POLITICAS CALDERONISTAS
Alvaro Cepeda Neri
El calderonismo y el PAN no tienen como prioridad microeconómica promover el consumo popular (de las clases medias hacia abajo) ni disminuir el desempleo.
La guerra contra el narcotráfico, tampoco contempla la lucha contra la pavorosa corrupción de la narcopolítica.
Y es que se trata de aparentar que hay condiciones antidelincuenciales para las inversiones de propios y extraños, en el contexto de la globalización, para que los países pobres y subdesarrollados (con crecimiento ni menor ni mayor al 3.5 por ciento) sean los recipiendarios del neoliberalismo económico al son del capitalismo salvaje.
Las políticas públicas calderonistas se sintetizan, más que como liberalismo económico a ultranza, como pragmática fisiocracia asida a los clavos ardientes del “dejad hacer, dejad pasar” (laissez-faire, laissez-passer) y la resucitada “ley de la oferta y la demanda” que el brillantísimo secretario de Economía, de apellidos Sojo Garza, ha puesto en vigor como parte del orden jurídico con su lema, para menos consumo de tortilla, de “¡usen más la cuchara!”.
Siendo asesor de las burradas económicas de Fox, ese señor Sojo afirmó que había sido discípulo de Lawrence R. Kelin (el autor de La revolución keynesiana) obviamente, asistió a sus clases para obtener su doctorado, pero cabeza dura le entraron por una oreja y le salieron por la otra las enseñanzas del keynesianismo que demuestra la importancia del consumo y la erradicación del desempleo.
Los calderonistas son los nuevos Chicago-boys que siguen al pie de la letra las enseñanzas antikeynesianas de Milton Friedman, ya fallecido, pero su fantasma invocado para la economía “vudú” de Calderón y a quien la militarización lo tiene fascinado, pero ni medio convencido que los problemas del país son el bajísimo consumo por la creciente pobreza masiva y la falta de empleos, en el entendido de que para los monetaristas ortodoxos de Chicago nada se puede ni debe hacer contra la “tasa natural de desempleo”. Tampoco contra el hambre.
Los calderonistas enchufados al presupuesto tienen sus fabulosos sueldos con todo y las “rebajas”, por lo cual consumen como su Dios les manda, mientras millones de mexicanos han de “usar más la cuchara” para no consumir ni tortillas, uno de los productos básicos fundamentales de la dieta nacional.
Y tienen empleo burocrático, en tanto desempleados y pobres los mexicanos deben reducir el consumo y esperar el milagro de los peces y los panes como mandan los rezos de los profetas desarmados de calderonistas y panistas.