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martes, 27 de marzo de 2007

DESAFIO

Diario Libertad: Rafael Loret de Mola

*Función de Egolatrías
*Galería de Intocables
*La Verdadera Dimensió

Las coberturas políticas van a la baja y no por efecto, como estiman los panegiristas oficiales, de una menor crispación social; esto es como si, de verdad, la conciliación nacional pudiera darse alrededor del redivivo símbolo presidencial en manos de un hombre bien intencionado aunque poco carismático y con gran apego por el sectarismo. En esta línea las negociaciones, cuando se dan, parten de una base insondable: aceptar las condiciones establecidas por quien sostiene la sartén por el manco.
Durante el desarrollo de la justa electoral de 2006 un ingrediente destacó por encima de los discursos y bienaventuranzas de los ponentes: la soberbia de unos y otros que desembocó, en cada caso, en una perspectiva amarga ante la realidad insondable. Incluso en el caso de Felipe Calderón, declarado vencedor, se dio el fenómeno: ni en sus peores pesadillas imaginó asumir la Presidencia como lo hizo, rodeado de paramilitares y a salto de curules en la sede del Congreso. Sus sueños infantiles iban por otro lado, quizá por el permanente espejismo del poder absoluto equiparable solo al del genio de la lámpara. Le bastaba para ello con ser gobernador de Michoacán pero no pudo ser.
Alguna vez, Don Agustín Acosta Lagunes, ex gobernador de Veracruz, me contó cómo se valoraba en la costa del Golfo a un mandatario estatal: “era como un dios, capaz de hacerlo todo; y así se le reverenciaba”. Por eso, claro, no había infante alguno que no se permitiera imaginarse, a la par con los cuentos de hadas y princesas, en el Palacio de Gobierno rodeado de vasallos incapaces de decirles que no y listo a cumplir con sus mayores caprichos... incluso con tendencia hacia la caridad para tranquilidad de las beatas del pueblo.
No sé ahora, cuando tanto han cambiado perfiles y objetivos. Quizá la democracia, tan acotada por las simulaciones y la demagogia, su antítesis, ha creado un mayor número de ególatras ceñidos a sus criterios, insolentes las más de las veces e incapaces de reconocer en las contrapartes la menor virtud. Los hay, sí, dentro y fuera de las oficinas públicas, aun cuando todos dependan, directa o indirectamente, del erario público incluso Andrés Manuel López Obrador cuyo partido recibe, claro, las prerrogativas de ley aun cuando amplíe recursos y financiamientos pasando la charola “entre los pobres”. Desde luego, no creo que Carlos Slim brinde su óbolo a la resistencia sin destino.
Tengo la seguridad de que la obcecación de la dirigencia, traducida en soberbia arraigada, resistente, es lo que más ha dañado la cobertura y estructura del movimiento “social” de Andrés Manuel. Esto es, la incapacidad para ceder y aceptar las opiniones en contrario. Vamos, como si para ser mexicanos no sólo se requiriera haber nacido en territorio nacional sino, además, proferir el lópezobradorismo desde antes del bautizo religioso. Cualquier quebranto, la menor crítica, el más ligero señalamiento, es motivo de expulsión y condena perpetua. Porque, ¿saben ustedes?, se estima que quienes socavan el “inmaculado” perfil del líder son perversos dispuestos a vender al país sin el menor reparo. Los mexicanos leales, de acuerdo a este cerrado criterio, buscan sólo la vindicación del tabasqueño como único propósito vital. Quien se distrae de la línea señalada también debe ser visto como un traidor.
A través de la historia los referentes sobre las egolatrías desbordadas abrevan y culminan, de una manera u otra, en el fascismo y sus derivados. ¿Lo habrán sopesado así los incondicionales de los fundamentalismos políticos de la actualidad?
Debate
En las vísperas de la llamada Convención Nacional Democrática, la semana anterior, los organizadores de la misma revelaron que no habían encontrado los mismos apoyos entusiastas de ocasiones anteriores porque, sobre todo en el interior del país, los cuadros perredistas parecían más preocupados por los procesos en cierne que por la resistencia en el nivel federal ante los hechos consumados. Esto es, se estimaba que los recursos debían destinarse a la promoción de nuevas estrategias y la conquista de otras posiciones y no únicamente al mantenimiento de una “presidencia legítima” cuya función conocida era la de condenar todas y cada una de las acciones emprendidas por el “gobierno ilegítimo” de Felipe Calderón.
En un escenario similar, la actitud grotesca de los legisladores perredistas al tomar la tribuna camaral para patentizar con ello su renuencia a aceptar la iniciativa para reformar al ISSSTE, incluyendo avances sociales sustantivos como pensiones y mayores coberturas médicas en pro de diez millones de beneficiarios, develó la improductiva obcecación sectaria: nada que no provenga del núcleo partidista podrá ser reconocido por la facción correspondiente. Si ésta actitud tiene que ver con la vocación democrática entonces ya va siendo hora de revisar al modelo.
Lo anterior significa que el objetivo central de la izquierda política es, sencillamente, entrampar cuanto pueda significar avance o transformación porque se estima que la ilegitimidad de origen debe traducirse en parálisis, retroceso y empantanamiento. Esto es, que México pierda los años necesarios... hasta que llegue el iluminado a vencer las resistencias. Los fascistas llamarían a ello, como ya se expuso en alguna cinta de espionaje, los “daños colaterales”.
En ese sentido, ¿cuál es la justificación de los mismos legisladores para asumir sus cargos, a la par con el manifiesto desaseo del proceso electoral y la ilegitimidad derivada de este, cobrando dietas y manteniendo estatus, sin otro propósito que asegurar la parálisis de una nación asfixiada por la impudicia y la negligencia de la clase gobernante?¿No sabrán los diputados y senadores del PRD que ellos también forman parte del gobierno, lo son en esencia, aun cuando lo desconozcan semánticamente? La soberbia se encauza hacia el absurdo y los mexicanos seguimos entre el fuego cruzado de las intolerancias mutuas.
Nadie puede asegurar, en este punto, que México esté estable.
El Reto
¿Cuántas décadas hemos perdido? Expongo una analogía que resulta sintomática. En los años sesenta cuando se viajaba hacia España se tenia idea de hacerlo en busca del pasado, romántico si se quiere pero hacia atrás en la historia; hoy, apenas treinta y un años después del fin de la dictadura franquista, el sentido se ha cambiado y cuando uno llega a la península ibérica tiene la sensación de haber avanzado hacia el futuro. Y no es que todo sea ideal al otro lado del Atlántico. La cuestión, más bien, es ¿en dónde nos perdimos y por qué los mexicanos desde los setenta que marcaron el inicio de la democracia española?
Populismo, tecnocracia, neoliberalismo y alternancia continuista, formaron un cóctel severamente amargo, costoso y, sobre todo, agobiante. La cereza, claro, es la soberbia galopante con la que los actores políticos han logrado polarizar a la sociedad y crisparla aun cuando, precipitándose, el presidente Felipe Calderón insista en haber desactivado ya la crisis política por él encarada en los difíciles días de su asunción al poder. Las apariencias engañan. Y otro refrán: la calma presagia la tempestad. No perdamos, siquiera, la perspectiva.
La Anécdota
Si de medir soberbias se trata, viene a colación lo que me confió, hace ya poco más de trece años, el ahora acosado y “amparado” ex presidente Luis Echeverría, cuya ancianidad ha sido parapeto contra la cárcel. Analizando la postulación de Luis Donaldo Colosio como abanderado priísta a la Presidencia, aseveró:
--Se parece mucho a mí: ha sido muy discreto, de poco verbo. Ya tendrá tiempo para hablar.
(Debo reconocer que aquella sentencia me aterrorizó por un momento al recordar la mutación del personaje que la emitía)
Luego, Echeverría agregó:
--Mire usted: la verdadera dimensión de los políticos la da sólo el ejercicio pleno del poder. Ya veremos cuál es el perfil de Colosio en cuanto llegue.
No llegó, como sabemos, y se convirtió en mártir. Otros, en cambio, llegaron... y viven su propio martirio. Abundaremos.