuras partidistas funcionaran en bloque, esto es sin la menor posibilidad de modificar el peso específico de los liderazgos. Curioso: en este sentido el gallego Rajoy, de derecha, sólo coincide, en cuanto a los planos mexicanos, con el tabasqueño Andrés Manuel, cargado hacia la izquierda.